Cultura chilena y derechos peruanos

Mariano Fernández
Escribe: Juan Carlos Herrera Tello (*)

 Hace algunos días el Canciller de Chile Mariano Fernández, refiriéndose a lo dicho por el Presidente Alan García sobre posibles acuerdos secretos entre su país y Bolivia, manifestó lo siguiente: “Chile nunca ha firmado pactos bajo la mesa, somos un país bastante transparente en todas nuestras actuaciones…. la gente que tiene que estar informada también va a estar informada de tal manera que pactos bajo la mesa es cultura de otros países, no es cultura chilena”.


 Días después aumentando su desinformación dijo que “Hay un punto que es sumamente sorprendente cuando el Presidente García alude antiguos intereses del Perú en esta materia, francamente no tienen nada que ver, salvo que sea un tema de nostalgia, y la nostalgia en política exterior ha sido siempre una mala consejera”.

 Dos intervenciones “infelices” como dijera diplomáticamente nuestro Canciller José García Belaúnde; o dos mentiras universales que conlleva, una a proponer a Chile como una civilización transparente con una ética kantiana, y la otra a consolidar sobre el territorio de Arica, plenitud soberana del Estado chileno, que de acuerdo a un Tratado internacional, esta no existe.

 En la mediana memoria del Canciller chileno, al hacer referencia sobre “pactos bajo la mesa” daba posiblemente como antecedente aquel funesto acuerdo de 1873 entre Perú y Bolivia que fue secreto y que sirvió de pretexto para declarar al Perú la guerra en 1879. Este acuerdo fue combatido en el Perú especialmente por Modesto Basadre quien manifestó en los debates que “…nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos dentro de cien años, maldecirán la aprobación de este fatal Tratado”. No se equivocó don Modesto.

Pues bien, esta impronta del secretismo defensivo fue copiado por la “cultura chilena” durante el desarrollo del mismo conflicto de 1879, cuando en 1880 en octubre de aquel año, se llevaron a cabo las “Conferencias del Lackawanna” donde se buscaba el cese de hostilidades entre los beligerantes; pero los chilenos aprovechando la situación proponían fuera de las conferencias a los bolivianos, desechar la alianza defensiva de 1873 y unirse a Chile para arrebatarle al Perú Moquegua, Tacna y Arica, que quedarían para Bolivia mientras que Chile quedaba con los ricos yacimientos salitreros de Tarapacá y Atacama. Del mismo modo el General Eliodoro Camacho tenía un acuerdo “bajo la mesa” con sus amigos chilenos para que Bolivia abandone la Alianza a cambio de pactar una tregua, la misma que se concretó en 1884. Toda esta vergüenza está historiada en el libro “Historia Secreta de la Guerra del Pacifico” del autor boliviano Edgard Oblitas Fernández.

Acabada la guerra, esta se tornó en una guerra diplomática, al no establecerse una frontera o limites definitivos sino simples acuerdos indefinidos como en el caso de Bolivia o sujetos a plazo con condición de voto, en caso del Perú. Lo único concreto es que el Perú para librarse de la oprobiosa ocupación cedió “perpetua e incondicionalmente” la provincia de Tarapacá. Para llegar a una feliz conquista de territorios, los chilenos y bolivianos suscribieron dos acuerdos secretos de Transferencia de Territorios en 1895 por los cuales Chile se comprometía a ceder las provincias de Tacna y Arica a Bolivia en caso ganasen el Plebiscito establecido en el Tratado de Ancón, y Bolivia por su parte se esforzaría a realizar todos sus esfuerzos para que Chile ganase aquella consulta en las provincias peruanas. El doblez boliviano no tenía límites y la necesidad chilena por consolidar mayores extensiones de territorio parecía insaciable a extremos de pactar sobre territorios que no eran suyos.

A finales de 1901 e inicios de 1902, Chile complotaba junto a Colombia secretamente contra el Perú de acuerdo a su “cultura” con los no muy conocidos Protocolos Abadía Méndez – Herboso. Estos acuerdos internacionales fueron descubiertos por el secretario de la Embajada del Perú en Bogota el Sr. Alberto Ulloa Cisneros quien no obstante encontrarse impago de sus haberes, logró obtener una copia de todos los documentos, desenmascarando negociaciones altamente perjudiciales contra los asuntos diplomáticos del Perú en su frontera norte, estos son:

1)      Acta de 29 de septiembre de 1901, que entre otras cosas Colombia en la II Conferencia Internacional de México, actuaría y votaría a favor que los arbitrajes solo surtieran efecto a conflictos futuros y no fuese retroactivo a conflictos pasados, como la cuestión Tacna y Arica.
2)      Convenio de 17 de enero de 1902, sobre venta de un crucero blindado
3)      Protocolo sobre la posibilidad de devolución del blindado.
4)      Acuerdo de 17 de enero de 1902, en el que Colombia se compromete a permitir el libre paso en todo tiempo de pertrechos de guerra a Chile.
5)      Protocolo del 18 de enero de 1902, Chile se compromete a ser el amigable componedor entre Ecuador y Colombia, este pacto tiene la misma característica que el de 1873 entre Perú y Bolivia, porque se precisa que el Protocolo debe ser también aprobado por Ecuador.
6)      Convenio de 18 de enero de 1902, donde Colombia se compromete a interponer sus buenos oficios para alcanzar la renuncia del árbitro español en el problema de límites entre el Perú y Ecuador, previa a la solución de los límites entre Colombia y Ecuador.


Víctor Andrés Belaúnde en su celebre texto “Nuestra Cuestión con Chile” referente a estos acuerdos nos dice: “Chile por medio de aquellas negociaciones y de falsas promesas, quería apartar a las Repúblicas del Ecuador y de Colombia de las soluciones jurídicas o equitativas en sus asuntos con el Perú, formando una especie de liga en el norte contra nuestro país y destruyendo la obra de justicia y de fraternidad que envolvían los proyectos de arbitraje de 1887 y 1894”. Juan Miguel Bákula en su imprescindible “Perú y Ecuador: Tiempos y Testimonios de una Vecindad” publica por primera vez estos Tratados y nos dice: “En el caso de Chile, a pesar de la abundancia de estudios sobre historia diplomática, esta etapa, ha sido excluida de obras tan completas como la de Mario Barros”. Por eso son comprensibles las declaraciones de Mariano Fernández, ya que su “cultura” trata de ocultar aquello que avergüenza.

En la historia diplomática reciente, debemos recordar que Chile le vendió armas al Ecuador, cuando este país se encontraba en guerra contra el Perú (1995), entonces Chile haciendo un gesto de su “cultura” apertrecha de armamento al adversario del Perú no obstante ser parte del Protocolo de Río de Janeiro que lo hacía garante de la paz entre las naciones beligerantes. Para culminar esta bella página de la “cultura chilena” agregaremos un episodio de la guerra de Chile contra la Confederación y recordemos lo que dijo el chileno José Victorino Lastarria, “aquel acto de filibusterismo (el apresamiento de las naves peruanas) …elevó la dotación de la Escuadra chilena a ocho buques…” sobre este mismo episodio, en caso tampoco el Canciller Fernández no sabe quien fue Lastarria, un personaje mas conocido como Benjamín Vicuña Mackenna, escribió en su celebre “Don Diego Portales” una frase que marca la historia de su nación: “El bergantín Aquiles y la Goleta Colocolo se dirigían con rumbo opuesto hacía el Callao a consumar uno de los actos más odiosos que se registran en los anales de nuestras repúblicas”.

Por eso podemos decirle sin temor a equivocarnos al Canciller Fernández, que los actos de “filibusterismo” como indica Lastarria o “acto odioso” como califica Vicuña, no son cultura peruana, son cultura de otros países.

En lo referente a la “nostalgia”, el señor Fernandez sin tener el más mínimo escrúpulo obvia los derechos peruanos que el Perú tiene en Arica, no sabe, o no conoce que Arica fue cedida bajo el concepto de una institución de Derecho Internacional Público denominada “servidumbres internacionales” cuya definición la podemos encontrar en cualquier texto de esa materia jurídica. Pero si el canciller chileno no conoce ni su propia historia, menos conocerá el derecho que les asiste a los suscriptores de un Tratado, ya que para la comprensión de estos instrumentos internacionales se necesita por lo menos leerlos.
 
El Presidente peruano cuando se refiere a los derechos que él Perú tiene en torno a la disponibilidad de los territorios de Tacna y Arica se refiere a lo estipulado en el artículo 1º del Protocolo Complementario del Tratado que dice: “Los Gobiernos de Chile y del Perú no podrán, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los territorios que, en conformidad al Tratado de esta misma fecha, quedan bajo sus respectivas soberanías, ni podrán, sin ese requisito, construir, al través de ellos, nuevas líneas férreas internacionales” .

Si el Presidente boliviano asegura que la demanda peruana ante La Haya, perjudica la salida al mar de Bolivia, es obvio que dicho país pretende usar territorios que se encuentran gravados por pactos internacionales entre Chile con el Perú, y para ello se necesita previamente un acuerdo con nuestro país. Chile no puede disponer de Arica si antes no acuerda nada con Perú. El ex Canciller peruano Manuel Rodríguez Cuadros recientemente explicó en un breve artículo que al Perú no se le “consulta” sino que debe haber un Tratado como acuerdo, el cual así Chile podía disponer sobre Arica en caso decidiese ceder una parte de esta ciudad que fue peruana.

Aunque en anterior estudio he sostenido que Chile ya utilizó los mecanismos del artículo 1.° del Protocolo Complementario, no estamos ante una cláusula que solo se cumplirá con la cesión, porque el Tratado y Protocolo de 1929 sirve para resolver la controversia de Tacna y Arica, no para que Bolivia tenga cualidad oceánica.

Felizmente es el mismo Conrado Ríos Gallardo quien en su libro “Chile y Perú: Los Pactos de 1929” confiesa que la cláusula 1º del Protocolo Complementario nace por insistencia chilena, veamos como el enviado chileno Figueroa Larrain le informa a su Canciller Ríos Gallardo en el cablegrama N.º 93 —cifrado— de 17 de abril de 1929: “Insistíamos… en la no cesión de territorio a un tercero… porque podría importar en el futuro el rompimiento de la paz que quiere sellarse”  y añade más adelante como comentario propio “los dos países unidos así lo resolvían de mutuo acuerdo por razones de su propia defensa y seguridad”.

 Entonces, no es una cuestión de “nostalgia” sino un derecho inalienable e imprescriptible del Perú y también de Chile que aquella disposición internacional corresponde más a órdenes de seguridad y de paz, antes que una negociación asolapada que no está enmarcada en una simple consulta, sino en el acuerdo de ambas partes suscriptoras del Tratado de 3 de junio de 1929 y su Protocolo Complementario.

 Concluyendo entonces, podemos decirle al Canciller chileno, sin ninguna exageración, que la pedantería y la ignorancia son malas consejeras en política exterior y sería dable que el Señor Mariano Fernández Amunategui debería de volver a sus libros básicos de historia y de derecho internacional público, ya que con ello le ayudará a tener mayor conocimiento de la “cultura chilena” y diferenciar el concepto de “nostalgia” con el concepto de “derecho”.

 (*) Abogado, Asesor en Asuntos Internacionales