Por Juan Sheput

A veces pienso que el Perú es un país enfermo, con el sistema inmunitario debilitado desde que una infección viral de origen asiático lo asoló durante 10 años. El daño causado por una convivencia maligna de una década deterioró nuestras instituciones, maleó la política y corrompió las formas decentes de comunicación. Los esfuerzos por recuperarnos fueron saboteados por protagonismos de diestra y siniestra, de gente sin talante político que redujo la transición (leáse recuperación) a un periodo mínimo de 9 meses, cuando el proceso, se sabe, debe durar muchos años.


Con un sistema de defensas debilitado, sin controles y sobre todo sin instituciones, con protagonismos de personas con criterio superficial, era fácil que la recaída sea una alta posibilidad. La infección viral asiática entró en un periodo de hibernación y facilitó el espacio a otro virus, camaleónico, con facilidad para el engaño con tal de lograr sus objetivos. Este virus respeta a sus pares, destructivos y camaleónicos como él, y requiere de bacterias sin escrúpulos para sus alianzas depredadoras. Es una pseudomona política, que requiere de organismos debilitados para poder reinar.

A la pseudomona política le temen los débiles que tienen cola larga, fácil de pisar. Destruye instituciones y aniquila cualquier estrategia de largo plazo. Las políticas de Estado no son funcionales para una bacteria que se alimenta de la coyuntura y que lo único que busca es depredar, para tener los recursos necesarios para migrar a otros continentes donde reposar en tanto busca regresar.

Miremos lo que hace, por ejemplo, la pseudomona política con los Poderes del Estado. El Congreso se ha convertido en un apéndice de sus caprichos, con personajes dedicados a la promoción en lugar que la legislación o la fiscalización. El Poder Judicial se limita al reclamo presupuestal y el Poder Electoral se ha convertido en un ente funcional.

Otro tanto pasa con los llamados ministerios. Pensemos en uno, la Cancillería. Es un hecho comprobable que la Cancillería del Perú está en pleno proceso involutivo, que ha caido en manos de funcionarios que deben su jerarquía a la amistad juvenil más que al nivel profesional. La política exterior del Perú es una suerte de feria comercial. Se han abandonado los criterios geopolíticos y nuestra participación en eventos de fuste de nivel internacional es mínima cuando no mediocre y deprimente.

Y así tenemos un régimen que actúa como una pseudomona política en un organismo debilitado como el Perú. Para sobrevivir requiere del "sistema", ese que cobija aliados en los ámbitos empresarial, comunicacional y político.

Sin instituciones fuertes será difícil erradicar a estas pseudomonas destructoras del tejido institucional del país.

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