El Presidente habla de las moscas


Por Gustavo Espinoza M. (*)


"Habla el Presidente / y es tal el silencio / que se oye / zumbar a las moscas /
Y se las oye zumbar / tan nítidamente / que ya no se oye / de ningún modo /
al Presidente / y es una pena / pues habla / precisamente / de las moscas."

Jacques Prevert


Pues si, el pasado 28 de julio, ante el Congreso de la República, el presidente García pareció hablar de las moscas. Hubo un silencio emblemático ante su ostentosa oratoria, al extremo que pudo oírse el zumbar de las moscas. Y este fue tan intenso, que nadie supo explicar después de qué exactamente, había hablado el Presidente. 

Unos, dijeron que de la violencia. Otros, que de la pobreza. Los más, que de todo un poco. Pero los analistas convocados por los programas políticos tuvieron que esforzarse al máximo  para ubicar, en los cien minutos de sonoro discurso presidencial, una línea coherente o una ruta definida. Finalmente, optaron por aludir a aquello que no fuera abordado por el Jefe del Estado. Así fue más fácil.

Y es que el señor García habló de los más diversos temas, pero sobre todo de trivialidades, confusiones y promesas. Y, además, por cierto de amenazas. No de las que se derivan de la crisis, sino de las que profirió él, blandiéndolas contra los "anti sistema", que son los que quieren torcer el rumbo neo liberal  que se promueve, en el empeño de demostrar que un nuevo camino también aquí, es posible.

Y es que, en verdad y en el fondo, en el más figuro sentido de la palabra, el Jefe del Estado habló de nada, si lo que se busca son temas importantes, que interesen al país y a sus habitantes.

Cuatro fueron en el cuadro general las omisiones más clamorosas precisadas en la maratón oratoria de este año: la amazonía, la pobreza real, y los derechos de la ciudadanía y la situación de los trabajadores.

La amazonía, su drama y su lucha, fue el primer gran ausente en el mensaje oficial de las Fiestas Patrias. El señor García olvidó decir que la crisis de Bagua, y el conflicto general reciente, sirvieron para poner en el escenario a pueblos, que se convirtieron en actores de la historia.

También omitió reconocer que los hechos ocurridos en el país entre el 5 de abril y el 5 de junio permitieron visualizar la realidad a partir de una mirada distinta a la tradicional, porque el escenario de la confrontación social cambió de derrotero y se trasladó a las zonas más inhóspitas en procura de nuevos protagonistas.

Y desde luego pasó por alto el hecho que, en este contexto, se construyó para el país una nueva agenda de diálogo, no apetecida, ni escogida por el régimen, pero sí impuesta por la fuerza de las multitudes y la explosiva protesta ciudadana.

Las comunidades nativas —los Awajún, los Achuar, los Wamphis, y otros— asomaron en el horizonte peruano como un vendaval, y dejaron muy poco espacio para la maniobra oficial. Por eso el conflicto de la amazonía concluyó en un bárbaro enfrentamiento que el Perú oficial busca hoy silenciar porque sabe que, en la materia, su responsabilidad resulta inocultable e ineludible.

Pero ese no fue el único tema ausente de la perorata presidencial. También lo fue la pobreza real, esa que se afirma en indicadores irrebatibles: hay en el Perú 1'359,000 niños entre los 6 y los 17 años que se ven obligados a trabajar por la incidencia de la pobreza en sus hogares. Pero, además, hay 7 millones de peruanos que viven  en condiciones de pobreza extrema, es decir, en virtual situación de indigencia. Y 9 de cada 10 peruanos sufren los estragos de la miseria en el Trapecio Andino.

Para ocultar tan demoledoras cifras, el Presidente prometió colocar al Perú en pocos años en el sitial de un país del "Primer Mundo". Y aseguró además que desaparecerá el analfabetismo, que se extinguirá el hambre, que el empleo será pleno. Y que la felicidad envolverá a los peruanos de todos los matices y colores.

Aunque claro que, en relación a esto último, juzgó prudente más bien ocultar bajo la alfombra una cifra definida: en sólo los últimos seis meses, 200 mil peruanos han perdido su puesto de trabajo, afectando la estabilidad de un millón de personas dependientes de un salario.

Y por si esto fuera poco, los Penales de la República —que hasta hace algo más de tres años albergaban a 20,900 personas— hoy cobijan a 44,974, el 70% de los cuales permanecen en prisión sin haber sido oficialmente condenados por delito alguno. ¿Crecimiento de la delincuencia? Así le llaman, pero también podría denominarse genéricamente incremento de la represión social.

Y este último dato tiene que ver con el tercer tema pendiente: el de los derechos ciudadanos. Porque el derrotero oficial no conduce a afirmar la democracia en el Perú, sino a imponer por la fuerza un régimen crecientemente autoritario en el que será reprimido todo aquel que discrepe del "modelo" oficial. Por eso disposiciones como el "arresto ciudadano" o acusaciones de "colusión con el terrorismo" van y vienen en el escenario social afectando a tirios y a troyanos.

Los derechos de los trabajadores fueron, por cierto, la cuarta fuente del desdén gubernamental. Ni reposición de despedidos, ni restitución de derechos conculcados, ni aumento de sueldos y salarios, ni iniciativas orientadas a aliviar los efectos de la crisis sobre los hombros populares. Para los trabajadores, nada.

El marco general que servirá al gobierno para recortar las libertades ciudadanas y los derechos de los trabajadores, es la cantada lucha contra "la ingerencia externa", es decir, la influencia magnética que proyectan en nuestro escenario los procesos liberadores que ocurren en otros países de América Latina. Para enfrentar esa "ingerencia externa" el Presidente del Consejo de Ministros acaba de informar que ha contratado los servicios de "expertos colombianos y norteamericanos". Ellos nos ayudarán, sin duda, a combatir la "ingerencia externa"

Porque teme realmente la influencia del proceso liberador latinoamericano, el gobierno peruano no hace otra cosa que condenar a los gobiernos de los países amigos, a los que califica de "violentistas", con el mismo desparpajo que endilga esa caracterización a todos los peruanos que de una u otra manera resisten los designios oficiales.

Por eso es que, en la línea de mira del régimen peruano, asoman Evo Morales, Hugo Chávez, Rafael Correa o Daniel Ortega, símbolos todos de una América que renace en nuevas condiciones.

En esa línea de trabajo, el Mandatario "olvidó" a las víctimas del "Baguazo", a los civiles que allí murieron, y a los uniformados que pagaron con sus vidas la desidia e irresponsabilidad gubernamental. Y tan sólo exhortó una vez más al aparato represivo del Estado a hacer uso de sus armas contra el pueblo, en la lógica  oficial del "no piense, dispare.". Y habló de plata, y de núcleos operativos para administrarla, y de Carlos Arana, el hombre de su "caja chica", a quien puso al servicio de su claque.

Si a las agresiones formales les sumamos las órdenes de captura contra los líderes amazónicos, las amenazas contra los dirigentes de las organizaciones poblacionales, las alusiones de los "servicios de inteligencia" referidas a la "actividad subversivas" de líderes sociales, y los proceso que se pretenden abrir ahora contra quienes se enfrentan; tendremos un marco más definido destinado a vulnerar en todas sus modalidades los derechos ciudadanos.

Lo más reciente, el escándalo mediático a partir de una inexistente "apología del terrorismo"   en el Congreso de la República, no es entonces sino un modo de mostrar los dientes del aparato represivo del Estado con el deliberado propósito de atemorizar a los pusilánimes y a los principiantes, a los que se asustan con el vuelo de las moscas, aquellas que opacan la voz del Presidente.

(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / www.nuestra-bandera.com