El remedio del consenso
Por: Carlos Ferrero.

Ya tenemos siete candidatos y podrían haber más. De los siete actuales, todos pasarían la valla del 5% ,y por tanto, alcanzarán representación parlamentaria. Sin embargo, los dos que ganen en la primera vuelta no tendrán más del 25% de votos; o sea que cada una de sus listas parlamentarias conseguirá un máximo de 30 congresistas. Entonces, cualquiera que triunfe en la segunda vuelta se encontrara con una oposición de 100 congresistas; es decir  77% del total le hará la guerra o condicionará su actuación.

Claro que no puede descartarse que, próximamente, previendo resultados desfavorables algúnos aspirantes se retiren o apoyen a otro que va por delante. Y así el ganador conseguira más escaños.

Pero es más probable que, conforme a nuestra inmadurez democrática, recién en agosto del 2011 el nuevo Presidente intente improvisar una mayoría parlamentaria que le permita vencer los obstáculos de un Congreso sistematicamente opositor. Por constituirse apresuradamente, este pacto solo arrojará un acuerdo frágil que, como ya hemos visto en  las últimas décadas, daña  severamente la gobernabilidad.

Hay una tercera posibilidad y es que, previendo el escenario antedicho, los candidatos que hoy lleguen al acuerdo de apoyar el ganador, y que en el caso de un eventual triunfo, se comprometan  a convocar a los que han perdido. Esto tendría que ser un anuncio público pre- electoral que permitiría a quien llegue con solo 23% del Parlamento, contar con una mayoría sostenida. Se formaría así, por ejemplo, un Gabinete que exprese las fuerzas representadas en el Parlamento, participación que podría extenderse a otros sectores del Ejecutivo, cuando menos por dos años y medio

Puede pensarse que esta solución parlamentariza al Ejecutivo y se aleja de nuestro marco constitucional semi-presidencialista. Ello es cierto, pero peor es que el sistema democrático opere en la tormenta de la inestabilidad.

Estoy seguro de que la mayoría de nuestra gente prefiere que sus dirigentes políticos busquen el consenso y que no estén peleando permanentemente. Además, un análisis objetivo demostraría que entre la mayoría de los grupos políticos las coincidencias son mayores que las diferencias. Tales concurrencias pueden comprobarse descubriendo como las 31 políticas de Estado del Acuerdo Nacional ya tienen políticas especificas que se transforman en una matriz de seguimiento con indicadores y metas. Además, un estudio comparativo de los programas de gobierno de los partidos  revela cuánto tiene de común la imagen del país que aspiran construir.

Apostar por un gobierno al que en el 2011 no le estén jalando la alfombra a diario, implica esperar de nuestras dirigencias la inteligencia y el desprendimiento como para tomar conciencia de que solo empujando juntos en el mismo sentido podemos realmente avanzar. ¿Algún candidato tendrá el coraje de asumir un compromiso así?
 
Publicado en “Hildebrandt en sus trece” Nº 34 pag 10, Dic. 10, 2010