Nagham Salman*

La explotación de África se inició hace siglos por los negreros árabe-musulmanes y se intensificó un siglo después de la llegada de los europeos a América, cuando el esclavismo fue la base de la explotación agrícola de las colonias del “Nuevo Continente” americano.

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En el año 2000 se celebró el Foro de Cooperación China-África (FOCAC) en Beijing, que significó la formalización en la esfera internacional de las pretensiones chinas en África. El resultado fue la firma de contratos millonarios e inversiones para el desarrollo en varios países africanos.

Desde aquella fecha, los préstamos otorgados por China han concedido un capital mayor a un tipo de interés menor que los otorgados por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, Estados Unidos y la Unión Europea. Por otra parte, se han puesto ya las bases para la creación de un Banco de Desarrollo para África sufragado con capital chino.

Al día de hoy, cientos de empresas chinas gestionadas por una diáspora de más de un millón de ciudadanos chinos están establecidas en diferentes países africanos.

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China, de forma paralela a su progresiva implantación comercial y financiera en África, ha ido también implantándose culturalmente a través de sus Institutos Confucio, como vía a extender el conocimiento de la lengua y la cultura chinas con el objetivo de reforzar el entendimiento mutuo de cara a un futuro de intercambio. En este sentido, el gran gigante asiático adopta la misma estrategia de diplomacia cultural que vienen poniendo en práctica desde hace varios años Reino Unido y Francia, con las instituciones del British Council y el Institut Français, respectivamente. También España ha explotado esta estrategia con su red de Institutos Cervantes esparcidos por todo el mundo.

La entrada de China en una zona de influencia exclusivamente occidental tuvo repercusiones geoestratégicas desde un primer momento. La creación de AFRICOM fue la reacción natural del Pentágono y la Unión Europea, conscientes de que la hegemonía económica internacional depende de los recursos africanos en gran medida.
 
La partición de Sudán y la ocupación de Libia, ambas con fines energéticos manifiestos, ha sido seguida de la operación liderada por Francia en Mali, cuyo uranio alimenta a muchas de las más de cuarenta centrales nucleares del país galo.

* Nagham Salman es jefa de proyectos europeos de investigación y analista política especialista en asuntos de Oriente Medio.

Russia Today en Español, 13-02-2013

 

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