Por Dante Ramos de Rosas (*)

Nacieron en provincias. Uno del norte. Otro del sur. Las iniciales de sus apellidos paternos coinciden. En la V. Uno es Velasco. Militar. El otro es Vizcarra. Civil. Ninguno de ellos se propuso llegar a ser presidente pero llegaron producto de vicisitudes políticas.

Velasco no tenía partido político que lo sustentara. Tenía sí planes y programas en base a un centro académico como el CAEM al que luego se le sumo esa aplanadora civil de pensamiento y gestión de masas llamada SINAMOS. Vizcarra no tiene bancada propia y se apoya en la dispersión fujimorista y en el soporte mediático y de denuncias contra la oposición que le provee el Instituto de Defensa Legal.

Sinamos en su tiempo tuvo como líder a Helan Jaworsky e IDL tiene a Gustavo Gorriti Ellenbogem como figura estelar. Ambos de origen hebreo y con una gigantesca capacidad de anticipación a todo nivel. Casi militarizados.

Velasco hubo de ser conducido en su dirección política gracias a la batería de ideas que le daban los dos Carlos. Uno de ellos era el ex aprista Carlos Delgado y el otro socialista Carlos Franco. Fue a Franco al que se le ocurrió la teoría del no - partido como una forma de borrar la intermediación burocrática de los partidos y sus artimañas para coludirse con otros grupos de poder o con grupos influyentes que pululaban alrededor de ministerios desfavoreciendo al pueblo. Para ello idearon una forma de consulta directa con las organizaciones populares sin traba corporativa alguna.

SINAMOS consultaba cada sentir de la base popular y le daba esa data al presidente para que tomara decisiones, de este modo se deslindaban de un plumazo las fases intermedias de ministerios y demás dependencias que licuaban expectativas gracias a diversos intereses. Sintetizando SINAMOS funcionaba en función al dicho de un animador televisivo como Augusto Ferrando: “Esto es lo que le gusta a la gente”.

Vizcarra hace lo mismo pero sin Sinamos. Se sirve de referéndums sobre determinados temas de agrado popular y combina o juega en pared con las recientemente nombrados comités de justicia y de reforma política para ir creando entes favorables a las corrientes que pregona. Todo ello en pareja con el sentir ciudadano espontaneista amarrado a lo que las encuestas de opinión pública arrojan y el vocerío de redes más medios de prensa.

Poco a poco se ha de ir configurando un tipo de democracia plebiscitaria en rumbo de ser una dictadura civil transitoria. No seremos Venezuela ni Alemania nazi pero los bordes y filamentos son muy próximos. Se le acercan

 

(*) Abogado y periodista.
Generaccion, 09-01-2019