Espacio Tiempo Cómico (*)


Por Juan Sheput

Siempre he pensado que el APRA es el partido representante de la derecha más tradicional en el Perú.


Luego de unos inicios estelares, en que los principios y valores republicanos motivaban a sus líderes, el aprismo fue claudicando en beneficio de los intereses económicos predominantes.


Fue así que, desde su importante rol en el Congreso, el APRA se dedicó a sabotear cuanta iniciativa de reforma saliera de las usinas de gobiernos democráticos. Conciliadora y silente con los autoritarismos de los últimos 60 años, el aprismo crispó los ánimos políticos en las democracias. Lo hizo con Bustamante y Rivero, con los dos gobiernos de Belaúnde y con Alejandro Toledo. Impidió toda posibilidad de reforma. Fue guardián, desde el parlamento, del establecimiento. Su afán de servir a intereses económicos, que no querían perder sus privilegios, llevó al APRA al extremo de ser funcional a los golpes de estado. En algunos casos la derecha ganó. En otros se perjudicó. Gracias al aprismo tuvimos a Odría, Velasco y Fujimori.

Ahora el APRA se saca la careta. Disfrazada de socialdemócrata el aprismo obtenía la confianza popular. Vendía una imagen de izquierda a un país ávido de acabar con privilegios. Hoy sincera su posición, derechista. La elección de Mercedes Aráoz es histórica, no por ella, sino porque el APRA ha decidido mostrarse tal como es.

Y no lo hace impulsada por afanes ideológicos. Lo hace como respuesta a una presión que viene de los grandes intereses económicos. También por el temor de aquellos que ven en la auditoría al Palacio Municipal un anticipo de lo que les vendrá. Necesitan impunidad. Y ella se logra en el desprestigiado Congreso, refugio de aquellos que no tienen futuro sin la inmunidad.

Mercedes Aráoz seguirá siendo funcional a Alan García. Su carisma se pondrá al servicio de los que desean la protección político-parlamentaria. No sé si triunfará en su propósito. Para ganar una elección la simpatía y la maquinaria no forman un binomio suficiente.

En paralelo, pienso en el desencanto que deberán tener Keiko Fujimori y Castañeda Lossio. Utilizados a antojo en estos años, corren el riesgo de perder simpatías por ser ambos, junto a Mercedes Aráoz, representantes del mismo lado derechista del espectro político. Pierdan o ganen, su apuesta política los llevará a seguir dependiendo de la suerte del aprismo. En la complicidad y en la supervivencia están, pues, condenados a ser hermanos.

Se dice que la señora Aráoz es una persona honrada. No tengo por qué dudarlo. Sin embargo recuerdo, en ese sentido, la reflexión que, en Ana Karenina, pone Tolstoi en boca de uno de sus personajes: se requieren personas honradas y honestas. Honradas, para que no roben los fondos públicos. Y honestas, para que tengan el valor de denunciar a los que roban. Esperemos que la señora Aráoz tome, ahora sí, en cuenta esa narración.

(*) Artículo publicado el día Miércoles 3 de Noviembre en Diario 16