El ayapaneco ocupa el primer lugar de la lista nacional de 64 variantes lingüísticas en alto riesgo de desaparecer

Fabiola Xicoténcatl, Corresponsal

Manuel Segovia Ayapaneca

Manuel Segovia habilitó un salón de clases en su casa, que funciona como escuela donde enseña la lengua ayapaneca a unos 15 niños.

CIUDAD DE MÉXICO, 17 de noviembre.- La lengua ayapaneca, de origen zoque, se niega a morir: sus dos promotores, Isidro Velázquez Méndez y Manuel Segovia, han emprendido una cruzada para evitar que esto ocurra. Estos hombres viven en Ayapa, un poblado de la zona Chontalpa, distante a 40 kilómetros de la ciudad de Villahermosa, capital de Tabasco.

El ayapaneco ocupa el primer lugar de la lista nacional de 64 variantes lingüísticas que están en alto riesgo de desaparecer.

Ayapa pertenece al municipio de Jalpa de Méndez y tiene 5 mil 640 habitantes; es un poblado tradicional, con su iglesia en el centro, cuenta con una escuela primaria y una telesecundaria, sólo que en estos planteles se ha excluido del currículum el aprendizaje de la citada lengua indígena. Isidro Velázquez y Manuel Segovia son guardianes de “la palabra ayapaneca”, que es el idioma con el que ambos crecieron y que recuerdan con nostalgia. Los dos superan los 70 años de edad y temen que cuando partan “a la otra vida” el ayapaneco también deje de existir.

Al llegar a Ayapa es fácil reconocer la vivienda de don Isidro, porque en el frente tiene un gran letrero que dice “Ma an yu gan yucu jiango ñii ndash johnin yel pijpa” (“Has llegado a los brazos de Ayapa, siente su calor”).

A sus 71 años, con tristeza considera que “la palabra se perdió porque cuando hablábamos nos consideraban poca cosa, se reían de nosotros, y por vergüenza lo dejamos de hablar”.

“Cuando hablamos ayapaneco somos discriminados, sobre todo por gente de la ciudad, y esto ha hecho que ahora los jóvenes que se creen modernos ya no les guste hablar la lengua; les parece de baja categoría, porque somos indios por completo”, explica don Isidro.

En el umbral de la puerta, Rosa, hija de don Isidro, asegura que a pesar de convivir con su padre ella no habla ayapaneco: “Nunca nos enseñó, él creía que se iban a burlar de nosotros y ahora ya es tarde para aprender”, señala.

El retoño de mis raíces

A dos calles del centro de Ayapa vive también don Manuel Segovia, un viejecito de baja estatura que es otro de los parlantes de la lengua indígena y en cuya casa se ha habilitado una escuelita llamada El retoño de mis raíces, donde todos los sábados llegan alrededor de 15 niños a aprender la lengua ayapaneca.

Segovia, como le llaman en su pueblo, tiene un hijo, Manuel, quien desde su silla de ruedas impulsa el proyecto de su padre y es quien organiza las clases a los niños que llegan a la escuela todos los sábados desde hace un año.

Manuel Segovia (padre) e Isidro son amigos desde la infancia. Ambos estudiaron los primeros grados de primaria y comparten un mismo proyecto: salvar el ayapaneco, por lo que se han convertido en maestros autodidactos.

Isidro y Manuel son campesinos, pero los sábados, cuando “no voy a trabajar al machete, voy a dar clases a la escuelita”, dice Isidro, quien lamenta que las autoridades locales, como el alcalde de Jalpa, Domingo García Vargas, no les brinden ningún apoyo, y que mejor sean los extranjeros, estadunidenses y canadienses, quienes les hayan tendido la mano: “Aquí estuvieron los extranjeros, hicieron un diccionario, pero eso no está aquí”, dice.

Y es que durante varios años, lingüistas de la Universidad de Stanford, en California, se dedicaron a estudiar la lengua. El proyecto tardó siete años y fructificó en un diccionario de 6 mil palabras, sólo que ese documento no está aquí.

“Lo que queremos es que nos echen una mano. Cuando empezamos llegaban 50 niños y ahora ha bajado la cantidad, sólo tenemos 15”, lamenta.

Pese a la falta de apoyo de las autoridades municipales, el número de hablantes a la fecha ha aumentado, e incluso tres niños hablan ayapaneco, “poco pero con pasos firmes. Nuestros nietos han aprendido la lengua indígena, lo que garantiza unas dos generaciones de hablantes de lengua ayapaneca”, explica Manuel Segovia.

Ellos dicen que mantendrán este esfuerzo, porque “el náhuatl ya desapareció en Tierra Adentro, Cupilco, Chacalapa y Jalpa de Méndez, y en Cúlico, en el municipio de Cunduacán, desde hace décadas, debido a que las nuevas generaciones no quisieron aprenderlo. Esto mismo se podría repetir en el poblado de Ayapa con la lengua zoque o ayapaneco”, expresó don Manuel.

A los hablantes zoques les urge que el gobierno estatal los apoye con becas, con creación de talleres culturales y materiales didácticos, ya que son pobres, y al no recibir apoyos tienen que trabajar para mantener a sus familias y pese a su voluntad de enseñar de manera desinteresada les hace falta recursos.

El proyecto que ahora quieren desarrollar es una memoria, “donde se va a documentar lo que se les enseña a los niños”, adelanta Manuel hijo.

Al despedirse, Manuel Segovia lo hace en ayapaneco: “Dius yo jaa gue muata rescatar yiig oode” (“Gracias por ayudar a salvar la lengua”).

Excelsior, México D. F., 17-11-2013

http://www.excelsior.com.mx/nacional/2013/11/17/929120

  

Destrucción cultural

En el Perú, donde se niega a la gente el derecho a la tierra lotizando el 70% del territorio para explotación minera y de hidrocarburos y dando a chilenos y colombianos las mejores tierras agrícolas, es lógico que se busque la desaparición de las lenguas nativas.

Así, los programas de educación bilingüe solo sirven para aparentar que se hace algo, pero fuera de textos escolares bilingües, no existen diarios en lengua nativa ni libros de ninguna especialidad escritos en lengua nativa. Todo es un engaño (“pura finta”).

Los corruptos no solo destruyen el territorio sino también la cultura.

[Nota de Con nuestro Perú.]