Por Herbert Mujica Rojas

El retiro, sin nadie que lo persiga, de AG de la sede uruguaya constituyó un escandaloso ridículo sin atenuantes o disimulos que morigeren el chicharrón de sebo. Fue por lana y salió trasquilado. A sus casi 70 años no puede ser más catastrófico el asunto.

La decadencia de AG va cuesta abajo la rodada sin freno alguno que detenga la multitud de barbaridades que ha estado alentando vía sus 5 monigotes en el Congreso y los mercenarios que guardan con él extrañas lealtades pagadas o por obligación deudora. Al modo de una bola de nieve que se despeña, engrosando su volumen a medida de su violenta precipitación, AG se desmorona.
 
AG sufre de un terror que le para los pelos de punta si se trata de prisión. Es miedo, solo miedo. Los valientes en patota son mininos cuando no hay quién les saque las castañas del fuego. Otros purgan cárcel o asumieron responsabilidades, pero todo parece indicar que no hay crimen perfecto y esas sospechas sacuden su obesa humanidad.
 
¿AG es el Apra? ¡De ninguna manera! Todo cuanto ha hecho estuvo enderezado a liquidar el simbolismo espiritual y fraterno cultivado en décadas de solidaridad y familia política sólida. Pretendió suplantar a Haya de la Torre y para eso contó con abominables delincuentes que han hecho fortuna, exhiben propiedades y honores fabricados y que le han acompañado por tramos. Pocos, muy pocos son los que hoy persisten en el naufragio. Insultadores y brutitos repetidores sí que los hay pero su peso es de un gramaje minúsculo.
 
Pero el cáncer sí avanzó. El 2016 y con ayuda, apenas si AG concitó el respaldo de 5.8% en su absurda candidatura presidencial. Para entonces el ridículo ya era uno de sus deportes favoritos, confirmado en octubre de este 2018 en las municipales y regionales con presencia microscópica. Del gran partido de multitudes quedan básicamente fotos y una militancia que no asiste a los locales, camina en reminiscencias o se aparta de la política. AG es el fautor indiscutible de esta tragedia.
 
El nadir es inexorable para AG. Megalómano obseso creyó que la historia se escribía con su pluma. Si alguna encuestadora hiciera un examen valiente y midiera el odio que suscita aquél, tendríamos porcentajes por arriba del 90%. Quien la hace, la paga.
 
Sabedor AG de su soledad no se atreve a salir a la calle y mucho menos a convocar a los apristas. No pocos protestan y aborrecen el largo ciclo de tres décadas del imperio de un César de Carnaval. El miedo es su divisa y su último comunicado así lo confirma. ¿Creerá AG que nadie se da cuenta cómo tiembla ante un posible calabozo? Es un tema de conciencia. Alguien debe tenerla sucia, muy sucia.
 
Los depredadores alanistas no han dejado casi nada del edificio aprista. Por estos rateros en todo el país a los partidarios de Haya de la Torre se les moteja como deshonestos y corruptos. Justos pagan por pecadores. Y eso se debe al mal ejemplo de AG.
 
Las grandes causas no perecen por el miedo, los cobardes sí se ahogan en ese fango.

05.12.2018