Historia, madre y maestra
La tragedia del 79, Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima

Guerra Perú-Chile 1879. 52 Andanzas de Piérola


Nicolas de Pierola
Piérola, después de huir de Lima, se encaminó a la hacienda "Chocas" en plena serranía, donde inicia la segunda etapa de su dictadura. Carece del escenario de Lima, pero es casi lo mismo estar en la puna con tal de mandar y ordenar. Lo primero que hizo fue emitir Decretos disponiendo la organización de la Secretaría del gobierno y el Estado Mayor General. Carece de elementos para lo uno y lo otro, pero no le interesa que no exista gobierno y tampoco ejército, que con firmar Decretos se sintió halagado. Nuevamente fluye su megalomanía, al disponer que la sede del gobierno fuere donde él se encontrare, con el pretexto que en esa forma, los chilenos no podrían capturar al gobierno al estar íntegramente configurado en su persona. Ni siquiera en los tiempos de Luis XIV se dio una expresión de mayor soberbia y egolatría. Por algo dispendió un millón de soles haciendo arreglos en palacio de gobierno durante 1880, con pagos al contado, mientras las tropas en el Perú se morían de hambre y carecían de municiones que se negó a comprar. Se halagó a sí mismo, mientras mintió y engañó al país y llevó a la crisis económica con las emisiones de billetes fiscales que fueron una estafa.

 

Nuevamente dividió al país en tres regiones político-militares, asignando como jefes superiores a: Lizardo Montero en el Norte: Juan Martín Echenique en el Centro; y, Pedro Alejandrino del Solar en el Sur, al mismo tiempo nominó a los encargados para las conversaciones de paz: Lino Alarco, Antonio Arenas y José Eusebio Sánchez. Sobre la organización militar se ha fantaseado en demasía, escribiéndose fábulas sobre alianzas, victorias y soldados. En el terreno especulativo se decía que Cáceres había reunido siete mil hombres, que en realidad, en lo mejor de su situación, a fines de 1881, llegaron a cinco mil. Que en Arequipa se preparaban seis mil hombres y tres mil quinientos en Cajamarca.

En la ciudad del Misti no había ni la tercera parte, mal preparados y peor armados, carentes de alimentación y uniformes, tal como el jefe político militar Del Solar comunica epistolarmente al Dictador. En cuanto a las actividades organizativas de Montero, el tradicionalista Palma dijo sobre su actividad en Cajamarca: (158).

"Montero sigue en Cajamarca como diz que está Jinojo en el cielo, que ni Dios se ocupa de él ni él se ocupa de Dios. Cáceres y los demás caudillos proceden con independencia de don Lizardo, y este maldito ni piensa moverse de Cajamarca ni en gobernar. Por lo pronto un batallón que tiene en Huaraz se ha desbandado integro. No es Montero. . . «1 que lleve adelante un programa de guerra".

En cuanto al famoso ataque boliviano sobre Tarapacá, Arica o Tacna, del que tanto presumió Piérola, sus jefes y colaboradores en Ayacucho, cuando se integraron al ejército de Cáceres, no dijeron una palabra sobre esa vana ilusión pierolista; al respecto el "Brujo de los Andes", en sus "Memorias", escribió: (159).

"Ni el general Buendía, pues, ni el coronel Secada, jefe de estado mayor del gobierno de Ayacucho, que se incorporó al ejército con todo el personal a sus órdenes, ni ningún otro jefe, de los que vinieron de Ayacucho, me hizo jamás la menor alusión al estratégico plan de ofensiva peruano-boliviano, elaborado por el ex jefe supremo".

Después de viajar por el sur del país y Bolivia, Piérola se organizó administrativamente en Ayacucho, a la par que protestó airadamente de la formación del gobierno en la Magdalena y seguidamente calificó de traidores a quienes le dieron origen, sancionándolos con las más severas penas. En ese sentido Piérola no reparó en fusilar a quienes se le opusieran y, peor aún, a quienes desconocieron su autoridad, por eso en su visita a Arequipa, por su orden fueron ejecutados los hermanos Federico y Hernán Herrera, "por pretender desconocer el Gobierno Nacional". (160).

Remitió proclamas al cuerpo diplomático a través de la Secretaria y pretendió que se le reconociera como "único gobierno emanado del pueblo".

Para contrarrestar que el 10 de julio el Congreso de Chorrillos nombró presidente del Perú a García Calderón, entonces organizó el Congreso de Ayacucho, en el cual, se despojó de su título de Dictador y el Congreso aceptó dicha renuncia para acto seguido nombrarlo presidente del Perú, además de General de División del ejército. Con ese segundo nombramiento, Piérola creyó haber adquirido el conocimiento militar necesario para oponerse a Chile y sobre todo, que, en forma justificada, poder lucir uniformes y entorchados, condecoraciones, charreteras y casco prusiano con penacho y cimera. Adquirió derecho a vestirse en esa forma por ser un general nombrado por el Congreso. Condesciende a que en el mismo acto también se asciendan a generales de brigada a los coroneles Miguel Iglesias y Andrés Avelino Cáceres.

Pese a intrigas y frecuentes comunicaciones de Piérola con sus adictos, su poder se resquebraja y desmorona ya que en el Perú, la gente ha perdido confianza en su actuar. Después de la declaratoria de Cerro de Pasco, intrascendente por lo pequeño de su población, es Arequipa la segunda ciudad en desconocer su gobierno. El 7 de octubre el coronel La Torre, jefe militar del Sur con sede en Arequipa, reconoció como mandatario del Perú a García Calderón.

Esa acción de Arequipa tuvo, en lo político, doble repercusión. En relación a Piérola, menoscabó su autoridad y abrió el camino a que las otras dos regiones. Norte y Centro, se pronunciaren en forma similar, como que así lo hicieron. Los departamentos a cargo de Montero desconocieron a Piérola el 23 de noviembre y trasladaron el reconocimiento a García Calderón; y al día siguiente, los jefes del Centro reconocieron a Cáceres como presidente de la República, pronunciamiento que en forma inmediata fue rechazado y el día 25 se declararon a favor del gobierno de la Magdalena mediante el correspondiente decreto: (161)

"Considerando: que aunque el voto unánime y espontáneo de los pueblos y el ejército del Centro me han conferido la investidura suprema de la república, he resuelto continuar prestando mis servicios a la patria, bajo el simple carácter de jefe superior político y militar.

Decreto: Art. 1. No se empleará al dirigirse a la jefatura superior otro tratamiento que el que corresponde al cargo; Art. 2.- Hágase saber a la tropa, por órgano de sus jefes inmediatos, que la actitud asumida por el ejército desde el día 24, desconociendo la autoridad presidencial del señor d. Nicolás de Piérola, tiende a secundar el movimiento operado en el mismo sentido por los pueblos del sur y del norte, y obedece a la necesidad de procurar la unificación del país..."

Piérola, al conocer que su autoridad fue desconocida en todo el Perú, que la suprema y única aspiración de su vida se ha venido al suelo, porque ya no tuvo a nadie a quien gobernar ni ante quien vanagloriarse y, que el incienso de la cortesanía desaparecía, así como el mantel largo de los banquetes, además de haber recibido la noticia que el coronel Belisario Suárez ha salido de Arequipa el 6 de noviembre con un contingente y se dirige a Ayacucho para, no sólo deponerlo, sino también apresarlo, por eso nombró a Panizo jefe político militar del sur; pensando que su disposición tendría efecto, salió huido de Tarma, y que el ejército del centro lo protegiera, pero igualmente, lo desconocieron, por eso, el día 28 de noviembre, en esa ciudad, dimitió a la presidencia pero, como el veneno de la envidia y venganza le corroía, pidió a sus partidarios que desbanden sus fuerzas y desconozcan la autoridad de Cáceres, aunque ello melle los intereses de la defensa patria, asunto, que a él parece que nunca le interesó, como no fuera en los aspectos de lucimiento personal. Labor de agitación contra Cáceres que incrementó después de sus primeras entrevistas en Lima con los chilenos Lynch y Novoa.

Ese retiro de Piérola del poder, arrastrando tras sí a sus secuaces, tuvo graves repercusiones en la marcha de La Breña como podrá apreciarse más adelante.

El otro aspecto político del pronunciamiento de Arequipa en favor de García Calderón, fue la reacción del gobierno de la Magdalena. Mientras este quedó en los límites distritales, no fue preocupación del gobierno de ocupación, pensando que podían doblegarlo para la suscripción de un tratado de paz que satisfaciera los anhelos chilenos, pero, cuando el sur del país se pronunció por el gobierno, la fuerza de García Calderón incrementó enormemente y antes que se convirtiera en el legítimo representante de todo el país libre, ya que las zonas ocupadas no pudieron manifestarse, al impedirle las bayonetas chilenas, decidieron retirarlo del Perú y expatriarlo a Chile, en el entendido que al tenerlo prisionero y a su entera disposición, sin que nadie lo defendiera, sería más fácil doblegarlo o, en su ausencia, buscar alguna otra persona que se aviniera a firmar el tratado de paz que impusieran. Fue detenido el día 6 de noviembre y dándole un sólo día para arreglar su situación personal y familiar, fue llevado detenido a Chile, donde quedó preso por mas de dos años.

La expatriación, fue aceptada silenciosamente por el cuerpo diplomático acreditado en Lima, nadie dejó oír su voz y, por el contrario, manifestaron que el Perú carecía de gobierno, pero cumplían cómodamente con seguir viviendo en la capital, sin quedar acreditados ante nadie.