Banca Latinoamericana se mantiene sólida en la actual coyuntura internacional

Los mercados financieros internacionales actualmente experimentan un período de volatilidad, reducción del valor de los activos y mucha incertidumbre sobre las soluciones que al respecto tomen las autoridades. Después de la crisis que la banca privada experimentó en Estados Unidos y Europa, los temores residen en el amplio endeudamiento público que los países europeos han adquirido durante el último lustro.

El bajo ritmo de crecimiento económico, la baja en los ingresos fiscales y la inflexibilidad del gasto a la baja, han llevado a que el pago del servicio de la deuda de algunos países sea percibido como difícil hacia el futuro. En ese orden de ideas el acceso a nuevo endeudamiento se ha complicado, así como el costo subyacente del mismo. Este fenómeno ha exacerbado la posición de riesgo de los bancos europeos los cuales tienen en su poder bonos soberanos de gobiernos que han sido objeto de rescates. Según el Banco Internacional del Pagos, el sector financiero de países como Francia y Alemania tiene bonos griegos en un 14% y 25% en su portafolio de inversiones financieras. Además, se estima que sólo Alemania tiene bonos de Italia, España, Grecia e Irlanda, por un valor que puede ser cercano a los US$ 224 mil millones.

Una situación de cesación de pagos por parte de algún país europeo puede traer como consecuencia que los sistemas financieros enfrenten serias dificultades para enjugar las pérdidas que  traería una desvalorización masiva de los títulos soberanos. En dicho caso, el sector enfrentaría una compleja situación para atender sus compromisos de corto y mediano plazo. La consecuencia más inmediata sería una mayor restricción al crédito de los agentes económicos, lo cual traería como consecuencia un factor adverso para la recuperación económica europea. En dicho caso, el sector financiero europeo enfrentaría una crisis que puede tomar varios años en solucionarse. Esta sería una noticia nefasta para la comunidad internacional.

Un ejemplo reciente de una situación en la cual ni sector financiero, ni gobierno ni sector real pueden despegar con dinamismo es el caso de la economía japonesa de los años noventa. Allí la deuda soberana y la crisis hipotecaria llevó a la quiebra a varios bancos locales, lo cual indujo un rescate de parte del gobierno. Sin embargo, la mala posición fiscal de dicho país limitó el impacto del rescate y llevó a un crecimiento de la economía a tasas que en los mejores casos superaron el 1.5% anual.

El temor de una situación de dicha naturaleza puede ubicarse también en los Estados Unidos, donde el sector financiero apenas empieza a ver alguna luz al final del túnel, pero a la vez, se enfrenta a una economía con una amenaza de recesión, un alto desempleo y déficit fiscal que bordea los 10 puntos de su PIB. La ausencia de planes creíbles para la solución del problema fiscal llevó a que en agosto pasado las calificadoras de riesgo internacional, degradaran la calificación crediticia de Estados Unidos por primera vez en 75 años. La solución a los problemas fiscales conlleva la aprobación de un amplio paquete legal que debe ser tramitado y discutido en el Congreso de dicho país. Sin embargo, la realidad muestra que la voluntad política para asumir dicho conjunto de soluciones aún luce como escasa.

Ya en este contexto de deterioro de la situación económica de Estados Unidos y países de Europa, el Fondo Monetario Internacional, en su última revisión del World Economic Outlook redujo desde 4.3% a 4% su proyección del crecimiento de la economía mundial para este año, y de 4.5% a 4% para el 2012, ajustes a que resultan de una importante revisión a la baja en las proyecciones de crecimiento en las economías avanzadas (de 2,2% a 1,6% para 2011 y de 2,6% a 1,9% para 2012) y en menor medida en las economías emergentes y en desarrollo (de 6,6% a 6,4% para 2011 y de 6,4% a 6,1% para 2012), incluyendo China e India. Todo esto refleja un mayor pesimismo sobre la evolución del panorama económico mundial.

No obstante la situación descrita líneas arriba, los mercados emergentes mantienen una mejor posición. Por un lado, se ve baja inflación, acumulación de reservas internacionales, solidez patrimonial de la banca y una mejor posición fiscal de los gobiernos, que la registrada hace 10 años. En dicho sentido, por ejemplo, los países de América Latina no han encontrado mayores dificultades para lograr financiamiento soberano en los mercados internacionales. Sin embargo, en el panorama subsisten algunos riesgos. Por un lado, México cuyo comercio internacional con Estados Unidos representa algo más del 70% del PIB ha empezado a estudiar un paquete de políticas contra cíclicas que amortigüen los efectos adversos del crecimiento. Una situación similar ocurre con Brasil que está tomando medidas, fiscales, monetarias y de impacto social para contener una avalancha recesiva del exterior. Países como Colombia y Perú muestran tasas de crecimiento por encima del 5% anual, lo cual es un síntoma de buena salud y mejoramiento de los indicadores sociales.

Un aspecto con el que los  países emergentes deben estar atentos es la apreciación de sus monedas. Esto afecta la competitividad de estas economías y en consecuencia dificulta el desarrollo de sus aparatos exportadores y la diversificación sectorial, por lo cual se observa que los bancos centrales han estado atentos para evitar sobresaltos e intervenir en los mercados de divisas locales. Esto sin duda es un efecto de la salida de capitales de los países desarrollados a los mercados emergentes.

Los Gobiernos de los distintos países de la región han anunciado la implementación de una política contracíclica para garantizar continuidad de la marcha económica.  En este sentido, se vienen aprobando medidas de estímulo económico con las cuales acelerará las obras de inversión pública, como prevención ante eventuales efectos de la crisis internacional en el país.

Por el lado del sistema bancario, las adecuadas políticas de evaluación crediticia y de administración de riesgos implementadas por los bancos de la región, así como las medidas prudenciales aplicadas por sus respectivos reguladores (mayores provisiones, niveles de apalancamiento saludables, cero exposición a activos riesgosos, régimen de provisiones procíclicas, etc.) han permitido que la banca latinoamericana se mantenga sólida.

Si bien la banca en América Latina muestra un robusto desempeño y logró enfrentar adecuadamente la crisis mundial del 2008 - 2009, si los problemas en EE.UU. y la zona euro se agravan y, por otra parte, las economías emergentes claves, como China y La India, se desaceleran, la situación se puede complicar, por lo que es importante que los bancos de la región refuercen el monitoreo cercano de las incidencias que vienen ocurriendo en la economía mundial, y mantengan en carpeta programas o planes de acción para aplicarse en caso que las condiciones económicas globales se vean deterioradas significativamente.

Como labor adicional y fundamental, FELABAN coordina constantemente con los órganos reguladores y autoridades monetarias regionales las pautas o disposiciones a aplicarse para la modernización de los sistemas bancarios, de tal manera que continúe la profundización de la  solidez financiera, sin que las mismas afecten el favorable crecimiento y desarrollo de la actividad de intermediación financiera en la región.

Un sistema bancario estable y consolidado garantiza mayores posibilidades de crecimiento y desarrollo económico para nuestros países.