La felicidad en cómodos plazos

Por José Carlos García Fajardo (*)

En el Día Mundial del medioambiente —como si hubiera alguno que no lo fuera—, nos recalcan que hay que reducir el uso de automóviles, de camiones, de todoterrenos con tracción 4x4, los de gran cilindrada porque constituyen una de las más grandes agresiones al medioambiente. Hemos montado nuestra vida como si fuera indispensable utilizar el coche a todas horas, impacientándonos por los transportes públicos, por la escasez de aparcamientos y por los embotellamientos en las grandes ciudades. Aparte del estrés que supone conducir en una gran ciudad con la atmósfera contaminada. Todos sabemos que la velocidad está limitada en las carreteras europeas, pero siguen fabricando vehículos de los que exaltan su capacidad de ponerse a 300 kilómetros por hora y a ‘mil’ si es preciso para la arrancada.


Nos repasan por televisión las carreras de bólidos en cualquier capital del mundo, y de motos de ‘mil’ cilindradas, conducidas por adolescentes pálidos y barbilampiños con acné que apenas saben expresarse con más de doscientas palabras. Arruinan el lenguaje pero los jóvenes los imitan porque los del marketing y la publicidad han conseguido que les fascinen. Además, no se necesitan estudios, ni siquiera el bachillerato elemental o sencillamente saber leer, escribir y expresarse como un niño de 12 años. Menuda carrera ante la vista, subirse en una moto, disfrazarse de marciano, quemar gasolina, mascar chicle, colocarse una gorrita al revés y viajar por el mundo entero sin conocer siquiera algo de las capitales de los países en los que compiten. No estudian idiomas, no leen y se conducen como larvas en una caja de cartón.
Lo mismo sucede con el teléfono móvil, los han hecho tan ‘imprescindibles’ que a muchos niños se los regalan el día de su primera comunión, bajo el pretexto de tenerlos más controlados. Ingenuos.

La publicidad nos desborda con frigoríficos y lavadoras de gran capacidad, con el consiguiente consumo de electricidad. Y esto para familias monoparentales o de pareja y un niño. Ah, pero “ya venía con la instalación de cocina despampanante modelo series de televisión norteamericanas”.

Hace unos años que en España, “país de nueve meses de invierno y tres de infierno”, según Teresa de Ávila, no dejan de promover el aire acondicionado sin el cual no “estamos en la onda del confort”, estamos “out”, nuestros hijos nos comparan con sus vecinos que ya lo tienen. Para andar por casa con jersey de cuello vuelto, o chaqueta con forro polar, pero tienen ese aparato que mete ruido cada dos por tres, que obliga a hacer obra o nos planta un mamotreto en la terraza, que gotea y se vuelve gris con pelusa.

Menos mal que lo compensamos durante casi siete meses de calefacción a todo gas, que nos permite andar en bragas o en gayumbos por la casa, descalzos, con anginas y sequedad en el ambiente, y con las ventanas, en invierno y en verano, cerradas a cal y canto.

España es el país europeo con más campos de golf por metro cuadrado. Con preferencia en la costa mediterránea, en Andalucía o en Canarias. Encima, los hacen dentro de una nueva urbanización para la que no se han previsto infraestructuras adecuadas. Ya vendrán los permisos, algunos creen que todavía vivimos en lo que la escritora siciliana, Simonetta Agnello, denomina la mafia familiar y social: “tengo un amigo en la administración, buscaré a un amigo que resuelva lo de la cama en el hospital”. Pero no es así y algunos no se quieren enterar, con la complicidad irresponsable de los medios de comunicación social que aceptan cualquier tipo de publicidad con tal de que salgan maromos y maromas despelotados, sugerentes, fascinantes y hablando con el belfo inferior caído.

“Cómprese otra vivienda en Chufada Dors, todos la tienen, ¿Pero todavía no tiene su parcela en la montaña? ¡Apresúrese a adquirirla en setecientos mil cómodos plazos en Barranco de las desgracias, junto al Tibet! ¿Pero no va a hacer un crucero para desmayarse en los fiordos noruegos, para gozar a tope en el Caribe o para acceder a lo prohibido en las islas Aleutianas? O ya que estamos, ¡sea usted mismo, atrévase a lo que nunca pudo y siempre anheló, véngase treinta cómodos días en agosto al desierto del Gobi!”.

Si algún lector cree que exagero, lo condeno a ver la publicidad en televisión, ametrallarse en la radio o avergonzarse con páginas groseramente seductoras hasta de los más importantes diarios y revistas.

A todo esto, en España y en el resto de Europa, nos crucifican con las noticias ‘espantosas’ de que ha caído la venta de vehículos un 20%, de que los ciudadanos ya no cambian de coche como antes, de que el Estado tiene que intervenir con urgencia. ¿No estamos locos? Pues nos tratan como a enloquecidos.

(*) Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Director del CCS
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