Sergio Llerena Caballero
 
A finales de agosto, el ministro de Cultura de Perú, Ciro Gálvez, sorprendió con un anuncio insólito: su cartera iba a reflotar la goleta La Covadonga, embarcación chilena hundida durante la Guerra del Pacífico (1879-1884) y cuyos restos yacen en el fondo del mar del puerto limeño de Chancay.
 
 

covadonga 1

 

 
Si bien Gálvez afirmó que su propuesta para reflotar la nave tenía como propósito "tener un recuerdo de ese infausto acontecimiento y que en el futuro no vuelvan a ocurrir conflictos entre países hermanos", esto ha despertado críticas entre especialistas, historiadores y militares por diversos motivos.
 
Gastón Gaviola es periodista, divulgador histórico y autor del libro Perú Batalla, una obra de publicación reciente y que narra diversos episodios bélicos en la historia del país, incluidos algunos de la Guerra del Pacífico. En diálogo con la Agencia Sputnik, explica de qué tipo de conflicto estamos hablando.
 
"La Guerra del Pacífico es una 'guerra de bisagra' en cuanto a tecnología, pues se peleó con buques de metal acorazados, pero todavía con buques con cascos de madera. Tanto Perú como Chile tenían buques de ambos tipos", dice Gaviola.
 
TRAMPA MORTAL
 
En ese sentido, el escritor señala que la goleta La Covadonga fue un barco con casco de madera, fabricado en España en 1859 y que fue capturado por la Marina chilena en la Guerra Hispano-Sudamericana y que, luego, fue usado durante la Guerra del Pacífico.
 
En el año 1880, cuando el buque ya tenía 21 años de antigüedad, las fuerzas chilenas habían capturado Lima y, sin fuerzas navales para oponer resistencia, La Covadonga se instaló en las costas de Chancay, una localidad al norte de la ciudad capital, para evitar que los peruanos la abastezcan de alimentos y demás insumos en un intento de "ahogar" a sus pobladores en sus necesidades.
 
"El Perú no tenía fuerzas navales en superficie con las cuales atacar el buque chileno, entonces lo que sucede es que montan un cebo, una trampa cazabobos dentro un bote de paseo (en el mar de Chancay) sabiendo que los chilenos estaban en actividades de pillaje", explica Gaviola.
 
Así, luego de tratar de destruir el bote de paseo y no conseguirlo, el capitán de La Covadonga decide ir a explorar el bote, encontrando, según explica el escritor, animales como gallinas, patos, así como sacos de alimentos. Los chilenos empezaron a tomar las provisiones, hasta levantar el último saco de comida que, a través de un sistema de resorte, activó un torpedo que se encontraba escondido al fondo.
 
La explosión fue inmediata, y al estar La Covadonga pegada al bote, se le abrió un forado en el casco "del tamaño de una habitación", ocasionando su hundimiento y la muerte de dos tercios de su tripulación, unos 32 hombres.
 
NADA QUE RESCATAR
 
Si bien los restos del buque permanecen en el mar de Chancay, su reflotamiento es poco menos que un despropósito. "El reflotamiento de La Covadonga es virtualmente impracticable porque estamos hablando de un buque de madera, que no es lo mismo que reflotar un buque de acero. Las materias orgánicas se descomponen", explica el escritor.
 
De hecho, varias misiones de buzos han inspeccionado la zona donde yacen los restos, a pocos metros de la costa, y han constatado que del barco no queda casi nada, no sólo por la acción erosiva del tiempo, sino porque los pescadores de la zona han ido extrayendo partes de los restos como utensilios u otros elementos, y los han ido vendiendo a coleccionistas.
 
Gaviola explica que, prácticamente, lo único que se pudo rescatar de La Covadonga, como algunas piezas de madera y los cañones de acero, se encuentran en el Museo Naval del Callao.
 
Por otro lado, señala que en las reglas no escritas de la guerra, es impropio vulnerar un lugar donde han muerto combatientes, en un acto de respeto por los enemigos que perdieron la vida defendiendo su país, algo que redunda en la inviabilidad e impertinencia del rescate. 
 
 
Con información de Sputnik