Llamemos a las cosas por su nombre


Por Xavier Caño Tamayo*


Gaza. Bombardeo aéreo y artillero. Invasión de tropas terrestres. Los soldados israelíes telefonean a casas palestinas y exigen que las abandonen porque serán destruidas por los tanques. Los civiles palestinos huyen a cientos, a miles. Las tropas han detenido a centenares de personas de entre 12 y 60 años, sólo por ser varones. Han sido bombardeados edificios civiles (el parlamento, periódicos, TV de Hamas, instalaciones médicas…) y tanques israelíes han disparado contra tres escuelas de la ONU, matando a docenas de personas. Un misil destruyó una casa, enterrando a 25 personas.


Amnistía Internacional denuncia que la ofensiva israelí provoca ya más de 550 muertos en diez días, la mayoría civiles. Con el ataque israelí, los palestinos muertos por soldados israelíes ascienden el último año a casi 800, de los que más de la tercera parte son civiles desarmados, incluidos casi cien niños. En el mismo tempo, los grupos armados palestinos y los cohetes artesanales han matado a 25 israelíes, 16 de ellos civiles, incluidos 4 niños.

Los civiles palestinos pueden morir, ser heridos o quedarse sin vivienda, además de carecer de atención médica, alimentos, electricidad, agua… “Lo más escandaloso de lo que pasa en Gaza es que puede pasar sin que pase nada. La impunidad de Israel no se cuestiona. La violación continuada de la legalidad internacional, de la Convención de Ginebra y de las mínimas normas de humanidad no tiene consecuencias”, han denunciado José Saramago y ocho intelectuales más.

En el ilegítimo e ilegal ataque contra Gaza, casi tan grave como el ataque es la actitud y conducta de los dirigentes de la ‘comunidad internacional’. Bush considera que la culpa de la situación es sólo de Hamás. Su Departamento de Estado asegura estar “profundamente preocupado por la situación humanitaria” en Gaza, pero impidió que el Consejo de Seguridad de la ONU acordara un alto el fuego.

Los mandatarios europeos aceptan la invasión de Gaza sin la menor oposición o crítica en medio de lágrimas por un alto el fuego y el inefable Toni Blair pide que se corte el suministro de gas a Gaza. La Presidencia de la Unión Europea, que corresponde a la República Checa, ha comunicado oficialmente que la actuación del Ejército israelí en Gaza es “defensiva, no ofensiva”. Lo máximo dicho por muchos medios europeos es que la acción de Israel es “desproporcionada”. Bienvenidos al reino del eufemismo y del amilanamiento.

Blandura, falta de coraje, lamento estéril, doble rasero y aceptación de los crímenes que comete el gobierno de Israel por medio de sus fuerzas armadas son la respuesta de la comunidad internacional.

Y en Israel, los ciudadanos premian al Gobierno que masacra. Tzipi Livni, ministra de Exteriores, candidata a primera ministra en las cercanas elecciones, remonta frente al derechista Netanyahu del Likud, en tanto que los laboristas (cartera de Defensa en el gobierno) suben de 10 a 16 escaños. Según el diario Maariv, sólo un 4% de israelíes se opone a la destrucción y masacre de Gaza.

Como denuncian Saramago y otros ocho intelectuales, el ataque contra Gaza “no es una guerra, no hay ejércitos enfrentados. Es una matanza. No es una represalia, no son los cohetes artesanales que han vuelto a caer sobre territorio israelí sino la proximidad de la campaña electoral lo que ha desencadenado el ataque”.
Razón miserable. Como miserables son actitudes, intereses y acciones de los dirigentes de los países occidentales y árabes.

Llamemos a las cosas por su nombre porque, como dice el escrito de Saramago y los otros intelectuales, “el lenguaje no es inocente. Las palabras no matan, pero ayudan a justificar el crimen”.

* Periodista y escritor, Centro de Colaboraciones Solidarias