Por David Auris Villegas*

La humanidad atraviesa un expectante viaje y al mismo tiempo se ve asaltada por problemas ecológicos, espantosa desigualdad, inmensa masa de pobres globales, discriminación étnica, crímenes contra la mujer, ultraje a nuestra madre tierra, descomunal armamentos nucleares, bárbaro egoísmo, terrorismo global, refinada corrupción y el latente grito de guerra, masificada gracias al discurso de la competitividad y el consumismo, fomentado por un sistema educativo cognitivo relegando la praxis de la educación para la paz.

Ante esta sociedad somnolienta en regazos de la tecnología que aún rinde culto a los más fuertes y sigue tendencias banales en la web, germina el docente ético, ejerciendo conscientemente un liderazgo educativo y como ingeniero social hace viable la construcción de una cultura de paz desde la trinchera  pedagógica, demostrando su poder generador de paz en la esfera personal, social y profesional consciente que, “todo ser humano busca la felicidad” como sostiene nuestra amiga Rigoberta Menchú (2018).

El docente  ético en la esfera personal centra el ejercicio del respeto a sí mismo para generar respeto en su órbita familiar, mostrando una empatía gravitacional en el universo de sus  amistades y reflexivamente conduce su vida, oteando al pasado con una dosis reconciliadora e indulgente, intentando disfrutar el presente bajo recintos de una activa consciencia,  poniéndose en lugar de la otra persona, y alisa su mirada hacia el futuro, una visión de desarrollo sostenible acudiendo a la praxis del concierto de paz en brazos del buen vivir.

Asume el desafío pedagógico del vivir desde su paz interior, liderando como hijo sincero, hermano indulgente y mediador, padre o madre amoroso, vecino tolerante, practica la fidelidad de pareja como núcleo central de la familia provocando una cultura de paz, manteniéndola sostenidamente a lo largo del viaje de la vida cotidiana como una rutina innovadora, meditando al empezar y finalizar el día, siempre dispuesto a servir a los demás, abriendo nuevas espacios de esperanza apelando a su inteligencia emocional.

Este mismo ingeniero social, protagoniza una exitosa vida profesional e inspira carismáticamente a la comunidad educativa, generando pasión ético por la responsabilidad, el respeto a las personas, valora diferentes ideas y etnias, permeabilizando la convivencia, haciendo del aula un show académico difícil de abandonar como sugería Montessori, como el buen vivir pedagógico, convirtiendo en una paradigma académica, sobreponiendo el compartir sobre la absurda competencia que abruma al ser humano.

A pesar que carecemos la certeza del mañana y que nada es suficiente en estos tiempos líquidos, la comunidad educadora bajo el enfoque ético, aspira conocer intrínsecamente a los estudiantes, otorgándole sentido a su destino, ejerciendo filosóficamente la práctica de la filosofía de la no violencia de Gandhi, para evitar fricciones en la naturaleza humana, evitando comparar y deleitarse con la derrota de los compañeros alcanzando formar un estatus de ciudadanos exitosos y felices. 

El ejercicio social del docente ético se ve pauteado por sus condiciones dialécticas que a pesar de una adormecida sociedad consumista, no renuncia a la paz como norte de la justicia, al contrario exalta una vida digna de hacer el bien a los demás como una acción  natural y no una práctica forzada. Ve a la sociedad como una escuela ciclópea, entendiendo la diversidad como una enorme ventaja para la preservación de una sociedad más justa reflejada en la vida cotidiana, impregnando vestigios de progreso dignas de ser imitadas como los nuevos influencer en una generación digital, invadida por una sociedad de consumo insatisfecho.

Asimismo, la docencia ética, ¿Está en la obligación de ejercer una pedagogía preventiva en una generación digital alejado de la mediación y la conciliación preñado de los valores prácticos postmodernos? Definitivamente creemos que si, y apuesta por la construcción de una cohesionada sociedad, capaz de afrontar exitosamente los problemas sociales a partir de una interrelación axiológica.

En suma, el maestro ético es un Tutor paradigmático agradable centrado en el ser, habla bien de todos, erige una responsable familia, evita expresar sucesos negativos de los estudiante, genera paz, mejora políticas educativas, rediseña estrategias colaborativas vivenciales comprometiendo a toda la sociedad, autoequipando su patrimonio moral con vista a un mundo mejor, ve al otro como a sí mismo, invitándonos a predicar esta nueva religión, la cultura de paz, en el sistema educativo, familiar y espacios de la sociedad para garantizar la supervivencia de la raza humana.

*Escritor y pedagogo
https://orcid.org/0000-0002-8478-6738
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