Por dónde va la fe de la inmensa mayoría


Por Humberto Campodónico


El artículo de Alan García publicado ayer, “A la fe de la inmensa mayoría”, vuelve a decir que “quien no está conmigo está contra el país y es un antisistema”, cambiando el discurso (relativamente) conciliatorio post conflicto de Bagua. Este artículo está dirigido a una supuesta “mayoría silenciosa” que no tiene intervención política activa, por lo cual no es escuchada, pero que es determinante para decidir los destinos de la Nación.


García no está diciendo nada nuevo, sino retomando el discurso de Nixon de 1969 pidiéndole apoyo a la “mayoría silenciosa” para seguir la guerra en Vietnam. En su afán de polarizar, de aquí al 2011, dice que “vivimos una guerra fría en la que participan gobernantes extranjeros” y que está en marcha un complot “para provocar un levantamiento general de los pueblos, precipitar la caída del sistema y elegir una Constituyente”.

Pero no es eso lo que dice la “mayoría silenciosa”. El 92% dijo en una reciente encuesta (Apoyo) que los nativos debieron ser consultados acerca de los decretos legislativos. También que el primer responsable de Bagua es el propio Presidente con el 57%, seguido de Cabanillas con 39%, Simon con 24% y Pizango y la PNP con 17%. Los “extranjeros infiltrados” a los que alude el Presidente llegan en 6to lugar con el 11%.

Alan García dice que en el 2006 el pueblo eligió entre dos modelos: de un lado la democracia económica y política y, de otro, el estatismo económico y la demagogia. No es así. En el 2006 el Perú se pronunció claramente por la exclusión del neoliberalismo a ultranza implantado en el Perú desde 1991, discurso que incluso adoptó Lourdes Flores al final de su campaña electoral.

García prometió modificar la renta básica, un impuesto a las sobreganancias mineras y petroleras, revisar el TLC “línea por línea”, etc. En su discurso del 28 de julio del 2006 dijo que estaba agotado el Consenso de Washington y que “ahora sabemos que ni la estabilidad ni las privatizaciones fueron suficientes y que, por aplicarse aisladamente dejaron un saldo de pobreza y de marginación para millones de seres humanos. Hoy requerimos de un nuevo consenso, que rescate el rol del Estado por el empleo y la justicia y que afirme la participación ciudadana sin exclusiones”.

Pero, contradiciéndose —y perdiendo una gran oportunidad de cambio— la derecha económica siguió gobernando, ampliando la reforma neoliberal con los 100 Decretos Legislativos inconsultos que causaron la tragedia de Bagua. 

El fondo del asunto no es la polarización entre “dos sistemas” sino reconocer que se necesita un equilibrio entre mercado y Estado, como se dijo en la campaña electoral. Eso se pudo hacer en los primeros años de gobierno, pero no se cumplió con aplicar impuestos a las ganancias de capital, con una nueva Ley del Trabajo, con la vigencia del salario mínimo, con el potenciamiento de las empresas públicas, con restringir las comisiones de las AFP, entre otras políticas. Los años de bonanza económica han reforzado las ganancias y profundizado la desigualdad.

A las grandes mayorías no les basta con el discurso de un mayor crecimiento. Les interesa ser consultadas y participar de los frutos de ese crecimiento. Es decepcionante constatar que el Presidente no ha aprendido las lecciones de Bagua, lo que querría decir que el sucesor del premier Simon va a insistir en “más de lo mismo”. ¿Se seguirá con los “faenones”, con un DL 1090 igual que el derogado pero con otro nombre, con la no anulación de la venta de PetroTech (que, encima, no paga impuestos), con la venta a México del gas del Lote 88, con la desprotección de la industria nacional, etcétera?

En su artículo, García está proponiendo lo que Alberto Adrianzén ha denominado una “guerra civil política” de aquí al 2011 para, supuestamente, defender al modelo de los “antisistema”, tratando llevar a ese esquema a los empresarios y, también, a su propio partido. Esa ruta “polarizadora” —que se asemeja cada vez más a la política del miedo, miedo, miedo de George Bush, derrotada por Obama— debe se reemplazada por el diálogo democrático y el nuevo equilibrio entre Estado y mercado. Es por allí que anda la fe de las inmensas mayorías.

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