Perú y Bolivia: una relación de nueva calidad histórica


Por Manuel Rodríguez Cuadros

Las relaciones peruano-Bolivianas se han renovado. Han recuperado la salud y el vigor que nunca debieron quebrantarse. El encuentro entre los presidentes Alan García y Evo Morales, en Ilo, ha marcado con elocuencia política un antes y un después. Se ha inaugurado una nueva etapa de la relación entre pueblos hermanos, cuyos estados, economías y sociedades poseen una masa crítica de intereses mutuos y complementarios que gravitan más —se ha probado— que contingentes factores de distanciamiento coyuntural.


Al refundar, ampliar y otorgar viabilidad financiera a los acuerdos de 1992 y renovar de manera permanente el uso libre del puerto de Ilo, el Perú contribuye como ningún otro país de la región a la mejora de la cualidad marítima de Bolivia, limitada por su enclaustramiento mediterráneo como consecuencia de la guerra con Chile. Al mismo tiempo, con coherencia y consistencia, ha reiterado que en ningún caso será un obstáculo para un eventual acuerdo Chileno-Boliviano que implique una salida soberana al mar, siempre dentro del cumplimiento del tratado de 1929 y su protocolo complementario.

El encuentro presidencial ha sido el escenario privilegiado para que el Perú y Bolivia acuerden una agenda múltiple y viable, una agenda de decisiones, no de buenas intenciones, en el contexto de una relación que no tiene contenciosos sino proyectos binacionales y conjuntos que abarcan, prácticamente, todos los ámbitos de sus políticas nacionales, estatales y sociales.

El acuerdo para que se instale en Ilo un anexo de la escuela naval Boliviana y para que buques de su armada puedan navegar en su litoral con fines de investigación, cooperación e instrucción, marca, por otro lado, la decisión de La Paz y Lima de promover un grado inédito de cooperación e integración militar de naturaleza eminentemente institucional. El hecho que la cumbre de Ilo haya sido precedida por la reunión, por primera vez, del mecanismo del dos más (reunión de los ministros de relaciones exteriores y defensa), indica la importancia que adquiere en el relanzamiento de las relaciones la cooperación y el diálogo entre las Fuerzas Armadas.

Pero los presidentes han ido más allá, han querido abordar con decisión y transparencia asuntos esenciales relativos al aprovechamiento del agua como recurso natural compartido. La frontera peruano-Boliviana tiene muchos ríos internacionales, de curso sucesivo o contiguo (entre ellos el Suches, el Maure-Mauri y el Desaguadero). Y su utilización sustentable es una demanda legítima de las poblaciones a uno y otro lado de la frontera. Se han acordado compromisos esenciales en esta materia: ambos países excluyen todo aprovechamiento unilateral de las aguas y han convenido en un régimen de aprovechamiento conjunto, equitativo y sustentable. Han reafirmado, también, el condominio sobre las aguas del Lago Titicaca y la obligación de aprovecharlas única y exclusivamente en beneficio de sus pueblos.

El Acta de Ilo contiene adicionalmente compromisos en materia de salud, migraciones, lucha contra el contrabando, combate del narcotráfico, integración física e interconexión carretera e interoceánica, lucha contra el contrabando, preservación medioambiental y atención de desastres, orientados todos a integrar sus respectivas políticas internas en visiones y programas compartidos con un enfoque binacional. Más allá de todo esto, que es trascendente y marca el futuro, la gran lección de Ilo y de la próxima visita que hará a La Paz el presidente del Perú es que en política internacional las fuerzas profundas prevalecen a la larga sobre los factores de contingencia, por su propia naturaleza temporales y volátiles. La Primera, 21.10.2010