Mellada integridad territorial del Perú

Se necesitan nuevas armas para proteger nuestro territorio


La defensa de la integridad territorial de un país debe mantenerse en un nivel que vaya de acuerdo con los tiempos. En el caso del Perú, es evidente que estamos en retraso tecnológico y en peligro. Un mal entendido sentido del ahorro, una tendencia a la corrupción y, además, la intención del actual gobierno de mantener al Perú en estado de indefensión ante Chile explican por qué estamos con tan poco material militar, teniendo en el sur a Chile como vecino, país que usurpa nuestro mar y tierra.


En tierra, tenemos los tanques T-55 de la época del gobierno militar que ya casi no se usan en otros países. Además, según se sabe, los adecuados proyectos de modernización de dichos tanques, a cargo del ingeniero Sergio Casanave, no tuvieron el respaldo necesario. Eso nos pone en la perspectiva de buscar tanques modernos como el Abrams M1, el Merkavá IV, el T-90 o el Leopard II. Fuera de estos conocidos tanques debe mencionarse que también Corea, Ucrania y Japón fabrican y venden buenos tanques.

F-35


En lo concerniente a la aviación, ya los MiG-29 sólo tienen significado si son repotenciados. En el país de fabricación, Rusia, se ha descubierto que estas naves, cuya producción empezó hace 30 años, ya muestran signos de debilitamiento estructural, y esto ha motivado que se proceda a extensas revisiones y reparaciones, razón por la que muchas agrupaciones de estos aviones suspendieron sus funciones. Para adquirir nuevos aviones se debe descartar los MiG-29, por muy buenos que sean (ya pasó su época). Entre las opciones de compra de aviones tenemos el estadounidense F-35, el ruso Sukhoi 35, el francés Rafale o el sueco Saab Gripen.

En el mar, es necesario que la Marina de Guerra del Perú adquiera moderno material y deje de lado armas de museo como los cohetes subsónicos Otomat (Mach 0,85) cuando ya en el mercado internacional van a entrar a la venta los BrahMos (Mach 2,8, ¡ni punto de comparación!).

Saab Gripen JAS 39x
Debe decirse muy claramente que el Perú necesita armarse para retomar nuestra soberanía en el triángulo de tierra de Tacna* y en nuestro mar territorial usurpado por los chilenos, lo cual es un asunto muy diferente de la demanda que hemos presentado ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya. Esta demanda debe clarificar algunos puntos jurídicos, pero nuestra soberanía en tierra tacneña y en el mar adyacente es irrenunciable, nuestros militares están en la obligación de hacer respetar nuestra dignidad nacional, en forma paralela a las gestiones diplomáticas que se realicen para que Chile respete el Tratado de 1929, donde claramente se ve que Chile ahora incurre en usurpación de nuestro territorio. Toda acción diplomática concerniente a la soberanía debe estar respaldada con unas fuerzas armadas respetables, que tengan un mínimo de influencia disuasiva, como sucede en los países desarrollados.

Mientras no se demuestre lo contrario, lo que entiende la opinión pública es que los militares peruanos —en una época en que ubicar las coordenadas de cualquier lugar es de lo más sencillo con los localizadores GPS— no plantaron nuestra bandera en el punto Concordia, no emprendieron la construcción de ninguna estructura de concreto en el lado peruano de la frontera ni tendieron una línea de alambre de púas entre el punto Concordia y el hito 1.

Rafale F2
En todo país los militares están para cumplir una función específica, no para existir como una entidad demográfica pasiva. Si los militares no mantienen la integridad territorial de su país, ¿entonces para qué sirven? Demos a nuestros militares armas modernas, que son las herramientas necesarias para cumplir su deber con facilidad. Podemos y debemos hacerlo: el presidente Alan García dice que estamos en gran prosperidad y que pronto seremos país del Primer Mundo, entonces dinero no nos falta.

Incluso si no se da el dinero, militares en retiro han manifestado que el Perú está en condiciones de enfrentar al terrorismo chileno con fuerzas especiales, material defensivo y participación complementaria de civiles armados (guerrillas auxiliares y licenciados de la fuerza armada). No hay excusa posible: de una u otra manera hay que desalojar a los ladrones chilenos.

El cuidado de la frontera es obligación de los militares, no de los civiles. Para deslindar responsabilidades con los gobernantes y con los jefes militares de ese no lejano pasado, es necesario investigar en qué momento los delincuentes chilenos, tolerados por gente que recibe sus sueldos del estado peruano, empezaron a tomar control de lo nuestro. ¿Por qué se mantuvo en secreto la usurpación chilena de casi cuatro hectáreas de Tacna? ¿Hubo pago por medio para mantener silencio o fue traición? Mientras tanto, esperar el fallo de la CIJ no debe inhibirnos de imponer la soberanía donde nos corresponde; ese ejercicio de soberanía no depende de lo que diga o deje de decir la CIJ.
Cohete Brahmos

Con la misma marcialidad que demuestran en los desfiles, los militares peruanos, sin esperar ninguna sentencia internacional (que, como hemos señalado, es un tema aparte), están en la obligación de desalojar pronto por la fuerza de las armas a los homicidas chilenos de la tierra y mar que nos pertenecen; es deber inexcusable de los militares mantener la integridad territorial del Perú, mantener el Perú literalmente íntegro; hoy está incompleto por la usurpación chilena del triángulo de Tacna y de los 35 000 kilómetros cuadrados del Mar de Grau. Si no restituyen el dominio del Perú donde le corresponde, la población peruana tendría que preguntarse para qué tenemos fuerza armada, para qué dedicamos parte del presupuesto a la defensa. Porque si la fuerza armada está pintada en la pared y no cumple su obligación de mantener completo el territorio del Perú, estaría demostrando que no sirve al país, y entonces tendríamos que pedir que nuestras fronteras pasen a cuidado de las Naciones Unidas.

Abrams M-1

Chile es país violador contumaz de los tratados internacionales y del derecho internacional, que viola para robar territorios, se se ha impuesto por la fuerza de las armas; nosotros no podemos aceptar pasivamente que los chilenos nos roben más territorio que en la llamada Guerra del Pacífico. Dice un refrán “La ocasión hace al ladrón”, cuya interpretación cuadra perfectamente con la conducta chilena: vio a Bolivia y al Perú en caos político permanente y en insalvable crisis económica y atacó; vio un descuido o una complicidad y en los hechos desconoció el tratado de 1929. Pero nada nos compromete a aceptar una nueva usurpación.

Debemos hacernos respetar; no tenemos militares que son figura decorativa, son militares efectivos que van a desalojar y castigar como se merecen a los que se atreven a usurpar nuestro territorio. Por eso vayamos a alentarlos en el desfile del día jueves 29.
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* Para ampliar el robo territorial de la guerra de 1879-1883 los rateros chilenos se niegan a aceptar que la frontera Chile-Perú empieza en un lugar de la orilla del mar (punto Concordia) establecido claramente en el tratado de límites de 1929, firmado por los presidentes de Chile y Perú y refrendado por los Congresos de ambos países. Con esta maniobra dicen los terroristas chilenos que la frontera empieza en el hito 1 (¡que está 264,5 metros tierra adentro!) y de allí unilateralmente trazan una línea recta hacia el mar, con lo cual hacen perder al Perú 36 000 metros cuadrados de tierra tacneña y mucho más de 37 000 km cuadrados de mar.