El sida no sólo es africano
sida africa Por Alberto Sierra (*)

Más de dos millones de personas han muerto este año a causa del sida, según la ONU. El VIH condiciona la vida a más de 33 millones de personas en todo el mundo. Los africanos son los más afectados por esta enfermedad. Siete de cada diez enfermos viven en África Subsahariana. Los últimos datos publicados por Onusida alertan también del aumento de contagios en Europa Oriental y Asia Central. En estas dos regiones hay más de un millón y medio de enfermos, un 150% más que hace 6 años y cien mil latinoamericanos han contraído la enfermedad este año.

Estos datos pueden crear la falsa idea de que el sida es una enfermedad exclusiva de los países más pobres o de aquellos que tienen sistemas de salud pública más débiles. En los países del Norte la enfermedad se ha logrado controlar en las últimas décadas gracias a las políticas de prevención e información aplicadas, pero se siguen llevando a cabo prácticas de riesgo que invitan a la reflexión.

En una encuesta realizada por un periódico universitario español, un 40% de los estudiantes reconoce que no utiliza preservativos ni siquiera en las relaciones esporádicas. Un 31% no sabe dónde se realizan las pruebas para saber si está infectado o no por el virus y un 13% admite que no se las hace por miedo a los resultados.

Conviene recordar el pasado para borrar de la memoria clichés y falsas premisas que tanto daño hicieron, como el de la expresión de “grupos de riesgo”. En los años 60 y 70 se decía que el sida era una enfermedad propia de un grupo determinado de personas, el grupo de la “cuatro haches”: Homosexuales, heroinómanos, los que necesitaban hemoderivados para transfusiones y los haitianos. Los homosexuales se contagiaban porque habían practicado sexo con personas que portaban el virus; los que necesitaban hemoderivados porque habían recibido transfusiones de sangre infectada por el VIH; los heroinómanos porque compartían jeringuillas utilizadas por otros que ya estaban infectados; entre los primeros enfermos se encontraban bebés de madres inmigrantes haitianas. Con el tiempo, se supo que homosexuales norteamericanos contaminados por el sida hacían turismo sexual en Haití, pero el tabú en este campo desconcertaba a los investigadores ya que los haitianos no admitían que entre ellos pudieran darse esas prácticas. Pero se daban a cambio de dinero y ellos contaminaron a sus mujeres, algunas de las cuales emigraron a EEUU embarazadas de niños infectados por el virus.

Gracias a los avances en la investigación científica se llegaron a conocer las causas de la enfermedad y cómo se transmitía. Esto permitió que en vez de hablar de “grupos de riesgo” se hablase de “prácticas de riesgo”.

Tras conocer las causas y su modo de transmisión, la solución para controlar la enfermedad pasa por informar y poner a disposición de todos los métodos de prevención. El preservativo se ha convertido en el principal arma de protección masiva contra una enfermedad que cuenta por millones sus víctimas. Su uso ha permitido controlar el virus en todo el mundo y que cada uno de nosotros podamos decidir cómo llevar nuestra sexualidad sin miedo a él.

Pese a todo, la encuesta antes citada y los datos proporcionados por Onusida muestran la gran cantidad de prácticas de riesgo que aún se llevan a cabo.

Desde los medios de comunicación podemos contribuir a informar y a prevenir, haciéndonos eco de iniciativas como las de una fundación holandesa que distribuye condones a 10 céntimos de euro la unidad, su precio de coste. Esta medida trata de facilitar preservativos a los jóvenes europeos, quienes suelen pagar por ellos entre 0,30 y 1,20 euros en los establecimientos, para reducir el número de nuevos infectados en Europa —más de 25.000 en el último año—.

Aunque la tan ansiada vacuna no llegue, la información y el látex son barreras suficientes para frenar el sida. No podemos dejar de hacer hincapié en ello.
(*) Periodista
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