La voz de un veterano judío

Uri Avnery
Por Alberto Piris (*)

Uri Avnery ejerció como parlamentario israelí durante diez años. Es un veterano emigrante judío que llegó a Palestina en 1933, un niño que escapaba de Alemania con su familia cuando el monstruo nazi empezaba a agitar la fobia anti judía. Participó en la lucha clandestina por la independencia de Israel y fue herido en la guerra de 1948; se convirtió luego en un activo periodista y escritor, militante por la paz y defensor del laicismo estatal.


Opuesto a la política del actual gobierno israelí, no oculta un profundo desagrado ante quienes han hecho gala de un exagerado apoyo al Gobierno de Olmert y recuerda el viejo proverbio: “Dios me salve de mis amigos, que de mis enemigos me cuido yo”.

Se pregunta si se pueden considerar amigos quienes te ven jugando a la ruleta rusa y te ofrecen más balas. Ironiza sobre el discurso adulador de Ángela Merkel en Jerusalén, se ríe de la exigencia del pastor evangélico que asesora a McCain de “en nombre de (su) Dios, no ceder ni un milímetro de la tierra sagrada, derramando para ello hasta la última gota de (nuestra) sangre”. Aplica la misma ironía a Bush y se burla de algunos de los fracasados políticos que han dejado oír su voz en las pasadas celebraciones, de Shimon Peres, que en sus 84 años de vida política jamás ganó unas elecciones y que se convirtió en Presidente de la nación como limosna, de Tony Blair, nombrado ‘Enviado para la Paz en Oriente Medio’, al criminal de guerra Henry Kissinger y a Mijail Gorbachov, a quien agradece haber evitado una carnicería durante el colapso de la URSS.

Lamenta que ninguno de ellos hablara para nada de la ocupación de los territorios palestinos, de los asentamientos ilegales, del bloqueo de Gaza ni de los asesinatos cotidianos. Les reprocha que todos ellos describieran un Estado maravilloso, amante de la paz, al que los depravados y malignos terroristas intentan arrojar al mar.

Pero para quienes Avnery reserva los dardos más envenenados es para los multimillonarios judíos de EEUU y a los de Canadá, Suiza y Austria que se tienen por patriotas y filántropos, y que apoyan magnánimamente a los políticos israelíes de la derecha.

“Muchos de ellos han hecho sus fortunas en los rincones más oscuros. Barones del juego, propietarios de casinos, vinculados a la violencia, el delito y la explotación. Uno de ellos es un propietario de prostíbulos. Otros fueron contrabandistas de alcohol durante la ley seca…”. Piensa que, a pesar de sus fortunas, sufren porque no están bien considerados por los magnates estadounidenses de las viejas familias, que los desprecian. Por eso, van a Israel a recabar honores y gloria: su nombre se otorga a una facultad universitaria, cenan con el Presidente y son recibidos con deferencia por los dirigentes políticos del país.

Hubo un tiempo, recuerda Avnery, en que cada millonario de éstos adoptaba a un general famoso. Pero nada había en ellos de generosidad. El negocio es el negocio y los regalos hechos a los dirigentes políticos exigen reciprocidad por éstos cuando alcanzan el poder. Es ahí donde comienza la corrupción, que hoy alcanza hasta al primer ministro Olmert.
“No critico a los donantes bienintencionados… me opongo a los acaudalados extranjeros que intentan dictar el rumbo de nuestro país”. Rechazo a los que “tienen la osadía de financiar una guerra en la que mueren, no sus hijos, sino los nuestros. Los que apoyan económicamente la expansión de los asentamientos ilegales, sobre todo en Jerusalén, con el propósito expreso de impedir la paz e imponernos una guerra permanente que amenaza nuestro futuro, no el de ellos”.

Mientras pueda hablarse con esa libertad en Israel, el país aun tendrá el potencial humano necesario para salir del atolladero en el que se encuentra y donde ha hundido a parte de la humanidad. Extraerá de sus ciudadanos más responsables y comprometidos la habilidad necesaria para que no se dispare la bala de la ruleta rusa y para que Israel no siga avanzando ciegamente hacia el precipicio al que le conduce su actual política. No todos los Estados cuentan con ciudadanos lúcidos que puedan expresarse en total libertad.

(*) General de artillería en reserva
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