por Rafael Romero

La familia arequipeña Mendoza, exinquilina de RBC Televisión, que hasta el día de hoy adeuda a este medio de comunicación varios millones de dólares por merced conductiva no honrada, sólo buscó en el poder político y en el económico —mas no en la ley y el derecho— a sus mejores aliados para intentar materializar descabelladas pretensiones como continuar una relación contractual que hace más de diez años concluyó con un fallo arbitral de conciencia, de la Cámara de Comercio de Lima, que dio la razón de manera incontrastable a Canal 11.

Sin embargo, ese clan en el camino se prestó, mediante dos de sus empresas (Austral y Crasa), a los caprichos de oligopolios interesados en el canal de televisión más peruano y emblemático del país. Ricardo Belmont ha demostrado cómo distintos grupos han querido y quieren adquirir Canal 11. Este ha sido el objetivo mayor, y para ello resulta importante impedir que crezca, asfixiándolo sin publicidad, tema en el cual Ibope, la Anda, el Conar y la SNRTV también han jugado sus cartas. Es decir, a la persecución judicial y política contra Ricardo que se inició en 1995, se sumó el deseo perverso de despojarlo de su canal.

Gracias al profesionalismo de EXPRESO he podido registrar algunos episodios de este período en la historia de los medios de comunicación en el Perú, mientras otros mantienen un silencio cómplice. No obstante, en un acto administrativo que reivindica la confianza en las instituciones, el ministro de Transportes y Comunicaciones, Carlos Paredes, ha suscrito el 18 de julio último una norma histórica que pone fin al robo de RBC Televisión. Se trata de la Resolución Ministerial N.o 378-2012-MTC/03, documento ejemplar por sus considerandos que sientan un precedente en defensa del estado de derecho.

Ahora se abre un nuevo escenario que premiará sin duda a un medio como Canal 11, empresa de comunicaciones que ha resistido todos los embates basado en la fortaleza de contar con un equipo humano que cree en la verdad, que defiende valores y que es consecuente con los principios éticos que ha promovido a lo largo de su existencia. Hoy no cabe pretexto alguno para mantenerlo fuera del avisaje estatal; al contrario, se le debe reivindicar por ser paradigma de dignidad, patriotismo y entereza frente a la discriminación. Acaso queda en el camino enfrentar la manipulación del rating, pero todos sabemos que la mística de RBC terminará por derrotar a esa ignominia, lo que será motivo de otra lucha por la justicia.

 

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