Ya llegó, ya está aquí, la desglobalización


Por Humberto Campodónico


El Plan de Estímulo de Obama por US$ 789,000 millones, votado hace dos días, se agrega al plan de salvataje de US$ 700,000 millones de la administración anterior. El Plan de Obama es el más grande desde la Gran Depresión de los años 30. Pero las opiniones sobre su impacto están divididas, tanto desde el punto de vista económico  como sobre las consideraciones políticas que esgrimen demócratas y republicanos.


Para los segundos, el Plan falla porque hay muy pocos recortes de impuestos y, también, porque se contempla que el Estado pueda nacionalizar los bancos. Para los demócratas, esas dos medidas están muy bien, a lo que se añade que una de las medidas nuevas más importantes es el fondo de US$ 275,000 millones para aquellos que corrían el riesgo de perder sus casas porque no podían pagar las hipotecas.

Agregan los demócratas que el Plan Obama plantea crear 3.5 millones de empleos, algo clave en una economía que ya perdió 3.6 millones en el 2008 y se perderán 3 millones adicionales en el 2009. Con esto se logrará que la tasa de desempleo se queda en el 7.6%. Pero los analistas dicen que superará el 10% este año.

Más allá de los impactos sectoriales, la gran pregunta es: ¿logrará el Plan detener el empeoramiento de la actual recesión y su conversión en depresión? Para Nouriel Roubini eso no solo depende de lo que haga EE. UU. sino, también, de Europa y Japón. El panorama no es alentador pues, afirma, las respuestas de la Eurozona son magras, a pesar de que están en “full” recesión: primero, el Banco Central Europeo no ha reducido las tasas de interés como en EE. UU. ni tampoco ha dictado medidas suficientes para enfrentar la falta de liquidez y la restricción del crédito.

Segundo, el estímulo fiscal es muy modesto, lo que se debe a que quienes pueden darlo (Alemania) no están convencidos de ello y que quienes más lo necesitan no pueden hacerlo porque ya tienen enormes deudas públicas, entre ellos, Portugal, Italia, Grecia y España, a quienes ahora se les llama despectivamente PIGS (chanchos, por sus siglas en inglés). Tercero, porque hay una falta de solidaridad entre los países europeos para compartir equitativamente los costos de salvataje de las instituciones financieras.

La consigna es “sálvese quien pueda”, lo que se traduce en medidas proteccionistas. En EE. UU., compre americano; en Francia, el plan de salvataje de la industria automotriz contempla medidas parecidas y los rusos han elevado los aranceles a la importación de autos en 25% (Ecuador tiene un plan mucho más audaz). Otros países han aumentado los subsidios a las exportaciones, lo que incluye al Perú que ha elevado la devolución a los exportadores del 5% al 8% de sus ventas totales.

Como estas medidas son respondidas por otros países de la misma manera (y así sucesivamente), el resultado son las guerras comerciales. The Economist dice que “la globalización quiere decir la integración global de bienes, capitales y empleos. Pero estamos en retroceso porque cada uno de esos procesos está ahora en problemas” (19/2/09). Podría, entonces, haber llegado la “deglobalización”.

Para los ortodoxos las medidas proteccionistas son malas porque frenan el libre comercio que, supuestamente, lleva al bienestar general mundial. Pero los ciudadanos que pierden sus empleos y que se ven amenazados por bienes y ciudadanos de otros países no ven el problema desde un punto de vista “teórico”. Y en las urnas van a votar en contra de quienes no protegen sus empleos y sus salarios. Eso lo saben bien los políticos que, justamente por eso, tratan de proteger a sus electores.

Y así llegamos al fondo del problema: a pesar de planes como los de Obama, los ciudadanos del mundo comienzan a desconfiar, a no creer en las reglas del libre mercado (hasta Greenspan ha dicho que eso no ha funcionado), ni en sus operadores financieros (Maddoff y ahora Stanford) e industriales, así como en los políticos. Por todas partes, la búsqueda de alternativas, de que otro mundo es posible, se pone a la orden del día.

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