Herbert Mujica Rojas

El “fútbol une al Perú” leí en un comentario y cuyo autor es una persona con más de siete décadas, ergo, sabe lo que dice. ¿Es cierta la sentencia?

 

seleccion peruana

El deporte de multitudes recauda su financiamiento de aquellas que consumen los variados productos que derivan de esta clase de espectáculos, en el avisaje, publicidad, promociones y en que cientos de millones se mueven alrededor.

La liza se decide en 90 minutos. Antes se posa para las fotos, se cantan los himnos nacionales y con cierto esfuerzo, atizado por los genios especialistas, hasta se convierte en una guerra a muerte, lo que es un simple encuentro de balompié.

No se decidirá en un match tal o cual inversión para beneficio de los más pobres. Tampoco el destino de capitales para la creación de más y diversificada oferta de empleo. Mucho menos discurrirá la pasión del partido en referencia a hospitales, enfermos y carencias. De ninguna manera.

Los deportistas, ganen o pierdan, reciben lo que sus convenios establecen cuando están de licencia para jugar por la selección. A veces hasta envejecen en esos puestos de los que nadie los reemplaza porque hay exigencias extradeportivas pero muy comerciales que así lo demandan.

Si se gana, aunque sea por pura suerte o deficiencia del equipo oponente, la gloria llega por algunas cortas horas. Si se pierde, el entrenador recibirá las críticas más demoledoras de que tenga memoria. Casi troca en cadáver con epitafios al paso.

¿Sació su hambre el famélico y desnutrido ciudadano? No parece una fórmula corriente. ¿Se levantaron industrias y puestos de trabajo?, ¿estableció claramente los lindes de su soberanía el país ante el descarado juego aquí en Perú de las potencias? Nada de eso.

Del artículo El fútbol y el país, cuyo autor es Joan Guimaray https://bit.ly/3O1xn1O, reivindico algunos asertos punzantes y certeros:

“Entonces, una vez más, el país no sólo se paralizará, sino también se teñirá de blanco y rojo, de rojo y blanco se coloreará. La mayoría vestirá polos de Gamarra. Los más acomodados lucirán vinchas de seda y camisetas Adidas. Y los más pobres, por enésima vez volverán a ponerse sus descoloridas prendas de pasadas eliminatorias.

……. todos estaremos embriagados de fútbol, ebrios del deseo mundialista, achispados por ver los goles de la blanquirroja. Incluso, nos olvidaremos de nuestras diferencias. No recordaremos de izquierdas ni de derechas. Tampoco estarán en nuestras mentes, los comunistas ni los caviares. Y, si de pronto vomita el gol de Cueva, ese cajón electrónico que mantendrá atrapada a nuestras ansiosas pupilas.

Y, no tendría nada de raro ni de extraño. Al fin y al cabo, estamos hechos de pequeños contentamientos, de insignificantes alegrías, de minúsculas satisfacciones, puesto que el verdadero dulzor de la gloria aún nos sigue siendo lejano, esquivo e inalcanzable casi en todo.

En el fútbol, sabremos que en el mejor de los casos y para la alegría de muchos, los muchachos irán al mundial, pero no con las convicciones de llegar a los cuartos de final, ni con la confianza de arañar por lo menos el tercer lugar, sino, para ser eliminados en la primera vuelta y regresar como siempre sin goles ni proezas, pero con la idea de “la misión cumplida” para el consuelo de los optimistas. Ya que, después de todo, la máxima aspiración del equipo nacional, es simplemente llegar al mundial.

Y en tanto que, en nuestra doliente realidad de país, que no quepa duda, de que despertaremos con el mismo amargor de los últimos meses. Difuminada la embriaguez por el fútbol, volveremos al agrio trago de la cotidianidad, a seguir abrumados por la incompetencia, hastiados por los vicios, agobiados por los desatinos, horrorizados por los audios y preocupados por la inseguridad.

…. en el país no habrá cambiado nada. El Perú seguirá sumido en sus males. Los desempleados continuarán buscando una vacante, las amas de casa volverán del mercado con menos compras, los ambulantes seguirán desgañitándose por vender sus mercaderías, las madres de los comedores continuarán buscando que llenar sus ollas vacías, los “niños” del parlamento seguirán negociando, los malhechores no pararán de fugar, y esas multitudinarias voces descontentas seguirán haciéndose escuchar: “¡Perú te amo, por eso te defiendo!”.

¡Cuanta carga de verdad fulminante en los párrafos antecitados!

El deporte es bueno. Cuando se lo confina a una danza fenicia en que los jugadores son trebejos de un ajedrez poderosísimo y mundial, se confunden la fantasía y la realidad.

El resto, inmensa mayoría, para comer tiene que trabajar o inventar cómo ganarse el pan suyo de cada día.

Tan simple como eso.

 

14.10.2023
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