Por Jorge Bruce

Tenemos una nueva versión del pensamiento Gonzalo: esta vez se trata de Pedro Chávarry, el Fiscal de la Nación que parece estar optando por ser el sucesor de Blanca Nélida Colán

En su estupendo libro La Guerra Senderista, mi amigo Antonio Zapata analiza, entre otros aspectos del llamado “pensamiento Gonzalo” (una idealización dogmática de la figura de Abimael Guzmán), una antigua costumbre nacional conocida como “la fuga hacia adelante”. Cada vez que una institución está en crisis, explica, una parte de sus dirigentes piensa que es preferible cambiar de escenario y correr hacia una nueva meta. En su visión delirante, Guzmán postulaba que habían alcanzado el equilibrio estratégico y era el momento de pasar al ataque final.

La verdad era que Sendero estaba siendo diezmado, cundía la desmoralización y Guzmán respondía a esto con una violencia cada vez más descontrolada. Todos sabemos cómo terminó esa orgía de barbarie. Por esas cosas que Marx entendía como la repetición de la historia, pasando de la tragedia a la farsa, en el Perú de hoy hemos entrado en una nueva fuga hacia adelante. Un Congreso inexperto y mediocre dominado por Fuerza Popular, que tiene como guardia dorada a los experimentados parlamentarios apristas, ha entrado en una fase de aceleración maníaca.

Como colofón de lo anterior, tenemos una nueva versión del pensamiento Gonzalo: esta vez se trata de Pedro Chávarry, el Fiscal de la Nación que parece estar optando por ser el sucesor de Blanca Nélida Colán (aquí Marx no acertó: la farsa sucede a la farsa). El grotesco blindaje del que está siendo objeto en el Congreso es una pieza esencial en la estrategia desesperada de estos grupos políticos que, forzados por circunstancias tan extremas como la prisión de Keiko Fujimori y la espada de Damocles de la cuestión de confianza, se han lanzado con todo a intentar detener el funcionamiento de la justicia. La fiscal que Chávarry acaba de despedir iba, según informa Gustavo Gorriti, a interrogar nada menos que a Alan García. La señal no puede ser más clara: es una declaratoria de guerra a la lucha contra la corrupción.

Como en toda fase de violencia política, uno de los objetivos más decisivos es la verdad. Es interesante observar que la manera en que la están ultrajando, como por ejemplo denunciar que el Presidente Vizcarra trama un golpe de Estado, es a base de proyecciones. No solo eso fue lo que sí hizo Alberto Fujimori e intentó reeditar con la re-re- elección y su célebre interpretación auténtica, sino que es a todas luces lo que ellos quisieran conseguir ahora. De ahí que personajes de inexistente credibilidad como Becerril, Letona o Vilcatoma, hablen de tanques y otros fantasmas del pasado. En suma, lo que ellos harían si pudieran. Ninguna persona con dos dedos de frente puede imaginar que Vizcarra planea una asonada militar para cerrar el Congreso. O para, como dice Becerril desde el búnker de ilegalidad en el que lo han refugiado los fujialanistas, desaparecer a Fuerza Popular. De eso se están encargando ellos mismos, con insuperable eficacia. El 71% de peruanos piensa que la prisión de Keiko Fujimori se justifica y su aprobación se aproxima al margen de error.

Terminarán mal pero harán mucho más daño a la sociedad antes de que eso suceda.

La República, 15.10.2018

 

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