Sociedad Israelí der-hechizada


Por  Adrián Mac Liman*

Unas semanas antes de la ceremonia de investidura, Barack Obama había manifestado su apoyo a la candidatura de Tzipi Livni para el cargo de Primer Ministro del Estado de Israel. Se trataba de su primer error de cálculo en su incipiente gestión del conflicto de Oriente Medio. Ahora, tras conocer los resultados de la consulta popular celebrada en Israel, el presidente Obama se vio obligado a corregir el tiro, manifestando que estaría dispuesto a apoyar a cualquier Gobierno hebreo interesado en seguir las negociaciones de paz con los palestinos.


Habrá que esperar hasta comienzos de la próxima semana para conocer el resultado definitivo del recuento de votos. No cabe duda de que el acta de la Comisión no pondrá en entredicho las conclusiones que se habían diseñado durante la noche electoral del 10 al 11 de febrero, cuando la derecha liderada por el conservador Benjamín Netanyahu (Likud) y el ultranacionalista Aviador Lieberman (Israel es nuestra casa) se alzó con la victoria real, convirtiéndose en el factor clave de la vida política. Y ello, pese a la ligera ventaja de la agrupación capitaneada por la titular de Exteriores, Tzipi Livni (Kadima), que cuenta con un escaño más que sus rivales del Likud.

En efecto, mientras el partido fundado por Ariel Sharon y encabezado por su lugarteniente, Ehud Olmert, conserva los escaños obtenidos en los anteriores comicios, el Likud vuelve a la palestra reforzado por el desconcierto generalizado que acompañó la última ofensiva contra los radicales islámicos de Hamas. Este extraño ejercicio de álgebra no parece haber logrado su objetivo final: el desmantelamiento y la destrucción de la infraestructura militar de Hamas.

Conviene recordar que tras la creación de Kadima, la mayor parte de los barones del Likud apostaron por la formación política ideada por el ex general Sharon. Sin embargo, la incoherencia del Gobierno de coalición formado por Kadima y los laboristas volvió a llevar el agua al molino de la derecha. No sólo el Likud resucitó de las cenizas, cual ave Fénix, sino que el electorado descontento optó por depositar su confianza en el ultraderechista Israel Beteinu (Israel es nuestra casa), que aglutina los votos de un enorme porcentaje de la inmigración procedente de la antigua URSS y de los conservadores que se sitúan a la derecha del partido de Netanyahu.

Actualmente, los llamados partidos bisagra ofrecen un escaso margen de maniobra a los líderes de las grandes formaciones. Para llevar a buen puerto la formación del Gobierno, tanto Netanyahu como Livni deberían contar con el apoyo de Lieberman o con el de los religiosos de Shas, partido religioso que no tiene el más mínimo reparo en poner precio a sus alianzas con los dirigentes de las corrientes mayoritarias.

Las opciones que se barajan actualmente van desde una coalición de Gobierno formada por el Likud, Israel Beteinu y Shas a un Gobierno de Unidad nacional integrado por Kadima, Likud y… los laboristas. Sin olvidar, claro está, el también posible pacto contra naturaleza entre Likud, Kadima y los radicales de Lieberman.

No hay que olvidar que el actual sistema electoral israelí no permite contemplar la alternativa de una mayoría absoluta en la Knesset (Parlamento). Por ello, los ganadores de los comicios, de todos los comicios, se han visto obligados a pactar incluso con sus peores enemigos políticos.

Independientemente de la fórmula que permitiría la formación del futuro gabinete, lo que sí es cierto es que el actual estado de cosas desembocará en una parálisis del ya de por sí frustrante diálogo con la Autoridad Nacional Palestina (ANP), relegando en un segundo plano el proceso de paz. De hecho, tanto Netanyahu como Lieberman son acérrimos detractores de las consultas intercomunitarias y la creación de un Estado palestino.

En un ambiente cuyo común denominador es el malestar, apenas sorprende el mensaje enviado al mundo por el Presidente de la ANP, Mahmúd Abbas, quien insta a las democracias a… aislar al Likud, al igual que lo hicieron, en su momento, con los radicales de Hamas. Cabe preguntarse si los occidentales estarán dispuestos a aceptar este reto. Se admiten apuestas.

* Analista Político Internacional, Centro de Colaboraciones Solidarias