Escribe Joan Guimaray

Perú, país nuestro de siempre, es así de repetitivo, aburrido y entrañable. Hoy como ayer, nos vuelve a generar: amor y desencanto, angustia y disgusto, dolor e impotencia. Pues esta vez, ya se puso al borde del abismo, ya se encuentra al filo del precipicio y está a punto de desbarrancarse, forzado por los mequetrefes candidatos presidenciales sin talla de estadista y obligado por un electorado más oclócrata y ventral que demócrata. Y, en esta ocasión, ni siquiera ya existe el mal menor que nos pueda servir de consuelo como en las dos últimas elecciones. Oclocracia.

 

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Esta vez, o seremos indignos hasta la vergüenza, bajo el gobierno de la señora ‘K’ que tiene como prioridad liberar a su padre ladrón, asesino y violador de los derechos humanos, o nos hundiremos en el océano de la incertidumbre, en el pantano de la pobreza y en el fango de experimentos, bajo la administración del profesor Pedro que confunde al país con el gremio magisterial. Es decir, o volveremos a ser súbditos como en los años noventa, mientras la ‘emperadora de mano dura’ robe, mate y persiga a todo aquel que se oponga a sus objetivos personales igual que el truhan de su padre, o seremos simples cobayos de experimento en la aventura de un envalentonado hombre que por las torpezas que pronuncia, se nota que nunca ha pensado seriamente en el país. De lo contrario, las señales no estarían a la vista y los indicios no sonarían en el oído.

Pues, él nos dice ser maestro, pero discursea sin maestría. Nos dice ser educador, pero sus prédicas carecen de la armonía de un hombre educado. Nos dice ser demócrata, pero sus alocuciones exhalan aspiraciones totalitarias. Nos promete concertación, pero precisa que sólo será con los suyos. Se queja del ‘terruqueo’, pero no da muestras de estar convencido de los esenciales valores democráticos. Le sobra voluntad para hacer sin fin de cosas, pero carece de capacidad hasta para cumplir con las demandas más mínimas. Y, ya ansía colocarse la banda presidencial, pero ni siquiera tiene en claro las atribuciones de jefe de Estado.

El problema del profesor Pedro, es su falta de conocimiento, su carencia de cultura, su escasa información y su exigua o nula reflexión sobre el país. Por eso, es elusivo y temerario a la vez. Pero, que nadie justifique diciendo que él es andino, provinciano y cajamarquino, pues, don Alfonso Barrantes también era de esa tierra norteña y andina, y fue también izquierdista, socialista y mariateguista. Pero él, no sólo hablaba del socialismo peruano, sino también, citaba a Unamuno, mencionaba a Ortega y Gasset, parafraseaba a los grandes pensadores universales, y enfrentaba a la prensa, con brío y lucidez.

Precisamente por eso, don Pedro Castillo carece de talla de estadista. Pues, una cosa es ser sindicalista y otra muy distinta ser estadista. Una cosa es luchar por la reivindicación gremial, y otra muy diferente, forjar el bienestar de un país. Y, una cosa es ser secretario general de un gremio, y otra absolutamente distinta, ser jefe de Estado. Pero, eso no quiere decir que la señora ‘K’ sí tenga talla de estadista. Pues, no, y en absoluto. Ella ya no sólo carece de talla, sino también de autoridad moral, de condición ética y de esencia democrática. No considera al país como suyo, sino, como la granja de su padre. Viene de simular cócteles, rifas y otras negras actividades para justificar el dinero sucio. Además, es gélidamente cínica, desvergonzada y amoral. Pues, en la televisión tergiversa la verdad para alegar que hasta ahora la fiscalía no le ha encontrado ningún ‘desbalance patrimonial’, cuando la investigación no es precisamente por esa figura delictiva, sino, por lavado de dinero, delito sobre el cual, el ministerio público tiene en su poder, abundante documentación y muchos testigos, y que, por tanto, ha pedido nada menos que treinta años de cárcel.

De modo que, la candidata con mayor posibilidad de llegar al Palacio, no sólo es alguien que no tiene rubor en el rostro, sino, una mujer mugrienta hasta el tuétano, podrida hasta sus entrañas y viciada en toda su naturaleza. Su situación es casi similar a la candidatura de su padre en el año noventa. Por eso, no cabe duda de que la multitud de semiciudadanos y quasi ciudadanos que no saben de dignidad, votarán por ella. La legión de ignaros emprendedores que carecen de autoestima, también decidirán elegirla. Y, muchos indecentes convenidos que comparten el oficio de quebrantar la ley y eludir el cumplimiento de sus deberes, no dudarán en favorecerla. Consecuentemente, si el profesor Pedro no escucha los consejos, no replantea su programa y no modera sus propuestas para hacer de verdad un ‘Perú libre’ de los males más nefastos, inevitablemente ganará la señora ‘K’. Sucederá como hace treinta años, cuando resultó electo el pícaro de su padre, siendo un evasor de impuestos, acosador de sus alumnas, malversador de fondos de la universidad en la que trabajaba, e inverecundo estafador del propio Estado. Pues, durante la Reforma agraria, se hizo pasar por ‘campesino’, para hacerse adjudicar los terrenos de ‘Pampa bonita’. Sin embargo, ni su abultada trapacería, tampoco su ya conocida catadura moral, evitaron que la mayoría del electorado decidiera otorgarle su voto, ungiéndolo de presidente.

De manera que, no nos olvidemos. La historia está a punto de repetirse. Eso es lo que nos revela el electorado que sigue siendo casi el mismo de hace tres décadas. No ha cambiado, ni ha madurado, mucho menos, ha evolucionado. Pero, tampoco los candidatos presidenciales han mejorado en nada. Siguen careciendo de ideas, continúan aferrados a sus viejos pensamientos y persisten en balbucear sus poquedades como antes y como siempre. Por tanto, como bien decía don Marco Aurelio Denegri, sufrimos de peoría, más no disfrutamos de mejoría.

Así que ahora, aunque nos salvemos de la peste de Wuhan, quizá no podamos escapar de la lepra y de la nesciencia. Pues, inexorablemente tendremos que soportar o bien a la señora ‘K’, o bien al profesor Pedro. Es decir, o bien a la malatía o bien a la nesciencia.

El destino nos ha puesto en una grave encrucijada, de la cual, sólo saldremos más pronto, si el entendimiento nos acompaña para decidir por la ilegitimidad a los aspirantes, pero, dentro del marco de la legalidad y la formalidad democrática. Y, ese único recurso que nos queda, no es sino, apelar a nuestro sentido ético y asumir el deber moral de votar por la decencia, la dignidad, el honor y el amor por la patria.