Grecia y la “segunda vuelta”


Por Humberto Campodónico


Lo primero que hay que establecer es que, más allá de sus particularidades, la crisis griega nos dice que continúa la crisis del capitalismo, que comenzó en setiembre del 2008 con el derrumbe del sistema financiero (bancos y bancos de inversión) y continuó luego con la recesión que afectó a todos los países industrializados, aunque muchos países emergentes capearon esta primera fase, aunque con dificultad.


La aplicación de enormes “planes estímulo” (alrededor de 3.5% del PBI para la OCDE) en todos los países industrializados se sumó a los esfuerzos de los bancos centrales para salvar a los sistemas financieros. Así, se logró detener la caída al abismo, pero no resolvió los problemas centrales.

El crecimiento de la economía de los últimos meses, sin embargo, fue recibido con fanfarria por los analistas, que nos dijeron que “ya no había moros en la costa” y que estaba otra vez despejado el camino del crecimiento. Pero había muchas dudas, siendo una de las más importantes saber si, al acabarse el fuerte impulso de los “planes estímulo”, la economía podría continuar su marcha ascendente.

En el ínterin, no se quería ver que el crecimiento económico de EE. UU. hasta el 2008 —basado en el crédito barato a los consumidores y las hipotecas subprime— había tenido su correlato en la formación de grandes burbujas en países europeos, las mismas que estaban basadas, una vez más, en un enorme endeudamiento —tanto de los gobiernos como de las personas— y en la (aparente) completa protección que brindaba el euro.

Las particularidades hacen que la crisis griega esté basada en las enormes deudas para las Olimpiadas del 2004, la evasión tributaria y una enorme corrupción. Agréguese el “maquillaje” del déficit fiscal para poder entrar a la zona euro (mintieron al decir que era inferior al 3% del PBI). Cuando esto se supo, 3 años después, hubo indignación, en primer lugar, de Alemania, principal país acreedor. Esta fue una de las razones por las que Angela Merkel, la canciller alemana, demoró tanto el paquete de salvataje que ahora se anuncia.

Si habláramos de España, Portugal o Irlanda, las particularidades también abundan. Pero lo que está detrás es lo importante. Los países pudieron crecer pues había enormes flujos positivos de capitales hacia sus países, bajas tasas de interés y una moneda sólida.

Pero cuando se revienta la burbuja comienzan a aflorar los problemas de fondo: a las enormes deudas ya existentes se suman los también enormes gastos para “estimular” a las economías. Llegado un cierto momento los especuladores llegan en masa y apuestan a la moratoria (“default”) de esos países. Esto provoca la salida en manada de  los inversionistas y el aumento del riesgo país: la crisis está servida.

El problema se agrava porque hay diferentes visiones. Hay quienes piensan que “basta con salvar a Grecia” (con enormes recortes en el gasto y recesión segura para los próximos 5 años), mientras que Roubini, por ejemplo, plantea una “alternativa que abarque a toda Europa” pues la crisis griega puede seriamente desembocar en una crisis terminal del euro. Su plan incluye medidas de reactivación económica.

Y es aquí donde hay un serio problema no solo en Europa, sino también en EE. UU. En la “primera vuelta” de la crisis (2008), las tasas de interés estaban tan bajas (provocaron la burbuja) que ya no servía bajarlas más para estimular la economía. Por eso se usaron las “balas fiscales” que salvaron la economía al costo de enormes déficits fiscales y aumento de la deuda externa e interna.
En esta “segunda vuelta” las tasas de interés siguen en el suelo y acarrean serio peligro las “balas fiscales” porque ya los déficits y la deuda han crecido demasiado. El dilema no resuelto del que hablamos al inicio es, entonces, ¿cómo crecer sin burbujas subprime provocadas por las bajas tasas de interés, sin enorme endeudamiento de las empresas y hogares y sin “impulso permanente de las balas fiscales”? Volveremos sobre el tema. 

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