La desaparición del cuarto poderla desparicion del cuarto poder
Por Xavier Caño (*)

Desde el segundo tercio del siglo XX, los medios informativos asumieron la función de vigilar y denunciar disfunciones, corrupción y abusos para garantizar el buen funcionamiento del sistema democrático. Cuando la prensa se convirtió en medio de masas, por las nuevas tecnologías de impresión y distribución, fue posible la creación de opinión pública, fundamental en democracia. Los medios informativos se convirtieron en el ‘cuarto poder’. Pero, como diría un cronista deportivo con nula imaginación y menos vocabulario, eso ya es historia. Desde hace unos veinte años, los medios informativos han ido abandonando su función de cuarto poder y derivando a aparato propagandístico de la globalización neoliberal. Lo principal del cambio es que, desde los años ochenta, muchos medios han sido adquiridos por corporaciones transnacionales y grupos industriales, alterándose el panorama informativo establecido. En Francia, las tres cuartas partes de los medios de comunicación son propiedad de tres grandes grupos empresariales: dos armamentísticos y uno de obras públicas.

En este nuevo escenario, no sólo la información es una mercancía más, cuya elaboración se rige por rentabilidad y no por criterios de verdad, sino que la nueva estructura de propiedad y poder de muy buena parte de medios informativos los ha convertido en voceros para convencer a la masa ciudadana (considerada como masa de consumidores), de que la globalización neoliberal es lo mejor que le podía ocurrir al mundo. Un mensaje que hace agua por todas partes, a la vista de los datos sobre pobreza, desigualdad y daños ecológicos, pero que se repite de modos diversos en páginas editoriales de diarios, en noticieros televisivos y en crónicas radiofónicas. Por no hablar de los criterios de selección, elección y presentación de noticias.

Cualquier intento de oponerse a la imposición del mundo neoliberal con libertad absoluta para el capital financiero, patente de corso para las corporaciones y empresas transnacionales, completa desregulación, ley del embudo en comercio internacional, reducción del Estado al papel de gendarme y privatización a ultranza de lo público, se ve descalificado, falseado y atacado de inmediato por grandes y medianos medios informativos; los mismos que dejaron de ser el cuarto poder democrático.

En América Latina, varios gobiernos se oponen a la globalización neoliberal con mayor o menor fortuna desde hace años. Acaso porque América Latina ha sufrido en las últimas dos décadas feroz y dogmática aplicación de depredadoras medidas neoliberales. Venezuela, Argentina, Bolivia y Ecuador coinciden con diversas diferencias en buscar nuevos caminos para organizar la economía y distribución de la riqueza, y por ello han soportado y soportan tremendos y frontales ataques de medios informativos, que desacreditan los intentos de mayor justicia social. Los ataques llegan hasta a falsear hechos y datos, ocultar realidades o, simple y llanamente, mentir, presentando las búsquedas de justicia social como proyectos camuflados de autoritarismo. Utilizar, por ejemplo, los evidentes defectos y errores personales de Hugo Chávez para deslegitimar un intento de modo más justo de organizar el país es mala fe, cuando no algo peor.

¿Cuándo hemos leído criticar con la misma ferocidad (con la que los medios informativos denuncian a los gobiernos de Ecuador, Venezuela o Bolivia) el evidente autoritarismo del señor Putin, sus clamorosas violaciones de derechos humanos, sus amenazadoras veleidades nacionalistas? ¿Cuántas veces hemos leído duros ataques contra la dictadura china, contra sus elevadas ejecuciones de penas de muerte, contra sus masivas violaciones de derechos humanos, contra sus feroces agresiones al medio ambiente? Nunca.

La razón es obvia: la Rusia de Putin, que deriva veloz hacia un nuevo zarismo autocrático, y la dictatorial China no cuestionan el modo neoliberal de concebir la economía, antes bien tienen la pasión del neófito, del convertido, y son más neoliberales que los más irredentos ‘neocon’.

Si no se recupera un ‘cuarto poder’, los ciudadanos debemos empezar a preocuparnos. Es por ello que tal vez debamos pensar ya en cómo hacer frente a este nuevo peligro para la democracia, el de los grandes medios convertidos en agentes de propaganda neoliberal y comisarios políticos de los intentos de mayor justicia.


(*) Escritor y periodista
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