Moïse Jean Charles: "No nos ayudan, nos ocupan" 

"Cuando un país mantiene tropas en otro sin que este último lo quiera se está ante una ocupación. No hay otra manera de llamarlo, y algo así no debería ser muy difícil de entender para gobiernos o fuerzas políticas que se declaran de izquierda", dijo a Brecha Moïse Jean Charles, senador progresista haitiano llegado a Montevideo para reclamar el retiro de su país de los soldados de la Minustah, entre ellos varios cientos de uruguayos.

Daniel Gatti 

Moïse Jean Charles fue en dos ocasiones alcalde de Milot, una ciudad del norte del país, la segunda de ellas, hasta el golpe de 2004 contra el presidente Jean Bertrand Aristide, ya derrocado una vez en 1990, en ambas con intervención apenas solapada de Estados Unidos. Fue también integrante del gobierno del "aristidista" René Preval y hoy está en la oposición al presidente Michel Martelly, arribado al poder de curiosa manera.

Jean Charles desembarcó en Montevideo en el marco de una gira por países de la región que desde 2004 mantienen tropas en Haití. Aquí se reunió con integrantes de las comisiones de Defensa y Relaciones Exteriores del Parlamento, el jueves se entrevistó con el presidente José Mujica, y participó en actividades promovidas por organizaciones sociales uruguayas, entre ellas un homenaje al ex diputado socialista Guillermo Chifflet, ayer en el anexo del Palacio Legislativo. "Los haitianos le estamos agradecidos a gente como Chifflet", dijo por su lado a Brecha Henry Boisrolin, presidente del Comité Haití Democrático y residente hace años en Argentina, también llegado a Montevideo por estos días, recordando el retiro del socialista de sala y la posterior renuncia a su banca cuando el Parlamento votó el envío de tropas a la isla caribeña.

En todo momento Jean Charles estuvo acompañado por representantes del Servicio Paz y Justicia, el pit-cnt, la feuu, la Fundación Vivian Trías y otros grupos, que a mediados de mes auspiciarán la presencia en Uruguay de dos militantes sociales haitianos y en noviembre de otro legislador, algunas semanas antes de que el Parlamento uruguayo trate el tema de la renovación de la participación nacional en la Misión de las Naciones Unidas por la Estabilización de Haití (Minustah).

La semana próxima, Jean Charles estará en las Naciones Unidas. Pocos días después el Consejo de Seguridad de ese organismo deberá votar la prolongación o no del mandato de la Minustah, que vence el 15 de octubre.
 
El tema dominante hoy en Haití, y que está relacionado con todos los otros, es precisamente la campaña que está teniendo lugar contra la Minustah. Todo el mundo está detrás de esa campaña en Haití: abarca por supuesto a la oposición pero también a partidarios del gobierno, al punto que hace unos meses el senado votó una resolución que exige el retiro gradual de las tropas extranjeras del país. Lo hizo en función de los principios de soberanía nacional y de respeto a la integridad territorial y de autodeterminación de los pueblos y de toda una serie de convenciones y tratados firmados por el país y que deben regir la convivencia entre las naciones. Y lo hizo también en función de que la misión no ha cumplido ninguno de sus supuestos cometidos. Se dijo que venía a estabilizar el país y a contribuir a la consolidación de la democracia. No ha estabilizado nada y ha contribuido en cambio a instalar y consolidar un gobierno como el actual, que va camino a una dictadura. Peor aun: los soldados de la Minustah han violado los derechos humanos de los haitianos en muchas oportunidades, y tropas nepalesas de la misión propagaron el cólera en el país, causando la muerte de 9 mil personas al contaminar un río, sin que la onu haya tomado ninguna medida al respecto a pesar de las pruebas existentes.

La Minustah nos fue enviada por seis meses. Ya va para diez años y tienen intención de prolongarla. Casualmente, cada vez que se aproxima una votación en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para prolongar el mandato de la misión, como es el caso ahora, se crea una situación de inestabilidad, de inseguridad, de auge de la delincuencia en el país. Eso está pasando en estos momentos. Se habla de caos, como se habló en 2004, cuando se la envió por primera vez. Los haitianos aparecíamos entonces como un pueblo que no se podía autogobernar, incapaz de manejarse por sí mismo, y ahora vuelta a la misma situación. Cuando nos manejábamos por nosotros mismos nos iba mejor. Ahora pretenden "ayudarnos" de todos lados, pero la plata no llega a donde debería ir, a mejorar la situación de la gente, sino a mantener tropas de ocupación y a apoyar proyectos de inversión cuyos mayores beneficiarios no son los haitianos.

La resolución del senado, del 28 de mayo, contempla un retiro gradual de las tropas de Haití, hasta que el 28 de mayo del año próximo no quede un solo soldado de la Minustah en el país; y ya que todos dicen querer ayudar a Haití a recuperarse y a salir de la miseria, se dice que los tanques de la misión sean remplazados por tractores y que los 900 millones de dólares que la onu gasta anualmente en mantener a la Minustah vayan a educación, a salud, a inversión en agricultura y a mejorar la situación, salarial, de formación y de equipamiento, de la policía nacional haitiana.

Lo que queremos hacer entender a los gobiernos de los países sudamericanos, a sus pueblos, es que la comunidad internacional se está, de hecho, burlando de Haití.

Veamos por ejemplo en qué consisten las ayudas que con tanto ruido dijeron que nos iban a hacer llegar después del terremoto de 2010, que mató a más de 250 mil personas. Estados Unidos, el principal "donante", nos prometió 450 millones de dólares en asistencia. Pues bien: de esos 450 millones, el 30 por ciento fue a la usaid, la agencia de asistencia al desarrollo del propio Estados Unidos, otro 30 por ciento a los productores agrícolas estadounidenses que exportan a Haití, un porcentaje algo menor a agricultores instalados en República Dominicana (que en su mayoría son también norteamericanos), por ejemplo los arroceros, 20 por ciento a los marines que desembarcaron en el país y apenas 10 por ciento fue para los haitianos. Por otro lado, formaron una comisión para ayudar a la reconstrucción del país y darle vivienda a la gente que se quedó sin nada, y esa comisión muy poco ha hecho: todavía hay bastante más de 200 mil personas en campamentos, que además se han ido deteriorando con el paso del tiempo.

-¿Qué les dicen a los gobiernos "progresistas" de países sudamericanos que tienen presencia en la Minustah?

-Que están profundamente equivocados, que están sirviendo a intereses que no deberían ser los suyos. No dudamos de que nuestros amigos latinoamericanos piensen que están ayudando al pueblo haitiano, pero a esta altura tienen que darse cuenta de que están ocupando un país extranjero, y para peor dirigidos por otros. Los soldados sudamericanos son los que van al frente, algunos de ellos han estado involucrados en situaciones de violaciones a los derechos humanos, como ha pasado con militares uruguayos, pero quienes manejan en realidad las tropas, los que dirigen la misión, son las potencias occidentales. De los 20 miembros del estado mayor de la Minustah sólo dos son sudamericanos. Los restantes son estadounidenses, franceses, canadienses. Son ellos los verdaderos ocupantes, los principales ocupantes, porque fueron allá a quedarse con los recursos de Haití, a invertir para sacar, y es a ellos a quienes les están sirviendo los sudamericanos. Se han metido en un baile del que deben salir. En Brasil, que tiene 1.200 soldados allá y es uno de los principales componentes de la Minustah, se nos dijo que estaban dispuestos a retirarse de Haití si el pueblo haitiano así lo quería, que ellos habían ido a ayudar. Bueno. Veremos qué hacen.

Lo que es claro es que estamos ante fuerzas de ocupación, que la Minustah es una fuerza de ocupación. No se puede llamar de otra manera a tropas extranjeras presentes en un país que no las quiere, cuyo parlamento les pide soberanamente que se vayan. Lo que nosotros queremos es tomar en nuestras manos nuestro propio destino, algo que no sería muy difícil de entender por alguien que se dice de izquierda. Hace más de 200 años que los mismos sectores sociales, grosso modo, controlan nuestra economía y que las potencias occidentales se van turnando para dominarnos. Queremos el cese de esta situación, de la que la Minustah es uno de los símbolos. Es una batalla excepcional la que estamos librando, que debería ser acompañada por todas las fuerzas de izquierda, progresistas. Es momento de que los pueblos de esta parte del mundo se coloquen del lado nuestro, como lo hizo el pueblo haitiano cuando las luchas por la independencia sudamericanas.

En una palabra: hace falta un replanteo de parte de los gobiernos de esta parte del continente. Y si los gobiernos no lo ven o no lo quieren hacer, deberán ser sus pueblos los que se los exijan y se levanten.

-Usted decía que Haití marcha hacia una dictadura.

-La situación en Haití es muy compleja desde todo punto de vista. En 1986, luego de la caída del régimen de los Duvalier, la comunidad internacional programó una suerte de agenda para Haití, y desde entonces el país vive de hecho bajo control internacional. Sólo en 1990 el pueblo haitiano pudo pasar por encima de esa agenda, al imponer a Jean Bertrand Aristide en la presidencia, contra todas las potencias. No pudieron resistirlo, era demasiado fuerte la demanda de algo distinto. Pero apenas duró siete meses, y después hubo un golpe de Estado teledirigido desde las potencias occidentales.

Aun así, lo más grave de lo sucedido en el país ocurrió últimamente, con las elecciones de 2010-2011, en las que resultó vencedor quien había salido tercero en la primera vuelta, y tras un proceso plagado de irregularidades: Michel Martelly llegó a la presidencia luego de que la embajada de Estados Unidos emitiera un comunicado, una simple nota de prensa, en que lo reconocía como ganador de los comicios. Resulta que Martelly tiene nacionalidad estadounidense, y que su primer ministro también tiene nacionalidad estadounidense, y sobre todo que las políticas que ha aplicado este señor desde que llegó al gobierno tienen profundas raíces estadounidenses.

La situación institucional es terrible, de una irregularidad flagrante. Un tercio de la Cámara de senadores debió haber sido renovado hace dos años, y no se lo hizo, sus mandatos caducaron; los intendentes no fueron elegidos sino remplazados por decisión del presidente. Pero como además Martelly no controla a sus propios legisladores, ahora quiere acortar el mandato de senadores y diputados. El senado no sólo ha votado en contra de la Minustah, también se negó a aprobar el presupuesto presentado por el gobierno.

Hace poco se produjo un incidente insólito que demuestra el grado al que ha llegado el presidente. La justicia decidió investigar denuncias de corrupción que involucraban a su esposa y a su hijo mayor. Pues bien, el presidente convocó al juez a cargo del caso a una reunión. Dos días después el magistrado aparecía muerto. Se solicitó la formación de una comisión investigadora en el parlamento, porque el gobierno negaba que el presidente hubiera estado en reunión alguna con el juez. El informe de la comisión confirmó la realización de esa reunión y que en ella habían participado, además del presidente, también el ministro de Justicia y el primer ministro. Se probó que Martelly le había mentido a la nación y que no había respetado la independencia de un poder autónomo como el judicial. La comisión de investigación recomendó que la Cámara de diputados le entablara juicio político al presidente. La resolución no salió, porque cada vez que había que votar al respecto los legisladores del gobierno se retiraban de sala y dejaban a la Cámara sin quórum. De todas maneras, Martelly encontró en este episodio un motivo suplementario para disolver el parlamento o acortar el mandato de diputados y senadores.

Es un hombre salido de filas duvalieristas, que tuvo participación activa en el golpe contra Aristide. Desde que está él al frente la miseria ha batido récords, en un país en que ya era terrible. La economía, que bajo el gobierno precedente de René Préval había crecido entre 5 y 6 puntos anuales, pasó a crecer menos de 2,5, mientras la inflación pasó de 4,5 a 7,3 por ciento y la producción nacional prácticamente se paralizó. Comenzaron en cambio a llover las inversiones extranjeras, dirigidas al sector minero, al turismo. El presupuesto que presentó el gobierno al parlamento era generador de mayores injusticias sociales aun: un verdadero asalto fiscal al poder adquisitivo de la clase media y de los trabajadores. Comprendía también una reducción drástica de la inversión en educación, que pasaba de 19.000 millones a 15.000 millones de gurdas, y de la inversión en agricultura, en un país en que la producción se ha desmoronado y la gente, que se está muriendo literalmente de hambre, necesita alimentos.

Otro acto criminal de este señor: el acuerdo firmado con el Fondo Monetario Internacional para que Haití no pueda producir arroz. Por supuesto que el texto del acuerdo no lo dice así: dice que es mucho más factible, dadas las condiciones económicas del país, que el arroz sea comprado en Estados Unidos.

Bajo la conducción de Martelly se están instalando en Haití compañías mineras para extraer las riquezas del subsuelo en condiciones escandalosas. Las fuerzas progresistas presentaron en el senado una resolución para que estas empresas paralicen sus actividades hasta que su situación se regularice y se discuta globalmente el tema. El senado votó esa resolución, pero el presidente Martelly la ha desconocido.
Es a este gobierno, a este Haití, que le son funcionales las tropas de la Minustah, que cuando hay sublevaciones populares, protestas callejeras de gente que ya no puede más, salen a reprimir. Parece paradójico que gobiernos, fuerzas de izquierda se presten a jugar un juego de este tipo.



Mujica a los haitianos


Si fuera por mí me hubiera ido

El presidente José Mujica recibió en la tarde de ayer jueves en la Torre Ejecutiva a la delegación haitiana. "Nos escuchó atentamente, tomó nota de todo lo que dijimos, nos dijo que iba a tener que ir a Haití para ver con sus propios ojos lo que allí sucede, y fundamentalmente que si de él dependiera Uruguay ya se habría ido  de Haití. Pero tiene que consultar con Argentina y Brasil sobre los pasos a dar", contó a Brecha Henry Boisrolin al salir de la reunión. "Y dijo también que se mantendrá en contacto con nosotros y que nos tendrá al tanto de la evolución de sus contactos."
¿Algo más? "Sólo eso."


Fuente

Brecha, Montevideo, 4-10-2013