Cuando la gran mayoría no tiene fe en el gobierno

Por Juan Sheput

En las últimas horas asistimos al triste espectáculo de la queja permanente y a la incapacidad para gobernar y actuar. Se queja el presidente Alan García, se quejan su ministra del interior, su ministro de defensa y sus ex ministros. Se quejan sus partidarios. Se quejan sus voceros mediáticos. Todos se quejan y... se lavan las manos. Nadie quiere asumir su responsabilidad. Por algo será.


El actual gobierno da lástima en cuanto a sentido político. Está demostrando que no tiene ni cuadros ni capacidad para gobernar el país. Requiere de cifras amañadas para justificar falsos éxitos. Requiere de presionar a los medios para que no informe sus múltiples errores ni destapen sus múltiples corruptelas.

Si alguien es enemigo del sistema democrático pues ese es Alan García y el conjunto de su gobierno.

Hasta Mario Vargas Llosa les llama la atención, aunque involuntariamente. En su afán de defender la lotización de la selva, Mario Vargas Llosa dice en su Piedra de Toque publicada hoy "inculcándoles las estúpidas mentiras según las cuales aquellos decretos formaban parte del tratado de libre comercio firmado entre el Perú y Estados Unidos". Señor Vargas LLosa, fue el gobierno de Alan García quien metió los decretos legislativos en el lote de facultades delegadas por el Congreso para poner en marcha el TLC y fue la ministra Mercedes Araoz quien mintió diciendo que el TLC con Estados Unidos se caía si se derogaban los decretos.

Una vez más don Mario Vargas Llosa demuestra estar desubicado. Su artículo fue una victoria pírrica para los intereses vendedores de la Selva.

El espectáculo penoso que viene dando el gobierno de Alan García y sus ministros es una demostración de los niveles de deterioro a los que nos puede llevar un conjunto de personas que tiene como factor común la incapacidad.

Finalmente, que no exista el mínimo de coordinación entre el Ministro de Defensa Ántero Flores Aráoz y la Ministra del Interior Mercedes Cabanillas, reconociendo el primero que no sabía de los policías rehenes es un escándalo y en cualquier otro país sería motivo suficiente para exigir la renuncia del premier Yehude Simon y su gabinete.

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