El “Proyecto Quintero” y las lecciones para el Perú


Por Humberto Campodónico

En el 2004, cuando el gobierno argentino decidió restringir las exportaciones a Chile vía los gasoductos transandinos, porque no existían suficientes reservas para abastecer, a la vez, el mercado interno y la exportación, en Chile sonaron todas las alarmas.


Una vez convencidas las autoridades de que el gobierno argentino no daría marcha atrás, se discutieron alternativas de diversificación de las fuentes de abastecimiento, para no más depender de un solo proveedor (una fue el “anillo energético” para llevar el gas de Camisea a Tocopilla, que no prosperó). La salida escogida fue importar Gas Natural Licuado (GNL), que llegaría a Quintero, 60 km al norte de Valparaíso, donde se instalaría una Planta de Regasificación.

El 6 de mayo del 2004, el presidente Lagos encomendó el proyecto a la estatal petrolera ENAP, a través de la formación de una Asociación Público-Privada que la construyera en el menor tiempo posible por ser de interés nacional. Así se formó el Consorcio GNL Quintero con ENAP (20%), British Gas (40%), Endesa Chile (20%) y Metrogas (20%. La planta tiene una capacidad de 350 millones de pies cúbicos diarios (mmpcd), llegando a 500 mmpcd en horas punta, con una inversión de US$ 1,066 millones.

Hace una semana, en la inauguración, la presidenta Bachelet dijo: “El GNL se ha convertido así en la mejor demostración de cómo tiene que actuar el Estado y de cómo, frente a situaciones críticas, éste nunca puede soslayar enfrentar tareas, por grandes y complejas que sean, de la mano de empresas públicas que logran una buena alianza con las privadas” (http://www.enap.cl/sala_de_prensa/detalle.php?no_noticia=129).

Así las cosas, la situación se ha revertido. Ahora en Chile se discute la posibilidad de exportar gas a Argentina (usando los gasoductos “al revés”). Mientras, ENAP ―dueña de las dos únicas refinerías de petróleo en ese país― sigue elaborando planes que permitan consolidar la nueva matriz energética.

“Quintero” deja múltiples lecciones. Una es que en las Asociaciones Público-Privadas pueden participar las empresas públicas, lo que aquí no se contempla. Este esquema se ha podido utilizar para modernizar la Refinería de Talara, proyecto comenzado hace 6 años pero que todavía está en pañales. ¿Por qué? Porque se sigue pensando en privatizar Petroperú. Pero miren cómo ENAP le sirvió al Estado de Chile.

“Quintero” (Petroperú aliado con empresas privadas) también podría construir el gasoducto Camisea- Arequipa-Ilo-Tacna, pasando por Cusco, Puno y Juliaca (regiones pobres). De esa manera estas Regiones contarían con una fuente de energía segura que permitiría la puesta en marcha de múltiples proyectos industriales con componentes nacionales e internacionales (ya llega la Interoceánica con Brasil con su gigantesco mercado). ¿No es éste acaso un “proyecto de interés nacional” por excelencia?

Además, todo ese trapecio andino contaría con gas natural vehicular (GNV), lo que abarataría el costo de transporte interurbano y urbano, aumentando el poder adquisitivo. No solo eso: se haría realidad el planteo del gobierno de hacer en Ilo el polo petroquímico, lo que ha quedado en un “saludo a la bandera” porque Nazca y Paracas también han sido declarados “polos petroquímicos” y ya tienen gasoductos e inversiones en marcha.

Finalmente, y quizá lo más importante: a diferencia de Chile, que ha alcanzado la autosuficiencia en gas con Quintero, aquí está en marcha la exportación del gas de Camisea y ya no hay suficientes reservas probadas para el abastecimiento de nuestro propio mercado interno. Todo porque tenemos un Estado ausente en materia de política energética (―y empresas públicas en el corredor de la muerte―, lo que permite que las empresas privadas hagan los “negocios energéticos” que les da la gana en su propio beneficio, que no es el del país. ¿Hasta cuándo?

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