Herbert Mujica Rojas

En estos ya largos lustros de ejercicio redactor, también he tenido la enorme satisfacción de recibir mensajes, muchos coincidentes y que me “culpan”, los lectores, de tener que acudir al diccionario. ¡En lenguaje periodístico se llama Mataburro al valioso libro!

 

diccionario

 

Por un lado, hay quienes sienten ira al verse descubiertos y denunciados en la tropelía en que caminan delictivamente. Y los informes y contribuciones pueden ser probados todos, aunque eso signifique juicios por supuesta difamación agravada, amenazas telefónicas, por todo medio y presiones de índole múltiple.

A esta altura de aniversario, en los caminos de Nuestra Señora la Vida, bien vale recordar el dicho: ¡perro que ladra, no muerde! Y enfrentar a decenas de adversarios poderosos, con abogados cotizados en dólares o euros, una práctica desgastante, siempre onerosa. Aunque a veces nadie agradezca la defensa de la cosa pública.

El Mataburro es un libro de consulta y de cabecera (he obsequiado decenas de 800-1000 páginas). Y hasta puedo contar anécdotas muy divertidas. Solo una de ellas.

Largos años trabajé en el diario Extra, bajo la batura del extraordinario periodista Carlos Sánchez Fernández. Por esa época (años 80 en adelante), en medio de explosiones terroristas y miedo a granel en todo el país, acometíamos con entusiasmo y calidad, la tarea informativa.

Carlos era un redactor eximio y exigía que los informes y artículos se hicieran con calidad. Cuando esto no ocurría, gritaba a voz en cuello: “¡tráiganme el Mataburro o un lanzallamas”. Medio en serio y en broma, obvio era inferir que estaba muy molesto con algunos redactores y sus anuncios chamuscadores eran advertencia severa.

Por otro lado, he recibido regaños de los más divertidos: “escribes difícil”, “me obligas a buscar qué quieres decir”, “nadie te entiende”. A título seguido, me confiesan que la consulta al Mataburro fue más fácil de lo que pensaban y cosas por el estilo.

La verdad verdadera en tiempos de cut and paste, cortar y pegar, es que la saludable costumbre de buscar en el diccionario o Mataburro, el significado de las palabras ignotas, se ha olvidado culposamente.

No es solo que la calidad expresiva y de comunicación de los docentes se ha degradado de tal forma que el dominio sobre el lenguaje apenas si produce muecas, sílabas en lugar de palabras y apelación al teléfono celular y a sus aplicaciones.

¡Hemos bajado peldaños en el entrenamiento de la razón y de sus maneras y convenciones! Cientos o miles de veces, por citar un mal suceso, he notado cómo se usa el término barrunto como sinónimo de barrio. ¡Y no hay la más mínima conexión! El barrunto es la sospecha o el indicio. El barrio es una agrupación social.

Entonces, cuando nuestra sociedad asemeja el remedo de manadas que rebuznan o mugen y tienen eso como “lenguaje”, incurrimos en un crimen sin castigo.

El periodismo, aparte de informar con apego irrestricto a la verdad, también tiene una labor docente indesligable del buen uso del idioma oral, televisivo, radial o escrito. En una transmisión radial escuché el anuncio de una locutora: “aquí las novedades nuevas”. La barbaridad es impresionante.

Por tanto, cuando recibo las quejas por el uso de algunas palabras que no se conocen, sólo puedo recomendar el uso frecuente, amigable y lectivo del Mataburro. Además, leer no produce cáncer ni soponcios, por el contrario alimenta y cultiva.

¿Qué mejor recompensa que estas notas de los lectores? Si pudiera traducir las decenas o cientos de mensajes en recompensas dinerarias a un trabajo tesonero, podría olvidar cualquier clase de aprietos frecuentes, angustiantes y de cumplimiento obligatorio. Pero esta tarea es un deber y que procuramos mantener a la altura y merecimiento de tantos lectores.

Un ejemplo clásico. ¿Han escuchado a los congresistas? Por lo menos 95% de aquellos es incapaz de mascar golosinas y subir una escalera, sin riesgo de un síncope o achaque fulminante. Los rudimentos de comunicación que manejan son elementales y otorgan predilección a lo teatral y no a la calidad de sus contenidos.

Si para algo sirven los años, vividos con emoción y apasionante fervor indeclinable es para devolver, con modestia y humildad, algo de lo aprendido, a nuestros compatricios. Y sólo sé hacerlo, con gran imperfección ciertamente, de modo escrito.

¡Habemus Mataburro! No lo olviden.

 

21.08.2023

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