Humillación sexual como tortura en EE. UU.

toqueteo aeropuerto eeuuPor Manuel E. Yepe*/Foto Virgilio Ponce

La Corte Suprema de Estados Unidos decidió hace unos días, por votación de 5 a 4, que cualquier ciudadano puede ser obligado a desnudarse para ser registrado al ser arrestado por sospecha de delito, por leve que este sea y en cualquier momento.

 

La decisión está en línea con otras dos disposiciones legales recientes: la National Defense Authorization Act (NDAA) de 31 de diciembre de 2011 que autoriza el arresto de cualquier persona por tiempo indefinido, y la HR 347 o “Ley contra intrusos”, identificada también como “Ley contra Protestas”, que establece condena de 10 años de prisión por protestar en lugares cercanos a edificaciones o terrenos protegidos por los servicios secretos. Ambas responden a objetivos represivos contra el Movimiento Occupy Wall Street.  

Sobre estas leyes, la consultora política y escritora feminista estadounidense Naomi Wolf publicó un ensayo titulado “How the US uses sexual humiliation as a political tool to control the masses” (“Cómo EE.UU. usa la humillación sexual como instrumento para el control de las masas”) en el que analiza el alcance y los propósitos de estos actos legislativos.
Refiere la escritora que en una situación en la que cualquier persona puede ser arrestada por sacar el perro a pasear sin correa, es alarmante lo relatado por Albert Florence, el ciudadano que presentó la primera querella contra el gobierno con motivo de estas leyes. Florence denunció que, al ser detenido por una infracción del tránsito, fue obligado a darse vuelta, ponerse en cuclillas, toser y separarse las nalgas. “Me sentí humillado y llevado a una condición inferior a la que la corresponde a un ser humano”, declaró.


La historia muestra que el uso de la desnudez forzada por un Estado es práctica propia del fascismo y de todo tipo de régimen opresivo que utilice la degradación de la población como medio para controlarla y someterla. Forzar a la gente a desnudarse es el primer paso para romper su sentido de la individualidad y dignidad, reforzando su impotencia.
Uno de los momentos más aterradores para mí –escribe Naomi Wolf- fue cuando visité la prisión de Guantánamo en 2009 y noté en la arquitectura del edificio que los cubículos de las duchas tenían paredes transparentes a través de las cuales mujeres jóvenes que se desempeñaban como guardias observaban la desnudez forzada de prisioneros musulmanes, sin tener ellos posibilidad de ocultarse.  

“He observado a agentes hombres de la TSA (policías de fronteras), observando con excitación a las mujeres toqueteadas en los aeropuertos. Creo que la práctica de esos registros está diseñada para habituar psicológicamente a los ciudadanos estadounidenses a una condición en la que pueden ser humillados sexualmente por el Estado, en cualquier momento.
“Un comentarista de mi Facebook opinaba que el número de mujeres objeto de detención y registro está incrementándose por razones mezquinas. He visto que el examen genital que es obligatorio en los Estados Unidos es ilegal en Gran Bretaña.
“¿Hacia dónde vamos con estas nuevas leyes que criminalizan la protesta y dan a la policía local -ahora empoderada con dinero del Departamento de Homeland Security, equipos militares y personal- facultades para aterrorizar y traumatizar a las personas sin debido proceso o juicio previo”.

Wolf ridiculiza el argumento de un juez de la Corte Suprema de que estas prácticas son necesarias para evitar actos terroristas y pregunta: ¿Puede alguien imaginar que los medios utilizados para volar las Torres Gemelas podrían ocultarse en alguna cavidad corporal? ¿O que alguno de los autores de aquel acto de terror pudo haber sido descubierto al ser detenido por conducir a exceso de velocidad?

Según un informe publicado por el Washington Post y citado por Wolf, en 2010 había 1.271 agencias gubernamentales y 1.931 empresas privadas trabajando en programas relacionados con el contraterrorismo, la seguridad nacional y la inteligencia en unas 10.000 ubicaciones en el territorio de los Estados Unidos. Había entonces 854.000 personas habilitadas con permisos de acceso a los servicios secretos de máxima seguridad. En Washington DC y el área circundante, treinta y tres complejos para labores secretas de inteligencia estaban en proceso de construcción o habían sido edificados después de septiembre de 2011.

“Este enorme nuevo sector de la economía tiene intereses multimillonarios que requieren del establecimiento de un sistema de vigilancia, intimidación sicológica y rapiña sobre el resto de la sociedad estadounidense. Con estas nuevas legislaciones pueden lograrlo humillando sexualmente a los demás: una poderosa herramienta en poder de cualquier matón”, concluye Naomi Wolf.

 

*Manuel E. Yepe periodista cubano especializado en temas de política internacional.

-Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad.-

Foto: Getty