Gaza

Por Adrián Mac Liman*


El pacifista israelí Gershon Baskin provocó un pequeño maremoto en la prensa hebrea al revelar, desde las páginas del rotativo conservador Jerusalem Post, que las autoridades militares prohibieron el ingreso a Israel de 39 jóvenes procedentes de la Franja de Gaza. Se habían apuntado a un seminario sobre cultura de la paz, organizado por el Centro Israelo-Palestino de Estudios e Información (IPCRI), organismo intercomunitario creado hace más de veinte años para fomentar el diálogo entre israelíes y palestinos.


Baskin, copresidente del Centro, explicó que los militares negaron, pura y simplemente, a los palestinos de la Franja el derecho de cruzar la frontera, dejando entender que la política oficial de Tel Aviv contempla el cierre a cal y canto de Gaza. Aparentemente, con ello se pretende fomentar el malestar contra los líderes de Hamas y generar una corriente contestataria, capaz de “derrocar” al Gobierno islamista que controla los destinos de los casi dos millones de habitantes de la Franja.

Finalmente, los directivos del IPCRI lograron traer a la localidad palestina de Beit Jala, situada a medio camino entre Belén y los confines de la Jerusalén ocupada, a cuatro jóvenes de Gaza, quienes tuvieron ocasión de pasar el fin de semana con los demás participantes – 70 israelíes y palestinos – en el coloquio sobre la paz y la convivencia.

No se trata de un incidente aislado. Al término de la operación Plomo Fundido, ofensiva llevada a cabo hace exactamente doce meses por el ejército israelí contra la Franja, que causó la muerte de 1.400 palestinos, entre los cuales figuraban muchos civiles, los estrategas hebreos optaron por el cierre indefinido de los puntos fronterizos de la Franja, los cortes del fluido eléctrico y de la importación de bienes de primera necesidad. Una situación dramática que afecta el funcionamiento de los servicios de saneamiento, el sistema educativo y los centros hospitalarios.

La destrucción masiva de viviendas durante los bombardeos aéreos y terrestres dejó sin hogar a cerca de 60.000 familias, es decir, unas 325.000 personas. La mayoría sigue viviendo en condiciones precarias, agravadas en las últimas semanas por las inclemencias del invierno. Actualmente, se calcula que unas 160 familias viven en tiendas de campaña junto a las ruinas de sus casas. La Agencia de las Naciones Unidas para la Asistencia a los Refugiados Palestinos (UNWRA), ha puesto en marcha un plan para la recolocación provisional de las personas desplazadas. Sin embargo, el proyecto cuenta con un sinfín de obstáculos, empezando por la mediocre calidad del material de construcción. Al parecer, los llamados “productos estratégicos”, como por ejemplo el cemento, no llegan a Gaza. Y ello, pese a la “magnánime” decisión de la comunidad internacional de comprometer la cantidad de 4,5 millones de dólares para la reconstrucción de la Franja.

Pero hay más; los 1.400 miembros de la llamada “Caravana de la Paz”, patrocinada por 43 organizaciones no gubernamentales europeas y norteamericanas, están bloqueados en las fronteras con Egipto y Jordania. Tampoco se ha autorizado el tránsito hacia la Franja de los 250 camiones cargados con ayuda humanitaria. Y, por si fuera poco, las autoridades egipcias han tratado de limitar la celebración de actos pro-palestinos previstos en su territorio. ¿Por qué será?

Resulta sumamente difícil ofrecer una respuesta ecuánime. Sin embargo, los organizadores de las jornadas de Beit Jala no ocultaron su satisfacción ante las sorprendentes declaraciones de uno de los jóvenes de Gaza, quien manifestó al final del seminario: “Mi padre me contaba que en la época en la que solía trabajar en Israel, conoció a muchos judíos dispuestos a vivir en paz con nosotros. Confieso que no me lo creía, pero después de este encuentro, constato que hay israelíes partidarios de la convivencia; tal vez su deseo sea igual de sincero e incluso más que el nuestro…”.

Extraña constatación ésta, que pone de relieve los fallos de la política del actual Gobierno israelí, empeñado en llevar a cabo una estrategia a la vez inmoral y contraproducente. Porque si para los políticos hebreos Hamas es “el enemigo”, el conjunto de los pobladores de Gaza no tiene por qué serlo. Y, digámoslo claramente, para los habitantes de la Franja, Hamas no es el (único) enemigo y, dadas las circunstancias, tal vez tampoco el más importante…

* Analista político internacional
www.solidarios.org.es