Las ONG, bajo la moda de la sospecha
Por Salvador García-Atance e Ignacio Garralda (*)

Nota de Redacción.- El presente artículo se refiere a las ONGs españolas, cuya realidad es distinta de las peruanas, en las cuales no hay transparencia.

Cada vez que una ONG tiene problemas se genera inquietud social. Algunas veces, esta inquietud refleja los prejuicios de aquellos que rechazan la actividad del Tercer Sector. Son personas que creen que, en el mejor de los casos, una institución sin fines de lucro es una máquina de despilfarrar recursos. Suelen llamar a las ONG “organizaciones gubernamentales” por las subvenciones que reciben, aunque se sorprenden cuando se les señala que las empresas privadas reciben subvenciones infinitamente superiores y no se las considera empresas públicas. Otras veces, esos problemas sirven para justificar la inhibición a la hora de colaborar con las ONG.

 

Para tener conocimiento de una actividad institucional como la de las ONG, éstas deben rendir cuentas a la sociedad de forma transparente. En el sector privado, la combinación de la competencia y el mercado hacen que las empresas que no son eficientes desaparezcan. El mismo papel ejerce el sistema democrático con el sector público. En el Tercer Sector, el principal mecanismo de progreso y eficiencia es el escrutinio de los donantes, los voluntarios, los medios de comunicación y la sociedad en general. Y sólo es posible con una completa y transparente rendición de cuentas.

La rendición de cuentas y la transparencia son más útiles cuando permiten la comparación entre ellas, y, por tanto, la elección. Las administraciones públicas, como la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo o el Ministerio de Asuntos Sociales, tienen sistemas de seguimiento para las entidades a las que subvencionan. La Coordinadora de ONG de Desarrollo y otras agrupaciones de ONG tienen códigos éticos y de conducta. Sin embargo, no existe un registro único de fundaciones y asociaciones no lucrativas.

En España, el Tercer Sector está integrado por miles de instituciones (aunque el número relevante se acerque a las 1.500), que manejan un presupuesto de unos 1.700 millones de euros, movilizan más de un millón de voluntarios y emplean decenas de miles de personas.

Las ONG españolas tienen un grado muy alto, más del 85%, de cumplimiento conjunto de los principios de buenas prácticas. Además, ese porcentaje aumenta cada año, lo cual demuestra una buena capacidad de mejora y aprendizaje. Y son las instituciones mejor valoradas por parte de los ciudadanos españoles, porque son capaces de movilizar el espíritu solidario y filantrópico tanto de personas como de empresas.

En pocas ocasiones las ONG incumplen el principio del buen funcionamiento del órgano del gobierno, ya sea un patronato o una junta directiva. Los órganos de gobierno están a menudo compuestos por personas poco comprometidas con la institución, que no asisten a las reuniones o que figuran nominalmente. En ocasiones, los órganos de gobierno se reducen a una o dos personas, líderes carismáticos, sin que existan decisiones colectivas. En varios de los recientes casos de ONG con problemas, como Intervida, éstos han sido generados por la falta de control sobre el líder de la organización.

Los mensajes publicitarios de algunas ONG pueden inducir a error. El ejemplo paradigmático son las campañas de Anesvad, en las que se urgía a los donantes a ayudar, mientras la organización tenía en cuentas corrientes e inversiones financieras cantidades superiores a los 30 millones de euros. Atraer la atención de posibles donantes y colaboradores no puede estar por encima del rigor de los mensajes y de la exigencia de coherencia de éstos con las prácticas de la organización. Este rigor también es necesario en las televisiones que ofrecen espacios a las ONG para captar fondos, sin explicar cómo las han seleccionado o si las ONG han pagado por esa publicidad.

Las ONG deben ser respetuosas con la voluntad de sus donantes. Son ejemplares casos, como Intermón Oxfam, que paralizó sus proyectos en Iraq ante la inseguridad en el país, comunicando esta decisión a sus donantes y solicitando su consentimiento para destinar los fondos de esta emergencia a la crisis de Burundi; o como Médicos sin Fronteras, que en la catástrofe del tsunami estimó haber recibido fondos más que suficientes para sus actividades previstas en la región y pidió a sus donantes que destinaran sus aportaciones a otras emergencias.

¿Cómo podemos ayudar a la mejora del funcionamiento del Tercer Sector? Los donantes, siéndolo responsablemente. En primer lugar, debemos informarnos sobre a quién donar; en segundo lugar, debemos seguir el destino de nuestra donación.

El sector público, creando un registro único de todas las asociaciones y fundaciones que existen en nuestro país. Y ONG, tratando de eliminar el prejuicio de que la solidaridad no está reñida ni con la eficacia ni con la eficiencia.
(*) Presidentes de la Fundación Lealtad

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