Un caliente otoño francés


Por Humberto Campodónico


Si bien la noticia no aparece mucho en la TV ni en los periódicos, la situación social en Francia es cosa seria. El martes 12 de octubre hubo más de 3.5 millones de personas en las calles protestando contra la reforma del sistema de pensiones del Presidente Nicolás Sarkozy (1.23 millones, según el gobierno).


En los días siguientes, las llamadas “huelgas reconductibles” se acentuaron, afectando las refinerías de petróleo y, por tanto, todo el transporte. Además, los estudiantes se han sumado a las movilizaciones, que de nuevo se convertirán en huelga hoy sábado y también el martes 19, un día antes del voto en el Senado de la propuesta de ley. Así, Francia está virtualmente “parada” desde hace días, lo que podría continuar. Por ahí alguien ha dicho, ¿vendrá un nuevo Mayo 68?.

El motivo de la protesta es, aparentemente, minúsculo. Sarkozy ha propuesto aumentar la edad de la jubilación de 60 a 62 años y, también, que la pensión completa se otorgue a los 67 años, y ya no a los 65. Dice Sarkozy que el sistema de pensiones de Francia debe reformarse porque los aportes actuales de los trabajadores no podrán sostener los pagos de los futuros jubilados. Por tanto, ha llegado la hora del “ajuste”.

Para el gobierno, esta reforma es imperativa, pues este año el déficit fiscal será de 118,000 millones de euros, el 7.7% del PBI. Se plantea reducirlo en 26,000 millones de euros en el 2011, para cerrar en 92,000 millones de euros, el 6% del PBI. La deuda pública asciende al 80% del PBI, pero si se suma la deuda de los hogares, las empresas y el sector financiero, se llega al 323% del PBI (ver Global Finance, www.gfmag.com).

Existen distintas percepciones sobre esta crisis y sus causas. Para el gobierno y la clase empresarial, el costo de las pensiones, a lo que se agrega el salvataje financiero y el estímulo del 2009, debe ser asumido con medidas austeras que recaen sobre la población. ¿Por qué? Porque “las cosas son así”. Y punto. Para hacerlo, Sarkozy se apoyaba en su victoria electoral del 2007 que, supuestamente, le otorgaba la legitimidad necesaria.

Pero las cosas han cambiado. En los diarios franceses se afirma que buena parte de la población no acepta que les quiten los beneficios sociales —arduamente obtenidos— ya que la crisis fue causada por el sector financiero (y que se originó en los EE.UU). Agregan que no están de acuerdo en que “para volver a hacer rentable el sistema”, el gobierno arrase con el Estado de Bienestar que se construyó después de la II Guerra Mundial.

Esta es la cuestión de fondo que hoy recorre a toda Europa. Como hay una gran deuda, un enorme déficit fiscal y un crecimiento bajo (1.5% del PBI en Francia el 2010), el FMI y los gobiernos recetan austeridad. Pero esas medidas acentuarán el ciclo a la baja (son pro-cíclicas) pues aumentarán los déficits, la deuda y provocarán una mayor recesión. Es evidente que se necesita una política anti-cíclica.

No solo eso. La otra cuestión de fondo es que la geografía del poder económico mundial está cambiando, lo que necesita de medidas concertadas. Para ello, supuestamente, se creó el G-20 (que se reúne la próxima semana), pero el clima allí también es malo, avizorándose ya guerras monetarias y comerciales.

Y no hay respuesta clara. Dijo Jean Claude-Juncker, jefe de los ministros de finanzas del euro: “Todos sabemos lo que tenemos que hacer, pero no sabemos cómo reelegirnos una vez que lo hemos hecho”. Sí, pues, porque “los que eligen” no quieren pagar las consecuencias de una crisis que ellos no crearon. Esta misma puja recorre casi toda Europa. Veremos qué pasa.

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