¿Minería o agricultura?

campo papasPor Ubaldo Tejada Guerrero*

El centro del problema entre minería y agricultura se resume en la defensa de la calidad de la tierra y el temor de que el agua de los ríos se contamine con los desechos mineros. Este es el hilo conductor en las principales protestas que dirigen los campesinos en el Perú.

 

La evidencia histórica indica que en lo que hoy es territorio peruano la superficie agrícola fue mucho más extensa que en la actualidad. Así la seguridad alimentaria en el antiguo Perú estaba asegurada, pues se sabe que la producción se guardaba en grandes almacenes llamados tambos y que el agua, factor fundamental para el proceso agropecuario, era infaltable.

En efecto, mucho se argumenta desde la posición prominera, que son los pobladores rurales o los campesinos quienes no comprenden a la actividad minera y los beneficios que ésta deja. Obviamente esta es una visión muy limitada puesto que se hace desde el enfoque occidental y sólo se basa en el aporte económico hecha a las arcas fiscales, el cual lamentablemente poco o nada beneficia a los pueblos.

¿Será posible que los dueños de la trasnacionales y los grupos de poder económico locales enajenados comprendan que la población campesina es el resultado de milenios de interacción creativa, de dialogo con la naturaleza y que ha desarrollado una concepción holística totalizadora del mundo en que vivimos?

La versión común, desde la óptica de las transnacionales mineras, el Estado y algunos académicos desnaturalizados en el Perú y América Latina es que minería y agricultura son compatibles, es decir pueden convivir armónicamente, es más para muchos de estos voceros minería y agricultura son actividades que se complementan unas a otras.

Pero la percepción popular, especialmente la del poblador andino cuya base es la realidad y el quehacer cotidiano no otorga fácilmente crédito a dicha versión.
Mientras que la actividad minera, si bien ha sido practicada desde tiempos remotos, constituye una actividad coyuntural o temporal en los espacios donde se asienta, ya que los recursos mineros son agotables; además, las explotaciones mineras generalmente no son practicadas por personas propias de los ámbitos mineros sino por personas externas o foráneas, quienes no sólo introducen nuevas tecnologías, nuevos estilos productivos, nuevos patrones de comportamiento, nuevas formas de concebir la realidad, sino que también rompen los sistemas socioculturales o la cosmovisión andina.

Además, es evidente que los beneficios económicos de la actividad minera no favorecen mayormente a los pueblos andinos, propietarios de los recursos, sino a los extranjeros, a los grupos de poder local y a los funcionarios públicos de alto nivel. Desde esta perspectiva es imposible la convivencia de la minería con la agricultura.

*Analista Global  Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.