Perú: Fortalezas y debilidades del movimiento popular (II)

(A la luz de las experiencias del 9 de julio)

Por Gustavo Espinoza M. (*)


Como una manera de ampliar la reflexión que desarrollara recientemente en torno a las fortalezas y debilidades del movimiento popular en nuestro país, vale la pena referirse a las peculiaridades del proceso peruano, a los rasgos fundamentales que nos plantea la realidad y a los retos que debemos hacer frente para revertir la ola de derrota que agobia a nuestro pueblo y convertirla en una palanca capaz de cambiar radicalmente el escenario nacional.


Es difícil y complejo el diseño de nuestra realidad en las condiciones de hoy. Y más difícil aun preciar con cierta exactitud la naturaleza de los problemas y la necesidad de establecer las prioridades indispensables para enfrentarlos. Y es que, en efecto, cada quién tiene su propia versión de los acontecimientos y su idea respecto a los temas que habrán de abordarse en cada etapa del desarrollo social.

Los problemas de la regionalización, ocupan ciertamente un lugar preponderante en el Perú de hoy. Y eso ocurre por una razón muy simple: aquí no existe regionalización alguna. Lo que aquí se llama así, es simplemente la departamentalización del país -esa vieja heredad legada de la Colonia- porque a cada Departamento se la ha dado en llamar Región, y se le ha asignado y reconocido un Gobierno local y un presupuesto formal. Pero como no existe Proyecto Nacional, ni Plan de Desarrollo, y como incluso el Instituto Nacional de Planificación cayera abatido por la ofensiva neoliberal impuesta al calor del fujimorato; el Estado no regula el desarrollo ni alienta la participación ciudadana en las distintas instancias de la gestión pública. Tampoco descentraliza el Poder, los recursos ni la capacidad de decisión, más allá de ciertas ofertas demagógicas que le permiten hablar del tema sin profundizar en él.  Por el contrario, centraliza y acosa a las Regiones en unos casos mediante presiones económicas y en otras a través de exigencias de cambios que las autoridades locales no están en capacidad de implementar. Hay diversos estudios en torno a la regionalización y sus modalidades. Hay propuestas consistentes orientadas a promover la regionalización alentando con ella una verdadera integración de poblaciones similares con intereses comunes y complementarios. Pero las autoridades de hoy han preferido dejarlas de lado porque les resulta más cómodo lidiar con parcelas que con unidades productivas integradas.

Pero esto alienta diversas deformaciones. Entre ellas, la dispersión, y el surgimiento de contradicciones artificiales entre distintos sectores de la población, que debiera estar unida para afrontar los retos de hoy. Pero, sobre todo, crea el  caldo de cultivo para un caudillismo mal entendido y pernicioso que hace que cada autoridad regional busque consolidar lo poco que tiene, a expensas de su vecino más débil. El ejemplo reciente de las contradicciones surgidas entre Tacna y Moquegua constituye un ejemplo de laboratorio en torno a lo que afirmamos.

El desarrollo desigual, es un segundo rasgo de nuestra realidad. Se presenta con más fuerza que en otros países por lo heterogéneo de nuestro escenario. El desarrollo desigual hace que tengamos zonas altamente industrializadas, y otras virtualmente abandonadas, que bien podría decirse que siguen tal como las dejara Atahualpa en 1532. Quizá en muchos países se registran contrastes parecidos a los nuestros, pero aquí se grafican quizá más claramente los abismos que separan a enclaves en los que el capitalismo ha alcanzado alta expresión de desarrollo, y a regiones enteras en las que rigen las relaciones de producción más elementales y primitivas, inclusive pre feudales. Una expresión dramática de la realidad que afrontamos, lo tenemos en la denuncia reciente en torno a las llamadas "poblaciones no contactadas". Ellas fueron puestas en evidencia por la prensa mundial recientemente, porque huyeron del Perú y se refugiaron en la amazonía brasileña escapando de la contaminación depredadora desatada por los consorcios transnacionales  que exploran y explotan la riqueza petrolera del subsuelo. En el siglo XXI, la civilización ha llegado a estos pueblos a través de la contaminación ambiental, y no del progreso. De la muerte, y no de la vida.

En el plano político, el desarrollo desigual se refleja curiosamente en uno de los temas que abordamos en nuestro análisis anterior: el de la Vanguardia, capaz de interpretar la realidad, articular las luchas y conducir un proceso de recuperación nacional. Los defectos que anotáramos, ocurren sobre todo en la capital, en tanto que en el interior del país, particularmente en Ayacucho, Cusco, Arequipa, Moquegua y algunas otras ciudades, han surgido reales Vanguardias que juegan su papel y cumplen su rol con eficacia y soltura.  

La heterogeneidad es casi un rasgo distintivo del Perú. Heterogeneidad racial, social, económica, política, religiosa, cultural; que divide a los peruanos y genera elementos de perturbación que resulta indispensable remontar. La clase dominante se ha empeñado en perpetuar las diferencias entre los peruanos, y ahondarlas. Y ha buscado convertirlas en rivalidades virtualmente insuperables. Así, se han alentado también los resentimientos, los prejuicios y las odiosidades, al extremo que, en efecto, hoy luce una tarea de titanes homogenizar la sociedad peruana y abrir paso a la afirmación de la unidad indispensable que debe construir el pueblo para enfrentar a sus seculares adversarios. Esta unidad tendrá que forjarse ciertamente a partir de la diversidad, y no desde la imposición de una cultura sobre las otras. Y nutrirse de los antecedentes de la historia, de las lecciones del proceso social y de las luchas que remecen hoy el escenario nacional.

La multiplicidad de retos es el cuarto rasgo distintivo de nuestra realidad. Para algunos, los problemas del país derivan del desastroso modelo educativo que se ha seguido. Para otros, el tema de la educación adquiere segunda importancia porque vivimos en un país enfermo en el que la salud es simplemente un privilegio. Hay quienes creen que los problemas del Perú no se habrán de resolver mientras impere la corrupción. Y otros aseguran que el asunto tiene que comenzar por la creación de la conciencia de patria. La generalidad, sin embargo  no sabe por dónde empiezan nuestros males, ni a qué se deben, y entonces asoma la puya que se hiciera popular en el pasado: los males del Perú se acabarán -solía decir un vocinglero exponente del anarquismo, cuando "el último cura, sea ahorcado con las tripas del último militar"-

En estas condiciones resulta indispensable que el movimiento popular responda al reto. No podrá hacerse eso con dogmas, ni con esquemas. Tampoco con lecciones aprendidas en manuales. Será indispensable asimilar las experiencias del pasado, pero no para repetirlas, sino para recrearlas en nuevas condiciones.

Debemos tener, en primer lugar, un conjunto de propuestas orientadas a encarar de manera novedosa los problemas del país. Una política de inclusión, solidaridad, e integración, que nos permita ganar a nuestra causa a la mayoría de la población. Un mensaje de aliento, que no contenga solamente palabras, sino que incluya acciones y medidas concretas pensadas a favor de las poblaciones más atrasadas de la vida nacional.

Resulta indispensable hacer, al mismo tiempo, un diagnóstico rápido del proceso peruano que nos ayude a conocer la prioridad fundamental, el eslabón de la cadena que habrá de permitirnos

Estamos, de alguna manera hay que decirlo, casi en la misma coyuntura en la que se movieron los revolucionarios a comienzos del siglo XX. Sólo que ahora el adversario es más poderoso y tiene más experiencia. Nos corresponde a nosotros, entonces encontrar el camino para saber qué hacer y por dónde empezar.

El Perú no es un país pobre. Somos, quizá el más rico y más diverso de América Latina por su poderío energético, agrícola, industrial, pesquero, por su bio diversidad y sus recursos hídricos, por su potencial humano y por su historia. Sin triunfalismo y sin patrioterismo alguno, podemos estar orgullosos de nuestra patria y ser conscientes del rol que nos toca desempeñar en una región del mundo convulsionada por profundos cambios sociales y en la que El Gendarme de los pueblos cosechará sucesivas derrotas (fin)

(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / www.nuestra-bandera.com