Nativos amazónicos tienen razón

Son los dueños, no les manden el ejército


La resistencia y oposición de los pueblos indígenas de nuestra Amazonía ha desatado la ira del gobierno central que, en su afán de dar pista libre a empresas depredadoras del medio ambiente, amenaza con enviar a la fuerza armada a “imponer el orden”. Es lamentable que un presidente de la República demuestre tanto desprecio e ignorancia respecto de lo que en realidad es el Perú.


Anticipando su desaforada racha de medidas contrarias al interés nacional, el presidente Alan García escribió sus tristemente recordados artículos de la serie del “Perro del hortelano”. Jugando con la alusión a la expresión “ser como el perro del hortelano, que no come ni deja comer”, García lanzó una fuerte crítica a quienes, según él, se oponen al progreso al defender tierras, agua y bosques de la contaminación y la destrucción.

En este cuadro, los indios de la Amazonía son “los perros del hortelano”, que no progresan ni dejan que llegue el progreso a sus tierras. ¿Pero qué es progreso? Particularmente, ¿qué es progreso para los indios de nuestra selva? Estamos seguros de que para ellos no es progreso tener sus ríos contaminados, con peces muertos o envenenados y venenosos; no es progreso ver sus árboles talados y ausentes la flora y fauna que les sirve de alimento; no es progreso para ellos ver grandes extensiones de tierra sin árboles y convertida en lodo tóxico. Viendo esta realidad, los nativos amazónicos tienen toda la razón de oponerse a que el estado peruano ceda en concesión tierras de las tribus.

Es sistemático

Es un hecho claro que Alan García detesta ver que los peruanos posean tierras; por eso facilita que los chilenos adquieran tierras en el Perú, para que exporten a Chile lo producido, causando daño al Perú1. Que en el Perú haya unos tres millones de campesinos sin tierra es lo que menos importa al gobierno prochileno; pero desde ya, existe la reivindicación de desalojar del Perú a los agricultores chilenos (muchos de ellos testaferros del estado chileno1, que los financia) para otorgar esos terrenos a campesinos peruanos sin tierra que pagarán la indemnización2 con su trabajo. En el Perú más derecho a la tierra tiene un natural de nuestra patria que un ciudadano venido del país que robó Arica y Tarapacá.

En el caso de las etnias amazónicas, lo primero que se debe hacer es reconocer que ellos no sólo son dueños sino también guardianes de los territorios que les pertenecen. Que el gobierno peruano diga que los indios son dueños de la superficie pero no del subsuelo es pervertir la noción de soberanía del estado. Para entender esto de modo ilustrativo, veámoslo de la siguiente manera. Un ciudadano peruano es propietario de su casa con todos los documentos en regla, pero viene un funcionario del gobierno y le dice: “Ésta es tu casa, pero como estás bajo la soberanía del Perú tú no puedes disponer del subsuelo; te prohíbo que construyas sótanos. Además, tampoco eres dueño del aire que está sobre tu casa, te prohíbo volar cometas”.

Negligencia del estado


La muy antigua desatención del estado peruano respecto de la selva ha creado —hasta hace poco felizmente— la falsa idea de que esta verde región es una despensa inagotable, en la que la fuerza de la naturaleza y la productividad y riqueza de la tierra están al servicio de quien llegue allí. Ése es el discurso que está en la médula de la colonización y la depredación. Lo más que podemos aceptar como hecho consumado es lo que pudo ocurrir hasta la primera mitad del siglo XX. Ahora hay más conciencia del valor que realmente tiene la selva y ya no se puede justificar la depredación.

Sierra descuidada, selva depredada


El estado peruano, tan generoso con los rateros chilenos, a quienes da toda clase de facilidades para que conviertan al Perú en su colonia, siempre ha descuidado la sierra, y ha medido el “progreso” del país por el mayor o menor desarrollo de las ciudades de la costa o de algunas ciudades más o menos grandes de la sierra. Pero considera un estorbo para el “progreso” a los millones de campesinos y pastores pobres, malnutridos y abandonados, carentes de todo acceso a la modernidad y a la técnica moderna que puedan sevirles. Lo único que hace el estado es oficializar su status de cuasi mendigos mediante programas como “Juntos” o “Sembrando”.

Sucede que con el aumento normal de la población, muchos de estos habitantes de la sierra llegan a las ciudades de la costa a formar los cinturones de miseria (eufemísticamente llamados “pueblos jóvenes” o “asentamientos humanos”) o van a depredar la selva. Entre estos campesinos serranos existe la costumbre de quemar pastizales, en la sierra, lo cual con frecuencia produce graves y extensos incendios. Si esta práctica es mala en la sierra, es peor en la selva. Los serranos que van a la selva a talar o quemar bosques para cultivar chacras en el terreno depredado causan un daño enorme. Y todo esto lo sabe el gobierno aprista, que por acción u omisión trabaja para destruir el Perú3.

En este contexto de abandono intencional de la sierra, tenemos que el estado consiente la nociva presencia de campesinos cocaleros en la selva. Si se hacen padrones y censos verdaderos se comprobará que los cocaleros no son indios de tribus selváticas sino mayormente indígenas de la sierra. Por supuesto que ya tenemos motivos para sospechar que la persistencia de los cocaleros y los narcoterroristas es algo no sólo tolerado sino propiciado; no podemos creer que bandas de atorrantes armados —llámense “terroristas”, “sicarios” o “narcoterroristas”— puedan tener tanto tiempo en jaque a una fuerza armada profesional, ni tampoco aceptamos que en más de veinticinco años no se haya podido cambiar la situación laboral y social de los intrusos depredadores andinos de la selva.

En este orden de cosas, el estado peruano debe emprender acciones decisivas en la sierra, para mejorar el nivel de vida de la gente, dignificarla y dejar de considerarla un caso de asistencialismo promotor de la mendicidad permanente; más bien debe entender que esos beneficiarios, hechos mendigos del programa “Juntos” y otros, son peruanos que tienen derecho de vivir dignamente en su país, y recibir más ayuda y asesoría verdaderas, que se medirán por el resultado de selva sin depredación y costa y ciudades grandes de la sierra sin cinturones de miseria. Se habrá ganado bastante con que estos campesinos sean autosuficientes.

No a la represión

Que la selva esté bajo soberanía del estado peruano no da derecho al gobierno a disponer de esos territorios como le venga en gana, y menos cediéndolos en concesión a empresas que explotan petróleo, gas o minerales. La Amazonía con su vasta extensión llena de biodiversidad es patrimonio, en primer lugar, de los indios de las tribus o etnias, como se reconoce en la Constitución y mediante convenios internacionales como la Declaración 169 de la OIT; y es también patrimonio de la humanidad. Quede claro: no hay mejores guardianes y protectores de la selva que los mismos nativos.

En cuanto a la idea de mandar a la fuerza armada a reprimir a los indígenas selváticos, sugerimos al gobierno aprista que más bien las mande al punto Concordia, para que en el lado peruano de la orilla del mar levanten un hito; o que las envíe a desalojar a Lan, Ripley, Sodimac o Saga Falabella, empresas chilenas que urgentemente se debe expulsar del Perú porque comprometen nuestra seguridad, son motivo de vigilancia y “protección” para la ratera fuerza armada chilena, que por la traición del Apra ya nos ve como territorio colonizado. Los policías o militares que vayan a reprimir a los nativos son perfectos extraños que irían a ofender o herir a los verdaderos dueños, que son los indios de la selva.

Lo correcto es dejar la selva como está, tal como la conservan los aborígenes, y ni siquiera se debe analizar proyectos como los de explotación minera o de hidrocarburos que afectan el medio ambiente. Habíamos mencionado que la selva es también patrimonio de la humanidad, un pulmón para los habitantes del planeta Tierra. Aquí viene a cuento mencionar que existen periodistas y “expertos” corruptos y rateros que hablan con entusiasmo de la “globalización”. Sepan, aceitados sirvientes de la “globalización”, que entre los grandes países de Occidente (Europa y EE. UU.) existe la idea de declarar zona internacional (esto es, fuera del control de los países propietarios) a toda la selva de América del Sur, con el argumento de que países como Colombia, Venezuela, Brasil, Bolivia y Perú están destruyendo la Amazonía en vez de cuidarla. Si esto es así, todo aquel que propicia alterar el equilibrio de la naturaleza en nuestra selva está trabajando, en realidad, para entregarla al control internacional.

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1 Leer Agricultores chilenos en el Perú Agricultores chilenos en el Perú

2 Al botar del Perú a los agricultores chilenos, el estado tiene que darles el dinero que han gastado. Esto es lo que tendrían que pagar al estado los campesinos sin tierra beneficiados.

3 Leer La segunda destrucción aprista del Perú