Historia, madre y maestra La tragedia del 79
Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima, pp. 115-149

Guerra del Pacífico, la batalla de Lima. Los chinos
chino


Lynch en su expedición depredadora al norte del Perú, encontró dos insospechados aliados: Algunos extranjeros que por salvar sus pertenencias se avinieron a las llamadas y solicitudes chilenas, brindándoles información. El segundo aliado fueron los chinos, que ya en esa expedición, en número de 400 extraídos de las haciendas del valle de Chicama, colaboraron plenamente en la obra destructiva, sea incendiando o dedicados al pillaje y como cargadores de los hurtos de la oficialidad y soldadesca. En el asalto a Lima, esos 400 que Lynch se llevó al sur, aumentaron a 1.000 con los que trabajaron en los valles de Ica, convirtiéndose en fieles colaboradores ya que fueron uniformados como chilenos y actuaron como fuerza auxiliar, además deservir como espías y enterradores de aquellos cadáveres que a Chile le interesaba mucho desaparecer.

 

El feudalismo terrateniente y gamonalista peruano fue el directamente responsable del surgimiento de ese nuevo enemigo dentro del país. Esos asiáticos, tanto chinos como polinesios, llegaron al Perú en barcos ingleses a mediados del siglo XIX para reemplazar, en el trabajo agrícola o las guaneras, a los negros que habían sido libertados por Castilla. Los terratenientes comenzaron a importar asiáticos y por el precio del pasaje y manutención los sometieron a solapada esclavitud hasta que el chino lograra redimir la deuda contraída por el precio del pasaje, para traerlo desde su lejano país. Se debe recordar que en la segunda mitad del siglo pasado, el transporte de chinos, a donde se necesitaran braceros, como la construcción del canal de Panamá o la instalación de los ferrocarriles en Estados Unidos, fue un pingüe negocio para los anglo-norteamericanos. Los terratenientes peruanos aceptaron ese triste negocio.

Esos inmigrantes chinos y polinesios, desde los lejanos días en que fueron extraídos de sus paisajes por la fuerza, con engaños o el espejismo de ilusoria riqueza, no volvieron a sentir la sensación de libertad hasta que comenzaron a colaborar con el ejército chileno en el saqueo, incendio y destrucción de la propiedad de los antiguos patrones y vecinos. Para Chile fue muy fácil reclutarlos y hacerlos colaborar al decirles que siguieran su ejemplo de asolar propiedades agrícolas o urbanas, oportunidad que se presenta, para los asiáticos, de satisfacer su hambre física y la venganza por los vejámenes y malos tratos sufridos en cautiverio.

Una vez más el Perú pagaba en su población y propiedad general, los desatinos de los gobiernos, los agricultores costeños y de la explotación del guano. La insensibilidad de los gobernantes que permitieron la transferencia de una esclavitud ya abolida de los antiguos esclavos negros a esos nuevos braceros que llegaron a un país extraño, sin el idioma y tampoco nadie que los protegiera, por eso loo soldados del Mapocho, debieron parecerles como libertadores, sin sospechar, que después de la guerra los tratarían a donde se los llevaron, peor de lo que habían recibido hasta entonces.