Herbert Mujica Rojas

Desde el saque el titular reta, golpea, solivianta. ¿Cómo así que superar al maestro inmortal y al espíritu levantisco cuasi conciencia rebelde, ayer y hoy, del país?

 

Manuel Gonzalez Prada 1



Seamos justos y puntuales. Más allá de la feroz crítica, no pudo ir más hacia adelante don Manuel. No le alcanzó el tiempo, tampoco eran las comunicaciones como hoy.

Y el Perú —en eso sí seguimos estancados— persiste en un mosaico impresionante, desunido, fragmentado y sin líderes. Las castas políticas hieden, los capituleros abundan, los logreros presiden el menú cotidiano del asalto a la faltriquera que aquí se llama presupuesto nacional.

El texto inicial pertenece a un artículo del 7-11-2008 y que llevó como título: ¡Superemos a González Prada!

Como, lejos de haber perdido vigencia, su contextura robustecida por las infamias que denunciaba una centuria atrás Don Manuel, persisten, reformadas pero idénticas en su ponzoña malvada contra el Perú, bien vale la pena reiterar algunos conceptos cardinales.

Cuando propongo la reflexión en camino a ser prédica diaria, es decir en catecismo no religioso —aunque eso desafíe la propia definición—, lo hago porque en Perú la desidia popular permite la actuación de patibularios en la cosa pública.

Si no fuera de ese modo, muchos prontuariados ya habrían dado con sus huesos en las cárceles y no estarían como están hoy detrás de escritorios, cobrando sueldos a la Nación y “personificando” al país.

Hasta hoy y luego de más de 45 días es imposible la precisión oficial que revele que las más de 60 personas fallecidas en las marchas, lo fueron a causa de balas militares. ¿A quién o a quiénes se encubre?

El cinismo gubernamental no puede ocultar que mientras más días pasen, menos probable que la verdad ocupe un sitial de reflexiva presencia para conocer detalles.

¿Y por causa de qué todo el mundo calla? Es que no nos hemos impuesto el reto de romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.

¿Existen los partidos políticos? Son clubes electorales. Usinas que proporcionan técnicos o panzones funcionales al Estado, pero en modo alguno, alfiles de la revolución constructiva de que hablaba hace más de 50 años Manuel Seoane y que empezó tempranamente una prédica hoy olvidada por quienes se reclaman sus alumnos.

Hay una diferencia enorme entre las tribus caníbales que abundan en la cosa pública, esperpentos fagocitadores y cancerosos de cualquier esfuerzo y las fraternidades calurosas que construyen naciones al amparo de los fueros de la decencia, dignidad y solemne virtud para forjar un país.

No son lo mismo tropas de capituleros angurrientos que combatientes de insobornable decisión y ansias de victoria.

¿Hay que refundar los partidos políticos? Pero ¡si no existen!

Verbi gracia: hay que crearlos superando a González Prada que admonizaba que no era bueno “tomar a lo serio cosas del Perú”.

Fundamental resulta advertir que la opinión libre no puede hallar ataduras ni cortapisas. El que dogmatice camina hacia la entelequia.

El que crea que sus verdades son evangelio imbatible, transita hacia la estupidez.

Y las naturalezas muertas no crean ni edifican, sólo apestan y envilecen.

Por desgracia en Perú sólo hay la lectura de infortunios y desgracias en los miedos de prensa.

Pero es hora de trocar la sentencia atroz en que discurría don Manuel para convertirla en acicate, espoleo, látigo y furia hecha creación genuina, heroica y revolucionaria que constituya el baluarte de la reconstrucción nacional.

No tiene nada de pigmeo el reto. Sin embargo, tampoco debemos desdeñar la posibilidad de volvernos gigantes como lo fueron los incas y los preíncas. ¿No es aquello posible?

Por tanto vuelvo a la génesis del recordatorio: ¡Superemos a González Prada!

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

 

03.03.3023
Señal de Alerta-Diario Uno