La imagen de la señora Boluarte, confrontada y zarandeada por dos mujeres en su provocadora visita a Ayacucho, ha dado la vuelta al mundo. Ruth Bárcena, viuda de uno de los diez asesinados en Ayacucho, la encaró; Ilaria Ayme, madre de un menor de quince años, igualmente asesinado, le jaló los pelos. Provocadora, decimos, porque creer que luego de los muertos y heridos en distintas regiones del país durante las protestas y movilizaciones de hace un año, puede pasearse tranquilamente en ellas, evidencia que la mandataria carece del mínimo sentido común. Máxime cuando se trata del personaje que avaló y elogió la acción de quienes realizaron los operativos, “terruqueó” directamente a víctimas y familiares, y presionada por distintos organismos internacionales y la prensa, sostuvo que carecía de mando sobre los militares y sus acciones.

 

Dina Boluarte 24

La misma señora que dijo que eran las instituciones de la justicia las que debían investigar, pero se amparó en el silencio ante la Fiscalía, mientras sus ministerios del Interior y de Defensa siguieron el mismo camino. Peor aún, la persona que ha firmado los recientes ascensos de varios de los mandos que participaron directamente en la brutal represión a las protestas y movilizaciones. Incapaz de pedir disculpas y mostrar alguna empatía con las víctimas, su pretensión viajera para mostrar un país en paz y posar con una sonrisa falsa repitiendo una imagen como las que trató de crear con el presidente americano y con el Papa, evidencian su desconexión de la realidad y su único afán de sobrevivir en el gobierno a cualquier costo.

Ninguna de las dos mujeres, ni la que la confrontó, ni la que le jaló los pelos –acto no por comprensible, menos censurable–, amenazó la vida de la señora, aunque evidenciaron sí, la indignación y la impotencia que sienten miles de peruanas y peruanos, especialmente en los territorios con muertos y heridos, donde con la frívola sonrisa mostrada y los caramelos que la acompañaban, se escondía el desdén por las víctimas y por todo un pueblo agredido.

Más allá de la constatación del mundo paralelo de la mandataria y de la reiteración del agravio, el suceso evidenció una vez más, la precariedad de un Ejecutivo mediocre y carente de capacidades. Las flagrantes fallas que se observaron en la seguridad de Boluarte, que eran una reiteración –recordemos que días atrás asaltaron a los custodios de su hijo y les robaron sus armas–, sirvieron de coartada perfecta para que el gobierno aproveche la ocasión para deshacerse del comandante general de la Policía Nacional.

Enfrentado desde el primer momento con el actual ministro del Interior, responsabilizándolo, entre otras cosas, del fracaso de las declaraciones de emergencia, estrategia y política del gobierno y del gabinete Otárola, tercamente defendida por éste que aseguraba en octubre pasado, que había disminuido la delincuencia en 18%, mientras extorsiones, secuestros y crímenes continuaban a todo trapo. No se trata de defender al general Ángulo, sino de resaltar la facilidad con la que la mandataria y su Premier soplan la pluma y encuentran chivos expiatorios. Así como afirman que no mandan sobre los militares, tampoco asumen ninguna responsabilidad en sus políticas y estrategias que fracasan cotidianamente, menos aún en sus declaraciones sin evidencia alguna.

Que el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, –aquél que permaneció mudo mientras muchas mujeres andinas, algunas con sus hijos en brazos, eran gaseadas–, fuera la primera voz del Estado en pronunciarse, criticando “la agresión física en contra de nuestra Presidenta”, es coherente con un gobierno a la deriva, cuya única meta es llegar al 2026. Como lo es, también hay que decirlo, la velocidad con la que el Ministerio Público ha empezado acciones contra las involucradas, que se presentaron voluntariamente, contrastando con la velocidad de tortuga renga que muestran en las investigaciones sobre sus diez muertos y la violencia desplegada o con la total inacción por el intento de ataque de “La Resistencia” a una muestra en la que participaban familiares de las víctimas, días atrás.

Precariedad de un Ejecutivo y su Gabinete que en los mismos días mostraba su desnudez plena. Una recesión galopante con un Ministro de Economía que carece de toda propuesta, un ministerio de Energía y Minas contra las cuerdas y enfrentado con el primero por la compleja situación de Petroperú, un ministerio del Ambiente incapaz de enfrentar y responder a las modificaciones que el Congreso le ha hecho a la Ley Forestal, la ministra de Vivienda sindicada de estar operando la privatización disfrazada de Sedapal, la ministra de Cultura enfrentada con Cusco por la gestión poco clara del ingreso a Machu Picchu y la ministra de Producción alentando a sectores de pequeños empresarios a movilizarse contra el ministerio del Interior.

Por el momento, todo indica que Boluarte cree que sobrevivirá mientras sea genuflexa, como hasta hoy, frente a un Congreso que la necesita aún y al que todavía, como viene haciéndolo en diversos sectores, puede seguirle concediendo posiciones en el Ejecutivo y entregarles el Gabinete todo sabiendo que nada cambiará.

 

 desco Opina / 26 de enero de 2024