Salarios de miedo


Por César Lévano

Al mismo tiempo que se informa de un espectacular aumento de 10.41% en el PBI peruano en setiembre, la estadística confirma que acá el producto crece pero los salarios se hunden. La baja de los salarios significa mayor pobreza. Expresa asimismo una paradoja: a los que producen la riqueza se les castiga sin compasión.


Hace apenas cinco días señalé en esta columna la burla que significa el aumento del salario mínimo en dos partes. LA PRIMERA fracción, pagadera de inmediato, implica un alza de diez dólares.

Ese nivel del salario mínimo es el más bajo de la región. En Argentina es de 395 dólares al mes; en Chile, de 317 dólares; en Colombia, de 297; en Brasil, de 291; en Venezuela, de 286; en Uruguay, de 245. En el Perú el minisueldo llega con las justas a 200 dólares mensuales.

Simultáneamente, un sector empresarial publicó ayer un comunicado en el cual pide al Congreso no alterar una legislación laboral que tanto éxito le ha dado.

¿Salarios de hambre? ¡Ay, que bueno! Parece proclamar ese segmento egoísta de la gran empresa. No entiende lo que hace un siglo comprendió Henry Ford: si pagas una remuneración decente, vas a tener clientes para tus propios productos. Así nació en Estados Unidos la fiebre del automóvil propio.

Gestión, diario de economía y negocios, informó ayer, basándose en datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), que los sueldos cayeron 5.5% en el trimestre julio-setiembre de este año. Si se recuerda que al mismo tiempo los artículos de consumo popular han subido, sin pausa, de precio, llegaremos a la conclusión de que el descontento y el conflicto social van a acentuarse.

Claro está que el régimen antilaboral aprista ha colaborado, por acción y por omisión, en ese deterioro. La negación de derechos sindicales, los despidos en masa, la represión contra dirigentes sindicales, la creación de sindicatos paralelos nacidos para matar (en construcción civil sobre todo), el mantenimiento de los services: todo eso concurre a debilitar al sindicalismo y mermar su capacidad de negociación.

No sólo los trabajadores del sector privado padecen los efectos de esa política socialmente injusta y económicamente contraproducente. La misma política de aumento irrisorio, insultante y en dos partes se ha aplicado respecto a las Fuerzas Armadas y la Policía.

El informe del INEI aporta varios datos interesantes. Por ejemplo, que el ingreso mensual de los varones es de 1,256 nuevos soles, en tanto que el de las mujeres es de 864 nuevos soles. Y que el salario de los jóvenes de 14 a 24 años es de 715 soles al mes, menos de 25 diarios. Son la fuerza de trabajo más sobreexplotada y con menos derechos laborales.

Los sindicatos deberían prestar mayor atención a jóvenes y damas. Pueden aportar energía renovadora. La Primera, 17.11.2010.