Goles son millones

futbolista
Javier García Ropero (*)

Los dos finalistas de la Liga de Campeones serán equipos ingleses. Además, Inglaterra fue el único país que tuvo a todos sus representantes en cuartos de final y a tres de ellos en semifinales para luchar por el trofeo más prestigioso del mundo a nivel de clubes. Pero si algo tienen en común estos equipos no es su estilo de juego, ni nada que tenga que ver con lo que sucede en el campo. En la cuna del fútbol, el deporte rey se ha convertido en un negocio ajeno a Inglaterra.


Cada fin de semana, las ciudades inglesas se paralizan para ver jugar a sus equipos. Un partido de fútbol alcanza dimensiones que en otros países pueden verse como extrañas, incluso exageradas. Los bares se llenan de gente, las calles quedan repletas de aficionados que no paran de cantar, preparándose para 90 minutos en los que sólo vivirán por y para 22 jugadores, un balón y, a veces, un inoportuno árbitro. Ya lo dijo Bill Shankly, histórico entrenador del Liverpool: "El fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso". No podía ser más acertada su afirmación. El fútbol inglés es, además, una cuestión de dinero.

De los 20 equipos que conforman la Premier League (Primera División inglesa), 12 están controlados y gestionados por capitales extranjeros, incluidos tres de los cuatro primeros de la clasificación, y triunfadores hasta el momento de la Liga de Campeones. El Chelsea fue el pionero. El ruso Roman Abramovich, un magnate del petróleo muy próximo a Vladimir Putin, adquirió el equipo londinense por 220 millones de dólares, y hasta esta temporada, ha gastado 1.130 millones entre fichajes, sueldos y despidos. Al Manchester United lo compró en el año 2005 Malcolm Glazer, un multimillonario estadounidense, dueño de una petrolera que compró a la familia Bush, a la que luego convirtió en una productora de aceite y proteína de pescado. Además, también controla una franquicia de fútbol americano. Desde su llegada a Manchester, ha despertado las iras de los aficionados: ha multiplicado el precio de las entradas y ha situado en los puestos directivos a sus hijos, a quienes la afición ha llegado a agredir al ver que su equipo se convierte en otra franquicia americana. Lo mismo ocurre en el Liverpool, adquirido por los americanos Tom Hicks, quien ha financiado campañas para George W. Bush, y George Gillet. Ya han pactado el próximo derrumbe del mítico estadio de Anfield Road para construir uno nuevo que llevará el nombre de una marca comercial.

La Premier League es la liga europea más vista en todo el mundo y la que más explota el mercado extranjero. Casi todos sus equipos realizan giras millonarias por Asia durante la pretemporada, y los Cristiano Ronaldo, Gerrard, Fábregas y Drogba han desbancado a los Raúl, Beckham, Figo y Zidane de antaño. Pero, ¿a qué es debida esta repentina expansión? El motivo por el que gente como Thaksin Shinawatra, ex Primer Ministro de Tailandia y exiliado en el Reino Unido por delitos de corrupción, invierta en este fútbol, se explica con dos palabras: derechos televisivos.

Tras la firma del contrato con los operadores que emiten la Premier League, sus equipos perciben un total de 5.500 millones de euros en sus tres años de duración. El equipo que finaliza en último lugar de la tabla de clasificación de la liga recibe casi 40 millones de euros por esa temporada, mucho más de lo que reciben la mayoría de equipos españoles. El ganador se embolsa 91 millones, cifra sólo comparable a los 120 que recibirá el Real Madrid cada temporada por su contrato con la productora catalana Mediapro.

El lavado de dinero negro o la utilización de los equipos como herramientas especulativas pueden ser otros motivos para invertir. De hecho, los dueños del Liverpool negocian con un fondo de capital de Dubai la venta del club, apenas un año después de haberlo comprado. En detrimento de las selecciones nacionales, las ligas más millonarias importan de todo el mundo a sus jugadores, incluso cuando son menores de edad, situación que ha denunciado el actual presidente de la UEFA, Michel Platini. Ahora que el fútbol ha generado tanto dinero que puede comprar a cualquier equipo, ¿puede comprar sentimientos?

(*) Periodista
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