Consumonomía. El rol del Asia en la reforma del capitalismo y la salvación del planeta (2011)

Libro y temática cruciales de Chandran Nair

Por Alejandro Sánchez-Aizcorbe


Originalmente presentada como una propuesta de discusión al Foro Democrático del Perú, la siguiente lectura del libro de Chandran Nair —cuyo título en inglés es Consumptionomics—Asia's Role in Reshaping Capitalism and Saving the Planet— pretende ahora reiterar la propuesta al Foro Democrático replanteándola como un intercambio constante de ideas e iniciativas en el plano nacional e internacional pero, para variar, desde la perspectiva de los intereses regionales del Perú y América Latina. Bastaría para ser valioso que dicho intercambio se realizara entre peruanos de diversos sectores, pero su valor se incrementaría notablemente si se contara con la participación de interlocutores del Asia, Norteamérica, Europa y África.  

El primer paso será organizar seminarios virtuales sobre sustentabilidad del desarrollo en el contexto del calentamiento global, la escasez o agotamiento de recursos energéticos tradicionales y del mapa geostratégico: qué lugar se nos quiere asignar desde los polos de poder del primer mundo, qué lugar nos conviene, qué lugar deseamos, qué lugar podemos realmente alcanzar en el corto, mediano y largo plazos.

Evidentemente, no existe un solo centro de poder ni un solo lugar que se nos quiera asignar. Las relaciones económicas y geoestratégicas entre Brasil, China, Estados Unidos y Perú, por ejemplo, ofrecen una cantidad de variables muy difíciles de fijar en el espacio y en el tiempo de modo que no sea tentativo y sujeto a variaciones permanentes. En tal sentido, el futuro es y no es nuestro, pero tal incertidumbre no implica que renunciemos a que es nuestro. De hecho, hasta ahora, nuestra historia ha sido en cierta medida la impotencia, la renuncia o el apocamiento respecto a la capacidad que indudablemente tenemos de modificar el futuro de nuestras gentes partiendo de sus intereses.

Un conjunto significativo de empresarios, economistas y ecólogos —entre muchos otros, Gore, Stiglitz y Nair (autor de Consumptionomics)— vienen elaborando escenarios posibles que ya no obedecen ciegamente los axiomas del Consenso de Washington —diktat del neoliberalismo o neoclasicismo.

En el precio de mucho de lo que consumimos no se incluye el sustento del futuro o, directamente, se destruye el futuro. Entre la costa oeste de Estados Unidos y Hawai existe un área del Pacífico equivalente a dos estados de Tejas (cerca del tamaño del Perú x 2) repleta de basura de plástico. En la botella de plástico que compramos no se incluye el precio de limpiar aquel basural, ni de las medidas necesarias para tratar de reparar el daño que le está causando a la biomasa marina. Es decir, en términos absolutos, no se incluye el precio de alimentarme sanamente ni de alimentar a mis hijos y nietos.

A continuación y a guisa de anzuelo, traduzco algunos de los planteamientos fundamentales del singapurense Chandran Nair, autor del ya citado Consumptionomics. Pido disculpas por la mejorable versión.

El único modo en que el mundo puede cifrar esperanzas en un medio ambiente adecuado para aquellos que viven actualmente en él, y decentemente legable a las generaciones futuras, es consumir menos y de diferente manera. (36)

Asia se enfrenta a este problema en primer lugar. Si los países de la región siguen creciendo en base al consumo turbocargado, al crecimiento alimentado por el consumo, siempre apuntando a expandir sus economías a la tasa más alta posible, entonces los ecosistemas no soportarán más. No existen ni el agua, ni la tierra ni el aire que puedan sustentar tal programa económico . . . Si se tratara de implementar [dicho programa económico], billones de personas serían gravemente afectadas. Muchos morirían —¿decenas de millones? ¿Cientos de millones? Es imposible decirlo. Pero como lo muestran las inundaciones en Pakistán y las avalanchas de lodo en China, la gente ya está muriendo. (36)

El mismo Chandran Nair contesta una pregunta que me vengo haciendo desde que en el Perú se nos impuso el fundamentalismo de mercado justamente a partir del Consenso de Washington, del gobierno de Fujimori y del programa económico que con las distorsiones del caso copió del FREDEMO:

Conforme se me hacía más evidente que la dirección en que Asia estaba yendo tenía que cambiar, me preguntaba cada vez más por qué tantos líderes asiáticos, muchos de los cuales habían estudiado en lo que comúnmente aceptamos como las mejores universidades y facultades de negocios, abordaban tan de vez en cuando los temas de agotamiento de recursos, degradación ambiental y gobernación atrasada [backward governance]. ¿Por qué el silencio? ¿Estaban tan ocupados que no tenían tiempo de pensar? ¿O estaban convencidos de que realmente no había ningún problema: los costos serían de corto plazo y eventualmente la prosperidad gotearía [trickle down]? (12)

Empecé a preguntarme si estaban demasiado asustados para atreverse a hablar, preocupados por lo que sus compañías o socios de negocios pudieran decir. Conforme conocí a algunos de ellos y escuché sus discursos paulatinamente más "verdes", me convencí de que, a pesar de su poder, tenían demasiado miedo de ser intelectualmente robustos, salvo en privado. Sospecho que para la mayoría de ellos la razón de su conducta era simplemente no querer salirse de la fila —después de todo, el sistema, no obstante sus contradicciones, los había premiado. ¿Por qué cuestionar el modelo de Harvard de administración de la cadena de suministro [supply-chain management] —una manera conveniente de mudar los factores externos indeseables, tales como la polución, a los países en vías de desarrollo— si uno puede elevarse al punto más alto de reconocimiento profesional como representante del directorio de una multinacional? (13)   

Más y más me percaté de los moldes en que las escuelas de negocios de élite, la mayoría estadounidenses, estaban formando el pensamiento de sus alumnos asiáticos. Me parecía que esas jóvenes inteligencias —algunas de las más brillantes de la región— asistían a dichas escuelas no para que se les enseñaran conocimientos prácticos que los hicieran mejores y más reponsables ciudadanos, capaces de resolver los problemas de sus países de origen, sino más bien para que se les entrenara en una ideología. (13)

Semejante soberbia, naturalmente, precede a una caída. Pero aún ahora me sorprende cuán segura de sí misma parecía esa visión del mundo, y cuánto de ella permanece intacto. Enseño un curso en una facultad que otorga máster en administración de negocios, y me sigue maravillando cuán poco sus alumnos —muchos de ellos asiáticos, pero también estadounidenses y europeos, y casi sin excepción educados en Occidente— sienten la necesidad de cuestionar los supuestos en los cuales basarán sus carreras y sus vidas. Aun hoy en día, a pesar el éxito económico de sus países de origen, muchos de ellos siguen restando importancia a su origen, y prefieren en cambio apuntar a una carrera de alto vuelo en un banco de inversión o en una multinacional.  Son muy inteligentes, muy inteligentes, pero intelectualmente están esterilizados [neutered, que también se traduce como neutralizados o castrados]. (13-14)

Hasta hace algunos años, me gustaba repetir una broma que se le había ocurrido a un amigo del barrio: "Allí donde se juntan dos peruanos, de todas maneras se forma un basural; porque si no tienen qué tirar al suelo, escupen hasta hundirse." Con las canas y el paso del tiempo, que como dijo Arguedas sirve para seguir aprendiendo, me he convencido de que lo mismo sucede si se juntan dos gringos, dos ghaneses o dos argentinas. "Todos somos culpables", apuntó Dostoyevski. Me atrevo a copiarlo para decir, sin temor a equivocarme: "Todos somos dueños del basural." Las acciones políticas sobre cómo administrarlo para no zozobrar en él deben emanar de la discusión científica desinteresada. De la otra estamos ahítos.  

Minneapolis, 12 de junio de 2011