Un cadáver exquisito

Por Gustavo Espinoza  M.


Los surrealistas franceses —Paul Elouard, André Bretón, Tristán Tzara y algunos otros— idearon una técnica de creación literaria que consistió en ensamblar palabras e imágenes para crear un poema o un texto mayor, surgido de la genialidad colectiva.


Ciertamente que no imaginaron nunca que ahora, en nuestro tiempo, los medios de comunicación y las agencias de noticias pudiesen valerse del mismo método para crear un esperpento contra Cuba, su pueblo y su gobierno.

Porque bien mirada la cosa, Orlando Zapata Tamayo, el contrarrevolucionario cubano que murió hace un par de días en La Habana, se convirtió para ciertas gentes en una suerte de cadáver exquisito, sólo que valió para que algunos escribientes lanzaran una carga florida  en el empeño de confundir a los pueblos.

Aspiran y pretenden además —vanamente, por cierto— colocar a la defensiva a quienes proclamamos sin ambages adhesión resuelta a la gesta del Moncada que hoy cumple 51 años de vida y esperanza.

Si los grandes medios esperaban algo para atacar a Cuba y denostar de la Revolución, la muerte de este ex presidiario les cayó como anillo al dedo. Ahora podrán gritar a viva voz en nombre de los "derechos humanos", aunque para ello, tengan que ocultar algunos hechos, y deformar otros.

Ocultan, en efecto, que Orlando Zapata Tamayo no era -no fue nunca- un disidente político en Cuba, sino un delincuente que sufrió penas privativas de libertad a partir de casos comprobados de estafa, agresión a personas violencia irracional y uso de armas. Y distorsionan las cosas para dar la idea que murió en "huelga de hambre", cuando es sabido que en Cuba —a diferencia de nuestros países— nadie muere precisamente de hambre.

Orlando Zapata murió como consecuencia de una neumonía que se le declaró cuando estaba internado en uno de los principales centros hospitalarios cubanos, recibiendo la atención médica a la que tenía derecho como ser humano, pero que no hubiera estado a su alcance si no hubiese sido obra de la Revolución, esa que sus dolientes hoy denigran.

Y no soslayemos otra realidad: los servicios secretos de los Estados Unidos -que operan en Teherán y en Kabul, en París o en Lima, y también en La Habana- usan a delincuentes comunes para la comisión de diversos delitos, y después procuran "blanquearlos" hasta convertirlos -muchas veces- en funcionarios de gobiernos corruptos y a su servicio. Ejemplos sobran ¿verdad?

Y en el caso de Cuba, por cierto, ofrecen el oro y el moro a quien, acusado de cualquier cosa, acepte decir que es un perseguido porque está "contra la dictadura comunista de Cuba". Eso le permitirá tener cuenta en dólares y recibir significativos aportes del Imperio, para ellos y sus familias. Y todo eso, está abundantemente documentado. 
 
Procuremos, entonces, situar el debate en su real dimensión.

En cincuenta años de Revolución Cubana sólo se han dado dos casos de personas que han fallecido privadas de su libertad ¿En nuestro país ha ocurrido algo similar? Todos sabemos que no.

En el Perú centenares, y aún miles de personas, han muerto en la cárcel y no precisamente como consecuencia de un hecho natural, sino que han sido asesinadas, o han caído víctimas de un execrable sistema penitenciario que tiene a la violencia como referente esencial, y que alienta la perversión, la corrupción y el crimen.

Acontecimientos tan dramáticos como las sucesivas matanzas de los Penales ocurridas unas en 1986 y otras en 1992, dejaron en el Perú una estela de muerte que sin embargo nunca concitó la atención preocupada de ciertos medios que hoy se rasgan las vestiduras por un hecho -lamentable, por cierto- pero que ocurrió por factores que no tienen connotación política alguna.

En diversos países de América Latina —Brasil, México, Argentina o Colombia— han ocurrido en los últimos años diversos casos de muerte masiva de reos en cárcel; pero a ninguno de los que hoy atacan al gobierno de Cuba por la suerte de Zapata se le ocurrió nunca poner en el banquillo de los acusados a los gobernantes de esos países, que en muchos casos fueron militares asesinos.

Si miramos objetivamente la realidad y nos alejamos de las pasiones politiqueras que obnubilan a ciertos Catones de nuestro escenario, podremos recordar que en Cuba, desde hace 51 años, no hay Escuadrones de la Muerte, ni desaparición forzada de personas, ni ejecuciones extrajudiciales, ni existen centros clandestinos de reclusión ni la tortura está institucionalizada en los centros penitenciarios.

¿Alguien podría decir que aquí, tampoco existe eso? ¿Podría asegurar que eso mismo ocurre en todos los países de América Latina? Por cierto que no.

Todos sabemos que en Guatemala, El Salvador, Colombia, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Paraguay, Honduras, Chile, Ecuador Haití y Perú -para citar solamente algunos países- se denunciaron miles de casos de violaciones a los Derechos Humanos como no se registra uno solo en la Cuba revolucionaria desde 1959.

Hacer esas afirmaciones no es repetir la "propaganda oficial", como podrían suponer quienes no conocen el tema, o actúan de mala fe. Es, simplemente recordar lo que los organismos institucionales del sistema internacional se han visto forzados a reconocer aún a regañadientes como que han tenido que admitir recientemente que Cuba tiene un 0% de desnutrición infantil. ¿Y cómo andamos nosotros?

Si en alguna parte del territorio cubano se violan los derechos humanos y se tortura y mata gente, eso sólo ocurre en Guantánamo. Y más precisamente, en el Centro de Reclusión Clandestino que Estados Unidos tiene en la Base Militar ilegal que detenta en ese país para vergüenza de América. Y no hemos leído, por cierto, editoriales de El Comercio, o de Expreso, deplorando esas prácticas.

Esta realidad pretende ser soslayada, entre otros, por César Hildebrandt, que llora en "La Primera"  considerando que el largo lagarto verde de ojos de piedra y agua, del que nos hablara Nicolás Guillén, es ahora una prisión. No se da cuenta que la prisión, está en su cabeza. Es ella la que no le permite pensar libremente, ni liberarse de las ataduras que lo anudan al anticomunismo más ramplón.

(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. / www.nuestra-bandera.com