Herbert Mujica Rojas

¿Quién tiene la razón en torno a la venta de boletos a Machu Picchu, los lugareños o los que con el inocultable patrocinio de la ministra de Cultura, impulsan el manejo on line? Es un tema polémico porque pareciera tener aristas escondidas al común del público y eso lo hace más complicado.

 

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Cuando se ve a turistas foráneos abominando de Aguas Calientes, del servicio que les prestan, de su imposibilidad de ir a Macchu Picchu, hay que calibrar el profundísimo daño que esas versiones harán contra el turismo en Perú.

El mejor propulsor del turismo no es el Estado ni los gobiernos nacionales o regionales: ¡es el turista feliz, maravillado de haber gastado sus dólares o euros copiosos por las satisfacciones obtenidas durante su estancia en Perú.

¡Todo lo contrario, letalmente adverso es lo que se está consiguiendo estos días desconcertantes con todo parado y foráneos que no tienen por qué comprender la justicia de peticiones que deben resolverse al margen de ellos!

Al parecer la ministra de Cultura, ocultó que algunos ciudadanos vinculados a Joinnus, eran sus parientes. Las entrevistas televisivas tienen el inocultable tufo de una concertación demasiado amable y siempre sale airosa de preguntas más bien elementales.

Por su lado, los dirigentes locales advierten sobre una privatización, cuyo primer paso constituye el manejo digital de las entradas. ¿Quién tiene la razón? ¿O unos u otros? Mi impresión franca es que los involucrados padecen de una extremada miopía: están matando, con grosería ramplona, a la gallina de los huevos de oro.

No es un problema local. Puede acontecer en cualquier destino turístico de los muchos que posee Perú. Son más los sitios o atractivos no atendidos por el Estado que el margesí de oferta que posee el país.

La conciencia que esos servicios no pueden parar porque su derrumbe acarrea, como un dominó, la caída de los colaterales, debiera primar en todos los negocios que viven del turismo.

Tal como están las cosas ¡nadie está percibiendo ingresos!

Los operadores turísticos debían llegar a un cartabón mínimo de acuerdos comenzando con la primera máxima: ¡no se puede mal atender al turista! ¡Ni asaltarle o golpearle!

Años atrás en una tienda gigante por departamentos en Cartagena, Colombia, dejé olvidada la llave de mi habitación de hotel. En esa época, esos adminículos revelaban el nombre del recinto y número de habitación.

Ante ese peligro y desde el otro extremo de la ciudad, con un taxi a toda carrera, volví a la tienda, rogando a todos los santos porque nadie se la hubiera apropiado y, de pasadita, de mis enseres, dinero y libros que llevaba a una cita internacional.

El gerente, un simpático empleado descendiente de watusi, de casi 2 metros de estatura, me sonrió y me dijo: “Aquí en Cartagena, NO se pierde nada”. En efecto, en una cajita al modo del Lost and Found, estaba mi llave. El gerente me invitó un tintico.

¿Existe alguna escuela de atención al turista y que incluya el catecismo más elemental para su buena estadía, satisfacción y diversión plena porque todo eso es vía la compra de servicios con sus dólares?

Nada hay mejor para un no castellano parlante que alguien le dé las referencias más precisas y que él entienda. En Cusco es fácil encontrar niños que manejan diálogos completos en inglés, alemán, ruso ¡y hasta chino!

Entonces en Aguas Calientes, estación indispensable para subir a Macchu Picchu, se incurre en el pecado capital de ofender al turista por una controversia que debió haber sido resuelta hace mucho.

Es hora de adentrar la conciencia en pro del turismo como parte de las obligaciones políticas de las colectividades que están en ese rubro. En lugar de salmodias o monsergas sobre sus desprestigiadas figuras, obligación tienen de aprehender estos barruntos modernos.

Es hora de exigir la solución del tema de la venta de entradas. Y si hay dolo en cualquiera de las facciones en contienda, hay que castigar con todo el peso de la ley a los infractores. Socavar el turismo de esta manera tan brutal, requiere punición y nada de contemplaciones.

Un servicio integral que ofrezca hoteles cómodos y seguros, guías de turismo multilingues y culturalmente adiestrados, transportes seguros y modernos en joint ventures puede ser una opción desde el Estado con empresas de todo el mundo.

Perú tiene cientos de lugares que visitar, potajes que degustar, folclore, historia, mito y tradición que mostrar a los ciudadanos vengan de donde vengan.

¡Es hora que tirios y troyanos entierren la estupidez y se pongan a forjar un Perú libre, justo, culto y digno!

 

30.01.2024

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