Giampietri y la venta traidora del Pentagonito


Continúan oyéndose las voces de protesta contra la intención del gobierno de vender un área que pertenece al Cuartel General del Ejército. Los ex comandantes generales, la ASCOFA, vecinos del distrito de San Borja y ciudadanía en general han expresado con claridad que no debe realizarse la mencionada venta. El gobierno, en la persona del Dr. Ántero Flores se mantiene firme en su intención de vender a como dé lugar.

En medio de esta controversia, el vicealmirante Luis Giampietri, congresista de la República y primer vicepresidente, ha hecho conocer un disimulado apoyo al despojo que el gobierno quiere realizar contra el Ejército. Dice el señor Giampietri que se debe hacer un estudio integral y que “aquello que realmente no sirva, que se venda”. O sea que admite que de alguna manera se podría vender. Esta postura refleja que el vicealmirante no se guía por principios. En vez de asumir, como militar de formación que es, una clara defensa del patrimonio de un instituto armado, sale con una lavada de manos.

El señor Giampietri, al haber entrado en la política, no puede eludir toma de posiciones frente a problemas importantes. Y es evidente que el vicealmirante Giampietri no hace suya la posición de los miembros del ejército —en retiro y en actividad —; no actúa como un verdadero camarada de armas con sus colegas del ejército, no se solidariza con sus justas peticiones. ¿Por qué?

En la medida en que este caballero procede de la Marina y no del Ejército, parecería que hay razones muy fuertes que le impiden asumir la defensa de la integridad del patrimonio del Ejército. Es una pena, porque tanto los miembros de la Marina como los del Ejército y de la Aviación forman parte de una entidad mayor que es la Fuerza Armada del Perú. ¿Cuáles podrían ser los motivos de su no solidaridad con el Ejército? Pensamos que hay dos: a) es parte del gobierno y está de acuerdo con la venta o, al menos, no quiere contradecir la opinión de Alan García y de Ántero Flores; b) le disgusta que en los cuarteles del Ejército no haya ningún monumento en homenaje a los chilenos que invadieron el Perú y robaron territorio en la guerra de 1879-1883.

Las dos suposiciones tienen asidero; pero la segunda (referente al monumento) parece tener más fuerza. Sucede que el vicealmirante Giampietri todo el tiempo supo que algunos sirvientes prochilenos de la Marina de Guerra del Perú estaban en los afanes de erigir el monumento1, y jamás dijo esta boca es mía. No sólo eso: hace poco un congresista lo ha emplazado desde una radioemisora local2 para que como marino, congresista y vicepresidente de la República se ocupe de este vergonzoso tema y se retire de la Escuela Naval la efigie del hampón chileno Arturo Prat; pero nada, no se oye, padre. ¡Cómo no darse cuenta de que él está de acuerdo con el monumento a esta bazofia chilena!

Consecuentemente, es razonable pensar que le caen mal los militares peruanos que no rinden homenaje al enemigo chileno.

¿Qué diría o haría el señor Giampietri si el gobierno decide vender áreas no construidas de la base naval del Callao? ¿Se quedaría tranquilo? No aceptaría, reclamaría; pero si el traidor atentado se realiza contra otro instituto armado guarda silencio, enojado por la descortesía hacia el enemigo (esto es, no rendirle homenaje). ¡Señores del Ejército, ya saben qué camaradas de armas tienen!

Los peruanos que amamos a la patria nos guiamos por el respeto a la integridad moral y material de nuestros institutos armados. Si en vez de despojar al Ejército la emprendieran contra la Marina, igual levantaríamos nuestra voz de protesta (pese al grupito de sirvientes prochilenos que allí mantenemos con nuestra plata).
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1 Lo del monumento no se produjo de un momento a otro. Hubo alcahuetería previa. Con nuestro dinero de contribuyentes, los marinos peruanos lacayos de Chile visitaban ese país y ponían ofrendas florales a la bazofia Arturo Prat. Para asegurar la coartada, los patrones chilenos de estos sirvientitos peruanos uniformados de blanco, también ponían ofrendas florales cuando venían al Perú. Así armaron un grotesco cambalache de reciprocidad mediante el cual se igualaba a un héroe verdadero (Miguel Grau) con una rata repugnante (Arturo Prat).

2 Ver García y Wagner humillan a la Marina de Guerra