Cuando el deporte no es sano
Por Iván González Alonso (*)
Los valores de audacia, paciencia, respeto, humildad, sacrificio y superación que siempre ha encarnado la actividad deportiva se ven en vísperas de los Juegos Olímpicos de Pekín más pervertidos que nunca. Desde la antigüedad, todos los pueblos y civilizaciones han rendido un culto especial a la actividad física del hombre y al deporte, que no es sino la forma competitiva de aquella. De las carreras de velocidad, las confrontaciones no cruentas con armas o el lanzamiento de objetos, cuya única recompensa para el vencedor era un ramo de olivo hemos pasado a observar con estupor y cierta vergüenza los millones de dólares que gana un deportista sólo en concepto de derechos de imagen. El deporte se ha convertido en un fenómeno global, visto por toda la humanidad, y que mueve enormes cantidades de dinero. Hoy, la riqueza, la imagen pública, la fama y el afán obsesivo por el triunfo, han convertido al deporte de élite y a muchos de quienes lo practican y dirigen en un ejemplo poco saludable para los jóvenes.