“Las empresas invierten el mínimo para ganar el máximo”


Distorsiones del mercado eléctrico

Por: Jorge Manco Zaconetti (*)


El problema de las tarifas eléctricas es un “dolor de cabeza” tanto para los usuarios, empresas y Estado. Desde el punto de vista de los consumidores no se entienden las razones por las cuales las tarifas debieran aumentar, si el precio del gas natural especialmente proveniente de Camisea es uno de los más bajos del mundo, US$ 2.50 dólares por millón de BTU, unidad de calor más o menos equivalente a mil pies cúbicos de gas natural. Ello explica el gran negocio de las térmicas a gas natural que se cuelgan del gas proveniente de Camisea Lote 88, cuyo precio en boca de pozo es US$ 1.55 por millón de BTU y lo venderán a precios determinados por el costo marginal.


Si bien ha sido mérito del actual gobierno haber renegociado el contrato original de Camisea en agosto del 2006, haciendo que el precio del gas natural tanto para la generación eléctrica como para uso industrial, tenga como referente el índice de precios de la maquinaria y equipo de energía en USA, dejando de lado la dependencia en el “factor de ajuste” a los petróleos industriales que siguen la tendencia del precio internacional del crudo.

Así, sin la modificación al contrato original de Camisea firmado en el 2001 durante el Gobierno de Transición del presidente Valentín Paniagua, el precio del gas natural para la generación eléctrica estaría costando incluyendo la generación, transporte y distribución en Lima más de US$ 4.17 dólares por millón de BTU, y para el uso industrial más de US$ 7.53 dólares.

En cambio, en razón de la modificación en el “factor de ajuste” producto de la renegociación contractual, el gas natural para agosto del 2008 tiene un valor de US$ 2.50 por millón de BTU para la generación eléctrica y de US$ 4.54 para la industria. Lo cual ha degenerado en un uso intensivo del gas natural, superando las más optimistas proyecciones, y que ha significado un importante ahorro para los consumidores, algo parecido al excedente del consumidor de Alfred Marshall. ¡Es decir, sin Camisea las tarifas eléctricas serían mucho más altas de lo que son ahora!

A nivel interno, las distorsiones del precio del gas natural tan barato se ha convertido en un problema pues no solamente ha desalentado la construcción de centrales hídricas y eólicas, sino también constituye un absurdo económico, pues estamos “quemando” gas natural en la generación de ciclo simple, recurso natural que en algún momento se agotará, en lugar de aprovechar el potencial petroquímico, con un mayor valor agregado.

A ello, debiera agregarse las mayores utilidades que tienen las empresas de generación hídrica y térmica a gas natural que producen electricidad a menores costos, pero que obtienen ganancias extras gracias a la determinación del precio de la electricidad por el costo marginal, es decir, por el productor menos eficiente que es reconocido al último por el sistema, es decir por el cártel de la generación, donde confluyen empresas privadas y estatales (COES). Por tanto, mientras marginen el precio, es decir, lo determinen las centrales térmicas que usan el petróleo diesel, los precios de generación se mantendrán altos, posibilitando ganancias extras a los productores hídricos y a las térmicas que “queman” gas natural.

Se debe entender que la mayor participación en la producción eléctrica proviene de la generación hidráulica (56% ), luego de la térmica a gas natural (27%), y en una menor participación la generación térmica a carbón, petróleo residual y diesel 2, que es la más cara.

OSINERGMIN: DURO DE ROER O VERSALLESCO

Desde el punto de vista de las empresas de generación, la tarifa regulada por Osinergmin, es decir de todos los clientes que consumen menos de 1,000 Kw/h, residenciales, comerciales y pequeños industriales no resulta atractiva, pues están obteniendo pobres utilidades, a pesar que el modelo y la ley de Concesiones Eléctricas les garantiza una tasa mínima de rentabilidad equivalente al 12 %, y en la práctica están obteniendo más del doble, con una débil propensión a tributar, gracias al marco promotor vigente de los años noventa.

Es decir, a pesar del tamaño del mercado eléctrico en el Perú, la rentabilidad estimada como tasa es superior a las utilidades obtenidas en el mercado de USA, España y Chile, solamente por mencionar algunos países de donde provienen algunas de las empresas que operan en nuestro país.

Según las empresas eléctricas, la responsabilidad de la falta de inversiones en la generación hídrica y la dramática disminución de la reserva que en las horas punta entre las 18 y 22 horas llega a ser el 1 %, según declaraciones del Presidente del COES, es la extrema discrecionalidad del organismo regulador, que no incentiva la inversión. Es decir, el supuesto modelo de eficiencia eléctrica funciona actualmente sin reserva de energía eléctrica, que teóricamente debiera representar un mínimo del 30 % para asegurar el crecimiento de la economía en los próximos años, los nuevos proyectos mineros intensivos en energía y los tratados de libre comercio (TLCs).

En otras palabras, la reserva eléctrica se ha licuado, y esta sería la forma más efectiva de presionar para el incremento tarifario y cuestionar un modelo eléctrico distorsionado gracias a los precios baratos e irracionales del gas natural para la generación eléctrica, viejas prácticas oligopólicas, y presiones de los grupos de poder etc .A estos elementos debiera sumarse la supuesta discrecionalidad, es decir, el demasiado poder que tendría el organismo regulador para fijar y regular el valor de la tarifa eléctrica.

No se debe olvidar, que la racionalidad de la empresa privada es la maximización de las utilidades, es decir obtener las mayores utilidades, a costa de la calidad del servicio y los cortes intempestivos que afectan a los consumidores y empresas a vista y paciencia del organismo regulador. Bastaría mencionar el caso de Etevensa hoy absorbida por Edegel del grupo Endesa de España. En el pasado reciente desarmaron un generador de más de 150 MW que fue trasladado hacia USA, y las turbinas duales que se quedaron estaban fabricadas para operar como turbinas a gas natural y/o diesel. Sin embargo, en varias oportunidades ha tenido desperfectos. Así, la más calamitosa ha sido en enero del 2008, donde ante los problemas de mantenimiento del gas de Camisea, la bendita turbina no levantaba con el petróleo diesel, y media Lima estuvo en oscuras. ¡Todo esto ha vista y paciencia del organismo regulador!

TARIFAS: NI CARAS NI MUY BARATAS

Si desde el punto de vista de las empresas, Osinergmin como regulador es percibido como un organismo “duro de roer”, estricto en la aplicación de las normas, desde nuestra visión sería más bien un organismo complaciente con las empresas, y versallesco con el gobierno de turno, al margen de las calidades profesionales de sus miembros, pues no satisface el principio fundamental de todo organismo regulador: la autonomía respecto al poder de turno, autonomía en el uso de sus recursos que posibiliten una fiscalización efectiva a las empresas eléctricas, de hidrocarburos y mineras.

Según la visión empresarial, Osinergmin tendría demasiado poder discrecional en la fijación tarifaria, pues supuestamente las tarifas eléctricas vigentes no serían atractivas por ejemplo para financiar la reconversión de las centrales térmicas de ciclo simple a ciclo combinado, y mucho menos para la inversión en centrales hidráulicas.

De allí, lo fácil y expedito de colgarse a la generación eléctrica en base al gas natural, especialmente de Camisea. Por ello, un representante del consorcio Perú LNG responsable de la exportación de gas hacia México, señalaba que “Las (empresas) térmicas están invirtiendo el mínimo para ganar el máximo“(Revista Caretas Nº 2043). Estas agraciadas declaraciones se explican, por la supuesta competencia que se presentará a futuro, con los lobbies incluidos, entre el abastecimiento del gas natural a las centrales térmicas que satisfacen el mercado interno y el proyecto de exportación.

A nivel latinoamericano el precio de la tarifa eléctrica residencial en nuestro país, es decir de los clientes regulados, está por debajo de la tarifa vigente en Chile que se ubica por encima de los 21.66 centavos de dólar por kilovatio hora, en razón de la crisis energética de ese país, por la falta de abastecimiento del gas proveniente de la Argentina. El país gaucho por razones de popularidad política de los gobernantes de turno, tienen una de las tarifas más bajas de la región, equivalente a 3.12 centavos por kilovatio hora. De allí, la pobre calidad del servicio en el gran Buenos Aires, y la débil propensión a la inversión exploratoria en hidrocarburos, pues la fuente principal después de la energía hídrica es el gas natural.

Entre los extremos, la tarifa residencial en nuestro país está sobre los 11.82 centavos de dólar, al igual que Colombia con 11.11 centavos y un poco menos que la vigente en Brasil que arriba a los 13.39 centavos de dólar por kilovatio hora. Es decir, en nuestro país la tarifa eléctrica “ni es muy barata ni muy cara”, más bien lo que debiera preocupar es la calidad del servicio, con los cortes intempestivos, la falta de reserva y sobre todo asegurar nuevas inversiones en la generación, transmisión y distribución eléctrica.

Que en Chile las tarifas eléctricas residenciales sean el doble que las vigentes en el Perú, resulta explicable. De allí, el interés para el traslado de las operaciones de algunas empresas chilenas hacia nuestro país. De otro lado, no podemos hacer la comparación con Argentina, Ecuador, y Bolivia que tienen políticas de subsidios en materia energética, e incluso problemas de abastecimiento.

Por tanto, si las tarifas eléctricas en nuestro país aseguran una ganancia razonable con una rentabilidad del 12 %, que en la realidad superan el 25 %, como explicarse los serios problemas energéticos que tiene nuestro país. Por ello, nuestra hipótesis de trabajo es que se trata de una problemática que supera el tema tarifario, es un problema de regulación, de la debilidad en la regulación frente a la fuerte presencia oligopólica de las eléctricas, y de precariedad en la intervención del Estado que se encuentra “encorsetado”, es decir limitado por la concepción del rol subsidiario en la economía, y que por tanto, no es deseable la inversión del Estado en la construcción de grandes centrales hídricas, o en la autorización a la intervención directa de ElectroPerú en la generación térmica aprovechando el gas de Camisea.

 

 


 

Tarifas Residencial Eléctrica

(ctvs US$ X Kw/h)

Países

Tarifas

Chile

21.66

Uruguay

17.05

Brasil

13.39

Perú

11.82

Colombia

11.11

Bolivia

7.74

Ecuador

6.47

Argentina

3.12

 

Fuente: Diario El Comercio, Suplemento Día 1, lunes 25 de agosto de 2008

Si el problema no está por el lado de las tarifas, cabe preguntarse la evolución de la rentabilidad. En tal sentido, sirva de ejemplo el indicador más efectivo para estimar la rentabilidad en las empresas de servicio público, más conocido como Generación Interna de Recursos (GIR), que considera la suma de las utilidades operativas, es decir antes de impuestos, más las depreciaciones, es decir, el excedente económico que han obtenido las empresas de generación eléctrica en los últimos años.

 
Fuente: Boletín El Informativo / Informe Final Auditado año 2007-Osinergmin

Como se podrá observar en el cuadro respectivo, al margen del hipo del 2004, donde las utilidades operativas más las depreciaciones disminuyeron, en los tres últimos años el GIR de las empresas de generación ha sido creciente a pesar de todo. Cierto que con tasas de rentabilidad de 25 % no tienen las ganancias de las empresas mineras que están obteniendo tasas de rentabilidad por encima del 60 %, sin embargo, las empresas eléctricas no se pueden quejar.

El problema es que cada vez hay más empresas de generación térmica que “están invirtiendo el mínimo para ganar el máximo”, y por tanto, el excedente por repartir entre más empresas sean de generación hídrica, y /o térmica reduce su participación. Por ello, se necesita un “New Deal” energético en serio, un nuevo trato que supere los problemas y limitaciones para la inversión hídrica y de las energías no convencionales como la eólica, un nuevo marco tributario, arancelario, tarifario que compense los bajos precios de la generación termoeléctrica en base al gas natural.

Alcanzar la autonomía energética debiera ser una política de Estado que supere las políticas de gobierno. Es más, los graves desequilibrios energéticos existentes que pudieran terminar en una “crisis energética” constituyen una prueba fehaciente del fracaso del modelo de crecimiento del mercado eléctrico basado en la iniciativa privada y la débil regulación del Estado.

(*) Investigador UNMSM Y consultor

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